En los últimos años, el debate sobre los posibles efectos adversos del flúor en la salud humana ha reaparecido con fuerza, especialmente en torno a su impacto en el desarrollo intelectual de los niños. La polémica se intensificó tras la difusión de una revisión sistemática y metaanálisis publicada en JAMA Pediatrics a principios de 2025, que afirmaba haber encontrado una asociación inversa significativa entre la exposición al flúor y el coeficiente intelectual (IQ) infantil. Sin embargo, un profundo análisis crítico pone en duda la validez y la calidad científica de esta investigación, lo que revela importantes lecciones sobre cómo se deben interpretar las evidencias científicas en temas de gran sensibilidad pública. La investigación mencionada se basa en 74 estudios, muchos de ellos de naturaleza transversales y de cohorte prospectiva, que al ser agrupados en una revisión sistemática ofrecen, en principio, un panorama más completo y confiable sobre el tema. En teoría, las revisiones sistemáticas y metaanálisis representan el nivel más alto de evidencia científica, puesto que sintetizan los resultados de múltiples investigaciones individuales para entregar conclusiones más robustas y generalizables.
No obstante, esta premisa es válida solo cuando las investigaciones incorporadas tienen calidad metodológica suficiente y rigor científico comprobado. El problema radica en que cuando se incluye en un metaanálisis un conjunto heterogéneo de estudios con elevada variabilidad metodológica y baja calidad, se corre el riesgo de generar resultados sesgados o erróneos. Este fenómeno se conoce coloquialmente como “garbage in, garbage out” (basura entra, basura sale), y se refiere a que la precisión de un metaanálisis depende en gran medida de la validez de los estudios que lo componen. En concreto, el metaanálisis que relaciona el flúor con el IQ presenta múltiples fallas que afectan su confiabilidad. Una cuarta parte de los estudios analizados proceden de una publicación llamada Fluoride, que no está avalada por ninguna entidad científica, editorial o académica reconocida.
Este tipo de revistas, muchas veces vinculadas a grupos activistas con posturas sesgadas, pueden publicar artículos sin el rigor y la revisión crítica necesarios para considerarse fuentes confiables. Incluir un porcentaje tan alto de estas investigaciones en una suma estadística compromete la validez general del análisis. Además, varios de los estudios incluidos caen en el error común de confundir correlación con causalidad, una falla metodológica que puede llevar a interpretaciones científicas erróneas y a conclusiones infundadas. En muchos casos, la comparación se realiza entre áreas geográficas con diferentes niveles de flúor en el agua y diferentes medias de IQ, sin controlar variables esenciales como la nutrición, la educación, la exposición a otros contaminantes o incluso factores socioeconómicos, que pueden influir de manera determinante en el desarrollo cognitivo de los niños. También destaca que algunas mediciones del fluoruro se realizaron mediante análisis de orina, un método que se ha cuestionado por su inconsistencia y falta de precisión para evaluar la verdadera exposición.
Además, la presencia de inconsistencias estadísticas, datos inverosímiles y efectos con valores p prácticamente imposibles sugieren problemas serios en la recopilación y procesamiento de la información. Ante esta situación, un equipo de científicos llevó a cabo una nueva revisión crítica del estudio en cuestión y concluyó que el metaanálisis es irreparable debido a sus múltiples errores, desde su diseño hasta su ejecución. Esta falla grave no solo implica que sus resultados deban descartarse como fuente científica válida, sino que también hace un llamado de alerta ante el riesgo de que la difusión de investigaciones defectuosas pueda dañar la confianza pública en la ciencia y provocar decisiones de salud pública injustificadas y potencialmente dañinas. La controversia sobre el flúor y su impacto en el IQ también pone en evidencia la complejidad que enfrenta la comunidad científica y las autoridades sanitarias al interpretar y comunicar resultados científicos en un contexto socio-político cargado. El debate no debe reducirse a simples afirmaciones sensacionalistas, sino que requiere un análisis riguroso, transparente y ético que permita a la sociedad tomar decisiones informadas, fundamentadas en evidencias sólidas y confiables.
Además, la discusión resalta la importancia de invertir en investigación de alta calidad, que incluya estudios longitudinales y controlados, capaces de aislar el efecto del flúor de otras variables ambientales y sociales. Solo así será posible esclarecer de forma definitiva si existe alguna relación causal relevante entre la exposición al flúor y los niveles de inteligencia en la infancia. En este sentido, es vital que los comunicados científicos, investigaciones y políticas públicas se apoyen en datos validados y no en resultados cuestionables que puedan alimentar desinformación o alarmismo. La ciencia, aunque en constante evolución, debe mantener como prioridad la integridad, la transparencia y la honestidad intelectual para preservar la confianza general. Por último, y quizás más importante, quienes estén en posiciones de responsabilidad —desde los medios de comunicación hasta los organismos regulatorios— deben ser conscientes del impacto que tienen ciertas afirmaciones sobre la percepción pública y la salud comunitaria.
La propagación de estudios defectuosos puede desviar recursos y atención de problemas sanitarios reales que requieren intervención urgente. La polémica del flúor y el coeficiente intelectual en niños es un claro ejemplo de cómo la ciencia puede ser malinterpretada o mal utilizada, y subraya la necesidad de un escrutinio riguroso para evitar que investigaciones que no superan los estándares mínimos de calidad científica se conviertan en base para decisiones que afectan a millones de personas. Por ahora, la recomendación general es mantener el uso de flúor en los niveles aprobados y respaldados por evidencia robuste y actualizada, mientras la comunidad científica continúa investigando para ofrecer respuestas definitivas y fundamentadas.