En el escenario financiero global, la inteligencia artificial (IA) continúa siendo uno de los motores más dinámicos e innovadores de la economía del siglo XXI. Sin embargo, recientes movimientos en el mercado han generado una creciente inquietud acerca de una posible desaceleración en la inversión y desarrollo de IA, especialmente en 2025. Estas preocupaciones se reflejan en la caída de las acciones de empresas clave vinculadas a la inteligencia artificial, como Nvidia y otros gigantes tecnológicos. No obstante, Morgan Stanley, uno de los bancos de inversión más influyentes de Wall Street, ha calificado estas inquietudes como «risibles», apoyándose en datos y análisis que indican una demanda creciente e imparable de tecnología y chips especializados para IA. Esta perspectiva ofrece una visión optimista y fundamentada que contradice la narrativa pesimista predominante en los mercados.
La base de esta confianza radica en el concepto de «demanda de inferencia», una etapa crítica en el uso de IA que requiere de poderosas unidades de procesamiento gráfico (GPU) para manejar grandes volúmenes de datos y realizar cálculos complejos en tiempo real. Según Joseph Moore, analista de Morgan Stanley, la necesidad de chips para inferencia no solo persiste, sino que se está intensificando, impulsando una ola significativa de inversión para gestionar la creciente demanda. Esta apreciación se apoya en manifestaciones públicas de líderes tecnológicos como Sam Altman, CEO de OpenAI, y Sundar Pichai, CEO de Alphabet, quienes han señalado que su capacidad de adquisición y uso de chips aún supera con creces la oferta disponible. Un aspecto clave de la narrativa es el contexto del mercado bursátil. El año anterior, las acciones de las compañías relacionadas con IA sufrieron una caída considerable.
Nvidia, por ejemplo, perdió cerca del 28% desde finales de enero, mientras que otras grandes tecnológicas vinculadas estrechamente a la IA también experimentaron caídas significativas en su valoración, aproximadamente un 21%. Este desplome se atribuye a varios factores, entre ellos la introducción de un modelo de lenguaje eficiente por parte de DeepSeek que generó especulaciones sobre una menor demanda futura de GPU, así como las tensiones geopolíticas y económicas impulsadas por tarifas y restricciones a la exportación que afectan el suministro de chips. Pese a estos desafíos, Morgan Stanley mantiene una visión de recuperación y crecimiento sostenido a medio y largo plazo. El banco reconoce que las restricciones de suministro y las políticas de exportación probablemente limitarán el potencial de ingresos de Nvidia en los próximos trimestres. No obstante, proyecta que una vez superadas estas limitaciones, se abrirá una etapa de crecimiento significativo en 2026.
La expectativa es que los ingresos por concepto de nuevos chips, como los de la línea Blackwell, aumenten drásticamente, pasando de cifras modestas a miles de millones de dólares en poco tiempo. Esta proyección es consecuencia directa del explosivo aumento en el volumen de «tokens» o datos generados, que han crecido más de cinco veces desde principios de año, exigiendo plataformas capaces de procesar esas cargas de trabajo cada vez mayores. Es importante entender que esta valoración optimista de Morgan Stanley no es simplemente especulativa. Se basa en un análisis profundo del comportamiento del mercado, las tendencias tecnológicas y la dinámica propia de la industria del hardware para IA. La elevada inversión en chips especializados indica que las empresas no solo están preparándose para mantener sus capacidades actuales, sino que apuntan a expandir rápidamente sus infraestructuras y servicios basados en inteligencia artificial.
Este patrón se observa también en otras áreas relacionadas como la nube y los centros de datos, donde la demanda energética y computacional crece de manera exponencial. A nivel estratégico, la confianza en la tecnología de IA y su potencial disruptivo persiste a pesar de las incertidumbres económicas globales. Durante años, la inteligencia artificial ha transformado sectores como la salud, las finanzas, la manufactura y el comercio, y su evolución se considera fundamental para el desarrollo económico futuro. La capacidad para automatizar procesos, mejorar la toma de decisiones en tiempo real, analizar grandes cantidades de datos y habilitar nuevas experiencias digitales es vista como un activo imprescindible para empresas y gobiernos. Morgan Stanley, a través de sus informes y pronósticos, sugiere que el ciclo de crecimiento en IA aún no ha alcanzado su cima.
Los períodos de volatilidad en el mercado, aunque desafían a corto plazo a los inversionistas, pueden ser también momentos adecuados para fortalecer posiciones en empresas clave que lideran este sector. La invitación implícita es a observar más allá de las fluctuaciones momentáneas y reconocer que la base tecnológica y la demanda creciente de chips para IA continuarán impulsando el negocio y la innovación en los próximos años. En definitiva, la percepción negativa sobre la desaceleración de la inteligencia artificial en Wall Street responde en gran medida a factores externos y a una interpretación conservadora del mercado. La realidad, según Morgan Stanley, es que estamos en medio de una expansión tecnológica donde la necesidad de potentes chips para inferencia es esencial y creciente. La tecnología de IA no solo resiste las presiones del mercado global sino que las oportunidades de crecimiento que ofrece son inmensas y están respaldadas por datos concretos y el compromiso de la industria.
Este panorama invita a inversores, analistas y actores del sector tecnológico a reevaluar sus enfoques y considerar la importancia de la inteligencia artificial como una fuerza motriz que seguirá moldeando el futuro de los negocios y la economía mundial. La advertencia es clara: descartar la capacidad de crecimiento del AI no solo es prematuro sino también una subestimación de la revolución tecnológica en marcha.