En los últimos años, el mundo económico ha estado marcado por términos como la flexibilización cuantitativa, el financiamiento monetario moderno (MMT, por sus siglas en inglés) y las fluctuaciones entre la inflación y la deflación. Estos conceptos, que alguna vez fueron relegados a discusiones entre economistas y académicos, han cobrado relevancia en el discurso público y político, especialmente en un contexto global marcado por crisis económicas, pandemias y cambios tecnológicos. La flexibilización cuantitativa (QE) se refiere a una política monetaria en la que los bancos centrales compran activos financieros, como bonos del gobierno, con la finalidad de aumentar la liquidez del sistema financiero. Este mecanismo busca estimular la economía al hacer que el dinero sea más accesible para los bancos y, en consecuencia, para las empresas y consumidores. Sin embargo, la QE también ha generado inquietudes sobre sus efectos a largo plazo, como un posible aumento de la inflación y la creación de burbujas en el mercado.
Por otro lado, el financiamiento monetario moderno (MMT) ofrece una perspectiva diferente sobre el papel del gobierno y el dinero en la economía. Según la MMT, los gobiernos que emiten su propia moneda no pueden "quebrar" como lo haría una familia o una empresa, ya que siempre tienen la capacidad de crear más dinero. Este enfoque sugiere que el gasto gubernamental puede ser impulsado por necesidades sociales y económicas, sin límite, siempre y cuando haya capacidad ociosa en la economía. Los defensores de la MMT argumentan que la inflación se convierte en un problema únicamente cuando se alcanza el pleno empleo y los recursos son escasos. La inflación y la deflación son dos caras de la misma moneda económica.
La inflación se manifiesta como un aumento general en los precios y una disminución en el poder adquisitivo, mientras que la deflación es una caída en los precios que puede llevar a una reducción en el gasto de los consumidores y a una desaceleración económica. Los bancos centrales vigilan de cerca estos indicadores, utilizando herramientas como las tasas de interés y, como ya se mencionó, la flexibilización cuantitativa, para tratar de mantener un equilibrio. Una de las voces más respetadas en el análisis de estos temas es Lyn Alden, analista financiera que ha dedicado gran parte de su carrera a estudiar las interacciones entre políticas monetarias y los ciclos económicos. Alden argumenta que la QE, aunque efectiva a corto plazo para aliviar crisis económicas, puede alimentar problemas inflacionarios a largo plazo, especialmente si la oferta de dinero aumenta más rápido que la producción de bienes y servicios. Ella enfatiza la importancia de la productividad en la economía: "No se trata solo de cuánto dinero hay en circulación, sino de cuánto valor se puede generar con ese dinero".
La preocupación por el aumento de la inflación ha sido un tema recurrente en el discurso de los economistas y políticos. Durante la pandemia de COVID-19, muchos gobiernos implementaron programas masivos de estímulo y QE para mitigar el impacto económico. Mientras que estos esfuerzos iniciales ayudaron a estabilizar los mercados y ofrecer un alivio temporal, Alden advierte que el uso excesivo de estas herramientas puede llevar a un entorno inflacionario sostenible. Según su análisis, la inflación podría resultar no solo de un exceso de dinero en circulación, sino también de interrupciones en la cadena de suministro y cambios en la demanda de los consumidores. En contraste, la deflación presenta su propio conjunto de desafíos.
Una economía en deflación puede llevar a una espiral descendente en la que los consumidores, esperando precios más bajos, posponen sus compras, lo que a su vez reduce la demanda y lleva a las empresas a recortar costos mediante despidos y recortes salariales. Este ciclo puede ser devastador y difícil de revertir. Alden señala que la deflación a menudo se considera un "mal menor" en comparación con la inflación, pero sus efectos pueden ser igualmente perjudiciales, especialmente en economías que ya están luchando por recuperarse. La relación entre la QE, la MMT y los problemas de inflación y deflación no es sencilla. En un entorno de QE, los gobiernos pueden sentirse tentados a adoptar políticas de gasto más expansivas.
La MMT, si bien proporciona un marco teórico que justifica este tipo de gasto, también plantea preguntas difíciles sobre su implementación en la práctica. Una política fiscal expansiva y la creación de dinero por parte de los bancos centrales deben ser manejadas con cuidado para evitar la tentación de financiar déficits perpetuos que eventualmente podrían erigir barreras en la economía. En este contexto, los responsables y formuladores de políticas deben encontrar un delicado equilibrio entre estimular el crecimiento y mantener la estabilidad de precios. Los analistas como Alden sugieren que se necesitarán medidas más judiciosas y adaptables que consideren no solo los indicadores macroeconómicos tradicionales, sino también las dinámicas de mercado en constante evolución. Los desafíos que enfrentamos hoy, desde el cambio climático hasta la inteligencia artificial, también exigen que reconsideremos cómo implementamos políticas económicas y monetarias.