Nvidia se ha consolidado en los últimos años como una fuerza dominante en la industria de los semiconductores, particularmente en el segmento de aceleradores de inteligencia artificial (IA), gracias a su papel fundamental en el desarrollo de tecnologías clave vinculadas a avances como ChatGPT. La empresa experimentó un crecimiento explosivo en 2023 y 2024, alcanzando máximos históricos que reflejaban la confianza de los inversores en su capacidad para capitalizar el auge de la IA. Sin embargo, recientemente, el optimismo ha enfrentado ciertos cuestionamientos ante señales de que la demanda de chips podría estar desacelerándose. El ascenso vertiginoso de Nvidia está íntimamente ligado a su liderazgo en la industria de aceleradores para inteligencia artificial, dispositivos especializados que permiten procesar cargas de trabajo complejas, fundamentales para herramientas de IA de última generación. Estos chips constituyen una porción sustancial de los ingresos de la empresa, quienes en el último ejercicio fiscal reportaron que casi la totalidad de sus ventas provienen de esta división.
Sin embargo, la demanda robusta que impulsó este crecimiento podría verse afectada por varios factores. Uno de los desafíos más relevantes son las tensiones políticas y regulatorias, especialmente relacionadas con las restricciones a la exportación de tecnologías avanzadas hacia algunos países. Las políticas impuestas por el gobierno de Estados Unidos pretenden controlar la diseminación de tecnologías sensibles con un enfoque en la seguridad nacional, limitando la capacidad de Nvidia para ampliar su mercado global. Estas restricciones podrían impactar negativamente su crecimiento en regiones clave. Además, la competencia interna entre sus clientes representa una amenaza emergente.
Algunos de los mayores consumidores de Nvidia, empresas tecnológicas líderes, están explorando la opción de diseñar sus propios chips de inteligencia artificial, con el objetivo de reducir costos y personalizar el hardware a sus necesidades específicas. Esto podría erosionar gradualmente la base de clientes externalizados de Nvidia, limitando su potencial de ingresos a mediano y largo plazo. Otro punto a considerar es la señal de alerta dada por Super Micro Computer, un importante socio que utiliza los aceleradores de Nvidia en sus servidores. La compañía ha revisado a la baja sus perspectivas aludiendo a decisiones demoradas por parte de sus clientes sobre plataformas tecnológicas, lo que podría reflejar una desaceleración en las inversiones corporativas en infraestructura de IA. Dado que el segmento de data centers representa la mayor parte del negocio de Nvidia, esta situación tiene un impacto directo en su evolución financiera.
Aunque los ingresos de Nvidia crecieron un 114 % en el último año fiscal, se espera que el ritmo de expansión se modere considerablemente. La empresa anticipa que para el primer trimestre del año fiscal 2026, su crecimiento ayudaría solo a acelerar un 65 % respecto al año anterior, con la posibilidad de que esta cifra disminuya aún más conforme se materialicen las tendencias actuales de demanda. Este escenario hace que algunos indicadores financieros de Nvidia pierdan atractivo. Su ratio precio-beneficio (P/E) de 36, aunque parece bajo en relación con sus expectativas de crecimiento anteriores, puede no ser suficiente para compensar los riesgos emergentes. El precio-valor contable (P/B) de 33 es particularmente elevado frente a la media del S&P 500, que se sitúa alrededor de 4.
8, reflejando una valoración que podría estar inflada por la intensidad del mercado de IA. No obstante, un análisis más profundo ofrece una visión menos pesimista. La desaceleración actual podría ser temporal y propia de una industria en pleno auge tecnológico donde períodos de euforia suelen alternarse con fases de ajuste. Nvidia posee una cartera tecnológica y una capacidad de innovación que la posicionan bien para mantener su liderazgo. Su expertise en hardware avanzado y su integración con los desarrollos de software de IA le confieren una ventaja competitiva difícil de igualar.
Otro factor clave es la creciente adopción global de inteligencia artificial en sectores que aún no han explotado su potencial, desde la automoción hasta la salud, pasando por las finanzas y la manufactura. Esta expansión del mercado puede reactivar la demanda de chips especializados a medida que más empresas busquen soluciones para mejorar sus procesos mediante IA, creando oportunidades que Nvidia está preparada para capitalizar. Por otro lado, la exploración de sus clientes en el desarrollo de chips propios no implica necesariamente un desplazamiento total de Nvidia. La complejidad y la inversión requerida para diseñar y fabricar semiconductores avanzados es alta, lo que significa que muchas corporaciones podrían continuar dependiendo de proveedores externos para ciertas aplicaciones o prefiriendo alianzas estratégicas en lugar de la internalización completa. La situación política también es dinámica y podría suavizarse con nuevas políticas o acuerdos comerciales que permitan a Nvidia recuperar parte de su acceso internacional.
Mientras tanto, la diversificación de sus líneas de negocio, particularmente en la inteligencia artificial generativa y la computación de alto rendimiento, ofrece vías paralelas para mitigar riesgos. Desde la perspectiva del inversor, la decisión sobre mantener o vender acciones de Nvidia debe considerar tanto los riesgos inmediatos como el potencial a largo plazo. La caída en la demanda a corto plazo podría derivar en volatilidad y fluctuaciones de precio, pero vender prematuramente podría significar perderse la continuidad de un liderazgo tecnológico que está moldeando el futuro digital. En definitiva, aunque la desaceleración de la demanda de chips genera incertidumbre, no implica necesariamente que las acciones de Nvidia deban ser descartadas. La empresa continúa siendo un pilar fundamental en la revolución de la inteligencia artificial, con capacidades que difícilmente pueden ser replicadas rápidamente por competidores o clientes que opten por soluciones internas.