En las últimas semanas de la campaña presidencial, Donald Trump se ha embarcado en una serie de iniciativas empresariales que no solo generan controversia, sino que también están diseñadas para llenar sus arcas personales. Con menos de diez semanas para las elecciones, Trump ha encontrado un modo de capitalizar su imagen y su nombre de formas que nunca antes se había visto en la política estadounidense. A finales de agosto, Trump anunció la venta de una nueva colección de tarjetas de comercio digitales, cada una con un precio de 99 dólares. En su promoción, Trump se describía en diversas poses que incluían danzas y la temática de criptomonedas. “Cincuenta nuevas y deslumbrantes tarjetas digitales, realmente algo único”, decía el exmandatario en un anuncio promocional.
Además, ofreció un atractivo especial para aquellos que compraran más de quince tarjetas: recibirían un único y exclusivo ejemplar físico de una tarjeta junto con un trozo auténtico del traje que había usado durante un debate presidencial. Esta clase de merchandising, impensable en el pasado, demuestra la forma en que Trump está fusionando su campaña con su negocio personal, haciéndolo de una manera que despierta tanto interés como críticas. Poco después, Trump recurrió a su plataforma Truth Social para anunciar la venta de un libro. Este libro, que mostraba imágenes de él mismo, tenía un costo de 99 dólares sin autógrafo y 499 dólares con autógrafo. Trump lo promocionó como “una lectura obligatoria sobre la historia de Estados Unidos.
” Sin embargo, no solo estos productos generaron ingresos, sino que el dinero recaudado no era destinado a su campaña presidencial, sino a sus emprendimientos privados, de los que él se beneficia personalmente. Desde que asumió la política, Trump ha estado aprovechando su nombre de manera sin precedentes. Muchos observadores han comentado sobre la forma en que ha lucrado con la venta de una variedad asombrosa de productos, que incluyen desde biblias firmadas hasta indumentaria de moda a precios exorbitantes. Su firma ha sido capaz de cobrar royalties por la promoción de estos artículos a sus seguidores. Por ejemplo, un sombrero “Make America Great Again” estaba a la venta a 55 dólares en su sitio web privado, en comparación con los 40 dólares que costaba en su campaña.
Esta estrategia podría verse como un astuto negocio para algunos, pero para otros, representa un conflicto de intereses y una falta de ética en el manejo de su papel como candidato presidencial. Don Fox, exconsejero general de la Oficina de Ética del Gobierno de Estados Unidos, declaró que “no hay precedentes en la historia, especialmente en la política moderna, para alguien que ha monetizado su posición o el hecho de postularse para la presidencia de la forma en que lo ha hecho Trump”. Los partidos rivales, especialmente los demócratas, han utilizado esto como una palanca en sus críticas hacia él, insinuando que su única preocupación es su propio bienestar y rentabilidad, por encima de los intereses del pueblo estadounidense. A pesar de la creciente controversia en torno a sus técnicas de recaudación de fondos, Trump continúa persiguiendo sus intereses personales con entusiasmo. Diversos integrantes de su equipo de campaña han expresado, en conversaciones en privado, que algunas de estas tácticas pueden parecer “poco éticas” o incluso “sucias”.
Sin embargo, hay un enfoque más pragmático en su equipo que a menudo predomina: “Si voy a ser atacado y tengo que pagar todos estos abogados y lidiar con todos estos problemas, necesito hacer dinero con esto”, fue el razonamiento de un asesor que prefirió no ser identificado. En sus esfuerzos por recaudar fondos, Trump ha mencionado que ha tenido que enfrentar perdidas significativas en sus propiedades durante su tiempo como presidente, lo cual es corroborado por las divulgaciones financieras federales que se han hecho públicas. No obstante, ha encontrado éxito al aumentar las tarifas de membresía para su club Mar-a-Lago a 700,000 dólares, lo que le permite apelar a los grupos más exclusivos que buscan una conexión con él. El historiador presidencial Douglas Brinkley señaló que, si bien los expresidentes suelen generar ingresos a través de libros o discursos, “ningún candidato presidencial de un partido importante ha comercializado su persona como lo ha hecho Trump”. La falta de distinción entre su vida pública y privada es notable, y es una de las razones por las que sus críticos sostienen que esto ha llevado a una nueva forma de “capitalismo de campaña”.
Mientras tanto, sus partidarios continúan apoyando sus esfuerzos. A pesar de las quejas sobre la falta de ética, muchos ven su enfoque como un ejemplo de su capacidad para mercadearse a sí mismo. A medida que se acerca el día de las elecciones, las decisiones de Trump no parecen enfocarse exclusivamente en la política, sino también en el crecimiento de su imperio personal. Las estrategias de Trump han incluido el lanzamiento de una amplia gama de productos de marca, desde ropa hasta artículos para el hogar, con el fin de capitalizar el fervor que genera en sus seguidores. No solo los productos personales están en la mesa.
En el ámbito político, ha erosionado las barreras que tradicionalmente separan campaña y negocio, estableciendo un nuevo estándar que podría cambiar para siempre el panorama del marketing político. Si bien sus detractores ven esto como una venta de un producto personal a expensas de la esencia misma de la política, otros lo ven como un astuto negocio. Trump ha llegado incluso a promocionar una línea de zapatos con su nombre y su firma, así como un modelo de zapatos dedicado a la temática de criptomonedas. A través de acuerdos de licencia, Trump ha promovido productos que van desde sandalias hasta artículos de entretenimiento, demostrando su versatilidad en el mundo del merchandising. Sin embargo, esta fusión entre negocios y política podría tener un costo.
