La economía de los Estados Unidos se enfrenta a un momento crucial en el escenario electoral, y la posibilidad de que Kamala Harris, actual vicepresidente, asuma la presidencia en las próximas elecciones marcan un antes y un después en el rumbo económico del país. Desde su posición en la administración de Joe Biden, Harris ha sido una figura clave en la defensa de políticas que buscan no solo la recuperación económica tras la pandemia, sino también la implementación de medidas que promuevan una mayor equidad y sostenibilidad. La candidatura de Harris no solo representa una continuidad del legado político de la administración demócrata, sino también la oportunidad de implementar políticas más audaces en varias áreas críticas. Uno de los aspectos más destacados de su plataforma económica es el compromiso con la inversión en infraestructura. La presidente Harris, al igual que Biden, tiene en su agenda la ambiciosa propuesta de un plan de infraestructura que no solo busca modernizar el país, sino también crear millones de empleos bien remunerados y combatiendo así el desempleo crónico que ha afectado a numerosas comunidades.
Una economía impulsada por la inversión en infraestructura podría generar efectos multiplicadores en el resto de la economía. Por ejemplo, la modernización de carreteras, puentes, y espacios públicos podría facilitar el comercio y el transporte, lo que a su vez puede resultar en un aumento en la productividad de las empresas. Además, las inversiones en infraestructura verde, como la energía solar y eólica, no solo crean empleo, sino que también se alinean con los objetivos de sostenibilidad y combate al cambio climático, una de las preocupaciones más apremiantes de la actualidad. Kamala Harris también ha expresado su compromiso con las pequeñas empresas, que son el motor de la economía estadounidense. Durante su campaña, ha señalado la importancia de proporcionar apoyo financiero y técnico a las pequeñas empresas, especialmente a aquellas propiedad de minorías y mujeres, que históricamente han enfrentado barreras significativas para acceder a capital.
Este enfoque no solo fomentaría un crecimiento más inclusivo, sino que también podría revitalizar comunidades que han sufrido por la falta de inversión y oportunidades. Un aspecto relevante de la visión económica de Harris es su enfoque en la educación. Implementar un sistema educativo accesible y de alta calidad es esencial para asegurar que todos los estadounidenses tengan las herramientas necesarias para competir en una economía en constante cambio. Esto es particularmente importante en un mundo donde la tecnología avanza rápidamente y se requieren habilidades cada vez más sofisticadas. La posibilidad de un acceso asequible a la educación superior y la formación técnica podría preparar a una nueva generación de trabajadores, listos para enfrentar los desafíos del futuro y contribuyendo así al crecimiento económico.
Otro elemento a tener en cuenta es el enfoque de Kamala Harris en el salario mínimo. Durante su carrera política, ha abogado por un aumento del salario mínimo a nivel federal, lo que podría tener un impacto significativo en la calidad de vida de millones de estadounidenses. Un salario mínimo más alto podría incentivar a los trabajadores a gastar más, lo que generaría un efecto positivo en la economía local y, en consecuencia, en la economía nacional. Esta política podría ayudar a reducir la desigualdad y fomentar una clase media más robusta. Sin embargo, la candidatura de Harris también enfrentaría numerosos retos.
La polarización política en los EE. UU. podría dificultar la implementación de algunos de sus planes económicos más ambiciosos. Las negociaciones en el Congreso pueden ser complicadas, especialmente si los demócratas no logran mantener una mayoría. Esto significaría que muchas de las políticas propuestas dependerían de la capacidad de Harris para construir consensos y alianzas con legisladores del partido opositor, algo que ha resultado ser un gran desafío en los últimos años.
El contexto económico también juega un papel fundamental en esta dinámica. Si la economía continúa mostrando signos de debilidad -ya sea por efectos de inflación, tensiones en las cadenas de suministro, o problemas geopolíticos- implementar una agenda ambiciosa se podría convertir en una tarea aún más complicada. Harris necesitaría demostrar que puede manejar esta inestabilidad y proponer soluciones efectivas que no solo aborden problemas inmediatos, sino que también preparen a la economía para un futuro más próspero. La relación de EE. UU.
con el resto del mundo también es un elemento fundamental a considerar. En un contexto global interconectado, las decisiones que tome Harris en materia de política económica afectarán no solo a la economía nacional, sino también a los mercados internacionales. La forma en que su administración se relacione con socios comerciales será crucial para asegurar la estabilidad económica y fomentar un comercio justo y equitativo que beneficie a todas las partes involucradas. Por otro lado, la percepción pública de Harris también influenciará su capacidad para llevar a cabo sus planes económicos. Como la primera mujer y la primera persona de ascendencia afroamericana y asiática en ocupar el cargo de vicepresidenta, el legado de Harris ya está dando forma a nuevas narrativas en la política estadounidense.
Sin embargo, también enfrenta críticas y escepticismo, a menudo impuestos por la oposición y algunos sectores de la población que cuestionan su experiencia y capacidad. El futuro económico de los EE. UU. bajo una presidencia de Kamala Harris es un tema complejo, lleno de oportunidades y desafíos. La intención de fomentar un crecimiento inclusivo, apoyar a las pequeñas empresas, y abordar la sostenibilidad son propuestas que podrían resultar en un cambio significativo en la trayectoria económica del país.