El 9 de mayo de 2025, una imagen impactante llamó la atención desde la ciudad fronteriza de Narva, en Estonia. En la imponente muralla del Castillo de Hermann, que da directamente hacia Rusia, apareció un cartel de grandes dimensiones que muestra un retrato compuesto de Vladimir Putin y Adolf Hitler, acompañado por la inscripción “PUTLER WAR CRIMINAL” (Putler, criminal de guerra). Este gesto simbólico, colocado estratégicamente para ser visible desde el lado ruso, ha provocado un debate intenso sobre las tensiones políticas actuales y el legado histórico que aún pesa en Europa del Este. Narva es una ciudad especial por su ubicación en la frontera entre Estonia y Rusia, separada únicamente por el río Narva. La proximidad geográfica implica también una constante interacción política y cultural, convirtiendo cada acto simbólico en un mensaje directo para las audiencias del otro lado del río.
Por eso, la elección del Castillo de Hermann como lienzo para esta manifestación no es casual ni meramente estética; es un acto deliberado y claro de protesta y denuncia. Desde 2023, el Museo de Narva ha utilizado el castillo para enviar mensajes críticos hacia la gobernanza de Putin, etiquetándolo públicamente como un criminal de guerra. Este año, la escala del mensaje se intensificó con la relación directa y controversial entre el líder ruso y uno de los dictadores más infames de la historia, Adolf Hitler. La combinación visual y textual pretende subrayar la gravedad de lo que muchos en Estonia y en gran parte de Europa perciben como actos de agresión y violaciones de Derechos Humanos en el marco de la guerra en Ucrania, que ya lleva más de cuatro años. Maria Smorzhevskikh-Smirnova, directora del Museo de Narva, ha indicado que la instalación anual de estos carteles tiene una intención clara: recordar a la comunidad europea y rusa las consecuencias devastadoras de la guerra y las atrocidades cometidas.
Su finalidad es crear conciencia y motivar a una reflexión profunda sobre la responsabilidad política y moral de los líderes en tiempos de conflicto. El Día de la Victoria en Rusia, que conmemora la caída de la Alemania nazi y el fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa, está cargado de simbolismo y patriotismo. No obstante, en las últimas décadas, este día se ha vuelto un instrumento propagandístico que, además de celebrar la victoria histórica, se utiliza para mostrar la fuerza militar rusa y enviar advertencias a lo que el gobierno ruso denomina “países no amigables”, entre ellos muchos miembros de la OTAN y la Unión Europea. Desde la perspectiva estonia, sin embargo, el 9 de mayo no es un día para celebrar tranquilamente. Estonia conmemora el fin de la Segunda Guerra Mundial el 8 de mayo, alineándose con el resto de los aliados.
Para ellos, el día siguiente no representa una victoria, sino el inicio de una segunda ocupación soviética que duró casi cinco décadas. Esta historia del siglo XX aún define en gran medida la postura política y social de Estonia frente a Rusia y su narrativa nacional. El cartel en el Castillo de Narva no solo es una crítica a Putin sino también una respuesta directa a la propaganda que regularmente emite la ciudad rusa vecina de Ivangorod, donde pantallas gigantes transmiten conciertos y contenidos propagandísticos destinados a la población rusoparlante de Narva. Este intercambio simbólico refleja la compleja relación entre ambas ciudades y países, marcada por la historia, la política y las identidades culturales divergentes. Además, el gesto es una representación contemporánea del uso de símbolos históricos para abordar la realidad política actual.
Hitler, como máxima representación del mal y la tiranía en la historia europea, sigue siendo una figura central en la propaganda y en el discurso político para describir conductas autoritarias y genocidas. El uso del nombre compuesto “Putler” busca fusionar esta idea con la figura de Putin, dándole un peso simbólico que provoca una fuerte reacción tanto en Estonia como en Rusia. La directora Smorzhevskikh-Smirnova ha sido reconocida por su valentía y dedicación, pero también ha sufrido represalias políticas. Fue condenada en ausencia por un tribunal ruso bajo cargos de “noticias falsas sobre el ejército ruso”, un indicio claro de las tensiones entre ambas naciones y de cómo el conflicto trasciende el campo militar para involucrar la esfera judicial y de la libertad de expresión. Paralelamente a la instalación del cartel, en Narva se celebran eventos conmemorativos que apuntan a fortalecer la identidad local y europea, destacando valores como la paz, la libertad y la solidaridad.
La conmemoración europea del 9 de mayo como el Día de Europa está orientada a promover la integración y evitar que los errores del pasado se repitan. Es importante destacar que Narva tiene un lugar singular en la historia de la Segunda Guerra Mundial. En 1944, la ciudad fue casi destruida por bombardeos soviéticos, un hecho recordado en exposiciones organizadas por el museo bajo la dirección de Smorzhevskikh-Smirnova. Este pasado trágico refuerza el contexto en el que se insertan estas acciones simbólicas, pues evoca las heridas profundas que aún perduran en la memoria colectiva. La reacción en Rusia ante este tipo de provocaciones artísticas y políticas suele ser de rechazo, y las autoridades tienden a considerarlas ataques a la integridad y el honor nacional.