El ecosistema de las criptomonedas ha experimentado un crecimiento notable en la última década, transformándose de una cuestión marginal a un elemento cada vez más integrado en el sistema financiero global. Entre los distintos activos digitales existentes, las stablecoins han capturado la atención de inversionistas, usuarios y reguladores por su promesa de ofrecer estabilidad en un mercado históricamente volátil. Sin embargo, el auge de estas monedas digitales vinculadas a activos tradicionales o divisas, como el dólar o la libra esterlina, ha despertado serias preocupaciones, especialmente en el Reino Unido, donde el regulador financiero ha lanzado advertencias sobre los riesgos asociados a su uso masivo y crecimiento acelerado. Las stablecoins se diseñaron con la intención de mitigar la volatilidad intrínseca de la mayoría de criptomonedas, al estar respaldadas por activos o referencias estables, permitiendo su uso como instrumento de pago, medio de intercambio o reserva de valor dentro del ecosistema digital. Sin embargo, su expansión reciente ha sido exponencial, con aplicaciones que trascienden los ámbitos de las criptomonedas para llegar a inclusive mercados emergentes y flujos internacionales de remesas, lo que comienza a entrelazarlas con la economía real y el sistema financiero tradicional.
El Comité de Política Financiera del Reino Unido, en reuniones realizadas en abril de 2025, destacó que aunque la interconectividad actual entre los activos digitales no respaldados y la economía real es todavía relativamente limitada, el crecimiento de stablecoins y mercados de criptomonedas en el último año ha llamado la atención sobre posibles vulnerabilidades que podrían comprometer la estabilidad monetaria y financiera del país. Una de las mayores preocupaciones radica en la liquidez y la calidad de los activos que respaldan a las stablecoins, factores que definen su resiliencia y capacidad de mantener su valor y convertibilidad incluso en períodos de estrés financiero. Según el comité, estas monedas digitales deben estar garantizadas con activos líquidos, seguros y confiables que aseguren la redención puntual a su valor nominal. Sin embargo, ha surgido una advertencia particular sobre la proliferación creciente de stablecoins denominadas en libras esterlinas pero emitidas desde ubicaciones offshore, donde el respaldo de los activos no siempre se ajusta a las normas prudenciales requeridas. Esta situación no solo plantea riesgos para los mercados financieros del Reino Unido sino que también abre la puerta a fenómenos preocupantes como la sustitución de moneda, donde las stablecoins extranjeras podrían desplazar las divisas locales tradicionales, afectando la soberanía monetaria y la política económica nacional.
Además, el uso masivo de stablecoins en pagos minoristas y transacciones transfronterizas genera nuevas dinámicas en el flujo de capitales, aumentando la exposición a riesgos de contraparte y posibles vulnerabilidades en los sistemas de pagos. Particularmente, pequeñas y medianas empresas y consumidores podrían estar expuestos a fluctuaciones y problemas relacionados con la liquidez o respaldo de las stablecoins usadas para operaciones cotidianas o remesas, elevando el riesgo sistémico. Un factor que contribuye a este panorama es la adopción creciente de stablecoins en regiones de economías emergentes, principalmente en África subsahariana, donde las monedas digitales respaldadas en dólares se han convertido en una herramienta clave para sortear deficiencias en la infraestructura bancaria, la falta de acceso a servicios financieros y la volatilidad de las monedas locales. Estudios recientes indican que cerca de la mitad del volumen transaccional en algunas zonas utiliza stablecoins, lo que representa una tendencia significativa que obliga a los reguladores a repensar los marcos jurídicos y las normativas pertinentes. En contraste, en economías desarrolladas, aunque la infraestructura financiera es más accesible y estable, el interés por las stablecoins aún no se masifica del todo, atribuible a factores como la confianza en los sistemas bancarios tradicionales, la regulación clara y la menor presión motivacional para adoptar alternativas digitales.
El Reino Unido, junto con su banco central y la Autoridad de Conducta Financiera (FCA por sus siglas en inglés), está trabajando activamente en el diseño y la implementación de un marco regulatorio específico para las stablecoins con el objetivo de garantizar la resiliencia financiera y proteger a los consumidores, sin frenar la innovación ni las potenciales oportunidades que ofrecen estas tecnologías. Este enfoque implica identificar y supervisar los riesgos asociados, desde la liquidez y el crédito hasta los riesgos de mercado, siempre con una perspectiva de integración prudencial entre activos digitales y sistema financiero convencional. Esta preocupación no es exclusiva del Reino Unido. A nivel europeo, organismos como la Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA) han alertado sobre el impacto creciente que el criptoactivo puede tener sobre la estabilidad del sistema financiero, destacando que caídas abruptas en los precios del sector pueden producir efectos secundarios sobre otras áreas de la economía. En ese sentido, reguladores comunitarios igual han planteado normativas más estrictas, como la obligación para firmas de seguros de mantener capitales equivalentes al valor de sus holdings en criptomonedas, buscando mitigar el riesgo para los asegurados.
El debate sobre la regulación de stablecoins y criptomonedas se sitúa en un punto crítico, donde el equilibrio entre fomentar la innovación tecnológica y garantizar la estabilidad financiera es delicado. La capacidad de los reguladores para entender las características específicas de estos activos digitales y su interacción con los mercados tradicionales será fundamental para evitar crisis sistémicas futuras. Por otra parte, el fenómeno de la sustitución de moneda mediante stablecoins denominadas en divisas extranjeras abre una discusión más amplia sobre la soberanía monetaria en un mundo cada vez más interconectado. Para países en desarrollo, la adopción de stablecoins puede significar una inclusión financiera aumentada, pero también una dependencia creciente de monedas extranjeras digitales que escapan al control directo de sus bancos centrales y gobiernos. El Reino Unido y otros países deben avanzar en políticas que promuevan la colaboración internacional para supervisar y regular el creciente mercado de stablecoins, asegurando que las normas sean coherentes y eficientes a nivel transfronterizo.
Esta tarea implica además promover la transparencia, la rendición de cuentas y la protección del consumidor, pilares indispensables para captar la confianza del público y evitar episodios de fraude o colapsos financieros. En conclusión, el creciente uso y penetración de las stablecoins en el sistema financiero exige una atención rigurosa y coordinada por parte de los organismos reguladores. Aunque representan una innovación significativa que puede transformar la forma en que el dinero se mueve y almacena, sus riesgos potenciales —especialmente en términos de liquidez, respaldo y sustitución de moneda— podrían desencadenar repercusiones para la estabilidad financiera y monetaria. La labor de instituciones como el Comité de Política Financiera del Reino Unido, el Banco de Inglaterra y la FCA, junto con contrapartes internacionales, será esencial para construir un entorno seguro y sostenible donde las monedas digitales puedan coexistir dentro de un sistema financiero robusto y confiable.