El CEO de Coinbase propone un nuevo enfoque para evaluar las criptomonedas En el vertiginoso mundo de las criptomonedas, la regulación y la claridad legal son cuestiones cada vez más críticas. En este contexto, Brian Armstrong, cofundador y CEO de Coinbase, ha compartido su visión sobre cómo establecer un "test de Howey moderno" que ayude a definir qué activos criptográficos deberían ser clasificados como valores. En un reciente comunicado de blog, Armstrong abordó la necesidad urgente de establecer directrices claras para el sector, especialmente tras la reciente caída de la plataforma de intercambio FTX, que dejó a muchos inversores y usuarios angustiados. Armstrong subrayó que la falta de claridad regulatoria en los Estados Unidos ha generado un clima de incertidumbre, lo que perjudica tanto a los inversores como a la innovación en el sector de las criptomonedas. Una de las cuestiones más complejas a resolver es la distinción entre activos que son considerados mercancías, como Bitcoin, y aquellos que deben ser clasificados como valores, como podría suceder con Ethereum.
Según Armstrong, es fundamental que el Congreso de EE.UU. tome medidas para proporcionar esta claridad mediante una versión actualizada del test de Howey. El test de Howey, establecido por la Corte Suprema de EE.UU.
en 1946, se utiliza para determinar si un activo es un valor. Originalmente, se aplicó a contratos de inversión en una plantación de cítricos, pero ha sido adaptado en el ámbito de los valores tradicionales. Armstrong propone un enfoque contemporáneo que toma en cuenta las características únicas de las criptomonedas. Una de las primeras preguntas que plantea es: "¿Hubo una inversión de dinero?" Según él, si el emisor de un activo criptográfico no ha vendido ese activo a cambio de dinero con el propósito de financiar un proyecto, entonces no debería considerarse un valor. Esta premisa pone de relieve la diferencia entre una criptomoneda utilizada como un medio de intercambio o como un activo de inversión.
La segunda pregunta que plantea tiene que ver con la "inversión en una empresa común". Armstrong sostiene que un activo criptográfico solo debe clasificarse como valor si está controlado y operado por una organización centralizada. En contraste, si un proyecto se ha vuelto lo suficientemente descentralizado, es menos probable que encaje en esta definición. Esta observación es relevante en un momento en que muchas criptomonedas están evolucionando hacia modelos más distribuidos y comunitarios, lo que les permite operar sin una entidad única que controle su funcionamiento. La tercera interrogante que Armstrong propone es: "¿Hay una expectativa de beneficios?" Para él, si el principal propósito del activo criptográfico es proporcionar alguna forma de utilidad, como votación, gobernanza o incentivos para las acciones de la comunidad, entonces es poco probable que se considere un valor.
Esta aclaración es crucial, dado que muchas criptomonedas actualmente no solo buscan generar ganancias, sino también proporcionar servicios o funciones dentro de sus respectivos ecosistemas. Por último, Armstrong sugiere preguntar: "¿Los beneficios se derivan principalmente de los esfuerzos de otros?" Si la expectativa de beneficios proviene principalmente de participantes que no están relacionados con la emisión del activo, esto podría indicar que el proyecto es lo suficientemente descentralizado como para no ser considerado un valor. En este sentido, Armstrong deja claro que para que un activo se considere un valor, todas estas condiciones deben cumplirse simultáneamente. Su enfoque busca no solo ofrecer un marco regulador más claro, sino también fomentar la innovación en el espacio de las criptomonedas. En su opinión, es esencial permitir el desarrollo de tecnologías descentralizadas que puedan transformar cómo pensamos sobre la economía y las finanzas.
El debate sobre la clasificación de activos criptográficos no es nuevo. Recientemente, figuras destacadas en el espacio, como la senadora Cynthia Lummis, han señalado que podrían existir implicaciones graves para la forma en que las criptomonedas, como Ethereum, son consideradas por la Comisión de Valores y Bolsa de EE.UU. (SEC). En una entrevista, Lummis sugirió que Ethereum podría ser clasificado como un valor, una afirmación que ha generado controversia y preocupación entre los defensores de las criptomonedas.
Este tipo de clasificatorias podría influir directamente sobre su capacidad para operar y desarrollarse en el futuro. Otro actor prominente en la narrativa de la regulación de criptomonedas es Michael Saylor, el cofundador de MicroStrategy. Saylor ha hecho declaraciones contundentes sobre la naturaleza de muchos activos, afirmando que muchos de ellos, incluyendo Ethereum, podrían ser considerados como valores no registrados. Sus comentarios resuenan en un entorno donde la regulación se vuelve cada vez más apremiante. Armstrong, por su parte, se mantiene firme en la necesidad de que los legisladores actúen.
Asegura que el vacío actual en las regulaciones no solo está asfixiando la innovación, sino que también está conduciendo a un ambiente de incertidumbre que podría perjudicar a los inversores. Por lo tanto, su propuesta de un test de Howey moderno no solo es una sugerencia técnica, sino una llamada a la acción para que los reguladores se reúnan, escuchen a la comunidad cripto y desarrollen un marco que permita crecimiento y seguridad. Es evidente que los próximos pasos en la regulación de criptomonedas en EE.UU. serán determinantes para el futuro del sector.
Con tantas voces influyentes en la discusión, es probable que el camino hacia una regulación clara y efectiva no será sencillo. Sin embargo, la propuesta de Armstrong es un paso significativo en la dirección correcta. Con medidas concretas y un diálogo abierto, es posible comenzar a construir un entorno en el que tanto la innovación como la protección del consumidor puedan coexistir. A medida que se avanza hacia el futuro, se hace imperativo que los actores de la industria y los reguladores trabajen juntos para delinear el paisaje del espacio cripto. Solo el tiempo dirá cómo se verá este nuevo paradigma y cómo impactará a aquellos que participan en él, ya sea como inversores, desarrolladores o usuarios finales.
La idea de un test de Howey moderno es solo el comienzo de una conversación crucial que podría transformar radicalmente el ecosistema de las criptomonedas.