En los últimos meses, el mercado de bonos del Tesoro de Estados Unidos ha experimentado una volatilidad significativa que ha alarmado a inversores, economistas y autoridades financieras alrededor del mundo. Esta volatilidad ha sido en gran medida consecuencia de las tensiones comerciales derivadas de la imposición de aranceles provocados por políticas proteccionistas. Aunque inicialmente las subidas en los rendimientos parecían ser reacciones normales a cambios en la política económica, las dislocaciones observadas en el mercado han suscitado preocupaciones sobre la estabilidad a largo plazo del sistema financiero estadounidense y global. Los bonos del Tesoro son considerados tradicionalmente como la inversión más segura del mundo, ya que representan la deuda emitida por el gobierno de Estados Unidos, respaldada por toda la capacidad económica y fiscal de la nación. Sin embargo, la reciente ola de ventas masivas, provocada por la incertidumbre generada por los aranceles, ha roto esta confianza en la estabilidad y liquidez de estos activos.
La ampliación de los diferenciales entre precios de compra y venta (bid-ask spread) ha dificultado significativamente las operaciones, especialmente para fondos de cobertura y otros inversores institucionales que dependen del apalancamiento y del arbitraje en los precios para generar beneficios. El punto de inflexión ocurrió cuando los aranceles anunciados impulsaron un aumento abrupto en los rendimientos de los bonos del Tesoro a largo plazo, lo que a su vez provocó un aumento en las exigencias de garantías sobre posiciones apalancadas. Este fenómeno llevó a que diversas firmas tuvieran que deshacer posiciones de relativo valor para cubrir estas demandas, lo que amplificó la curva de rendimientos y profundizó la dislocación del mercado. En algunos casos, bancos y entidades financieras mostraron reticencia a prestar liquidez, señalando una potencial crisis de confianza que podría escalar. Cabe destacar que durante estos episodios de estrés, muchos actores del mercado temieron que se replicaran escenarios similares a la “carrera por el efectivo” vista en marzo de 2020, cuando la pandemia desató un pánico global y el mercado de bonos del Tesoro colapsó, obligando a la Reserva Federal a intervenir con compras masivas para estabilizar la situación.
En esta ocasión, no obstante, las condiciones parecieron controlar la crisis gracias a señales de demanda robusta en emisiones recientes y a pequeños ajustes en las políticas arancelarias. Sin embargo, el episodio dejó clara la vulnerabilidad del mercado ante factores externos no económicos. Las consecuencias de estas dislocaciones van más allá del mercado financiero. Un incremento sostenido en los rendimientos implica mayores costos de financiamiento para el gobierno estadounidense, que podría traducirse en una política fiscal más austera o en un aumento de la deuda pública. En este contexto, el fenómeno conocido como “vigilantismo de bonos” – donde inversores exigen primas más elevadas para financiamiento gubernamental debido a incertidumbre o riesgo percibido – podría limitar la capacidad de implementación de políticas económicas expansivas futuras.
Además, la confianza de los inversores extranjeros, crucial para financiar la balanza de pagos estadounidense, puede verse afectada. La nota de Deutsche Bank señala que la combinación de menor crecimiento económico relativo y la reducción en el apetito de inversores internacionales para comprar deuda estadounidense, puede socavar la posición financiera de EE.UU. a largo plazo, generando dependencia de fuentes de financiamiento internas o incrementando la vulnerabilidad a choques externos. Otra pieza clave del rompecabezas es el papel que juegan los fondos de cobertura en la dinámica actual.
Estos actores suelen utilizar el mercado de recompra (repo) para obtener financiación a corto plazo usando bonos del Tesoro como colateral. Con unos 2.5 billones de dólares en préstamos vía repo, cualquier presión que lleve a llamados de margen puede desencadenar un efecto cascada de ventas forzadas. El desmantelamiento de operaciones de relativo valor, como aquellas que aprovechan diferencias entre precios de swaps de tasa de interés y bonos, ha sido uno de los canales principales de estrés en el mercado reciente. Aunque algunos submercados, como el comercio basado en futuros o las operaciones de arbitraje de base, mostraron menor tensión, la ampliación y volatilidad en los spreads de algunos swaps indica que los riesgos persisten.
En este sentido, la resiliencia del mercado dependerá en gran medida de la capacidad de los principales intermediarios para absorber shocks y ofrecer liquidez suficiente en momentos de crisis. La acción política también ha sido un factor determinante. El presidente en turno decidió pausar temporalmente la aplicación de aranceles, lo que ayudó a aliviar las presiones en el mercado. Sin embargo, esta decisión generó incertidumbre sobre la dirección futura de las políticas comerciales y económicas, dejando a los inversores en un estado de cautela y especulación. Expertos como los analistas de Westpac han señalado que este fenómeno puede marcar el fin de una era de excepcionalismo financiero estadounidense, cuestionando la calidad del bono del Tesoro como el activo libre de riesgo por excelencia.
Esto se traduce en una reevaluación global de la confianza y el papel de EE.UU. en las cadenas financieras internacionales. Los riesgos que emergen de estas dislocaciones no solo son financieros, sino también económicos y sociales. La limitación en la capacidad para financiar proyectos públicos, sumada a la incertidumbre en los mercados, puede impactar negativamente en la inversión, el empleo y el crecimiento económico a mediano y largo plazo.
La reducción del apetito por riesgo internacional puede también afectar la valuación del dólar y la estabilidad del tipo de cambio, elementos críticos para muchos países emergentes y aliados comerciales. El episodio pone en evidencia la complejidad e interconectividad de las políticas comerciales y su impacto directo en los mercados financieros globales. Políticas orientadas al proteccionismo pueden tener efectos colaterales no anticipados que desestabilizan incluso los activos considerados más seguros. Esto obliga a repensar las estrategias y a considerar cómo los mercados pueden prepararse mejor para absorber estos shocks sin que se traduzcan en crisis sistémicas. En conclusión, la reciente volatilidad en el mercado de bonos del Tesoro estadounidense producto de la imposición de aranceles es una señal clara de alerta sobre los riesgos inherentes en la interrelación entre política comercial y finanzas públicas.
Las dislocaciones observadas han puesto a prueba la liquidez y la estabilidad del mercado más importante del mundo y generan inquietudes sobre la capacidad futura de Estados Unidos para mantener su estatus financiero hegemónico. La atención estará puesta en cómo evolucionan las políticas, la respuesta de las autoridades monetarias y la adaptación del mercado para evitar situaciones más críticas en el futuro próximo.