La superconductividad es un fenómeno físico que permite a ciertos materiales conducir electricidad sin ninguna resistencia cuando se enfrían por debajo de una temperatura crítica. Desde su descubrimiento en 1911, científicos de todo el mundo han perseguido la posibilidad de encontrar materiales que exhiban esta propiedad a temperaturas cada vez más altas. La superconductividad de alta temperatura representa uno de los hitos más importantes en esta búsqueda, ya que abrió nuevas posibilidades para aplicaciones prácticas en la ingeniería, la medicina, y la tecnología de la información. Históricamente, los superconductores tradicionales requerían temperaturas extremadamente bajas, cercanas al cero absoluto, lo que limitaba su uso debido a los costos y la complejidad de la refrigeración con helio líquido. Sin embargo, en 1986, los investigadores Georg Bednorz y K.
Alex Müller, del IBM Research Laboratory en Zúrich, revolucionaron el campo al descubrir superconductividad en un compuesto cerámico de óxidos de cobre, conocido como cupratos, a una temperatura crítica considerablemente más alta que la de los materiales anteriores: alrededor de 35 kelvin. Este descubrimiento provocó una revolución científica y tecnológica, y les valió el Premio Nobel de Física en 1987. Poco después, se logró mejorar este rango crítico con la sintetización de materiales como el YBa2Cu3O7, también conocido como YBCO, que tuvo una temperatura crítica superior a los 90 kelvin. Esta particularidad marcó un antes y un después porque podía mantenerse superconductivo usando nitrógeno líquido, un refrigerante mucho más económico y accesible que el helio líquido. El nitrógeno hierve a 77 kelvin, lo que posicionó a estos superconductores como avances muy prometedores por sus aplicaciones prácticas.
Los superconductores de alta temperatura no son metales sino mayormente materiales cerámicos. Esto implica retos adicionales para su manufactura industrial, ya que estos compuestos suelen ser quebradizos, dificultando su transformación en hilos o cables flexibles necesarios para conductores eléctricos. A pesar de estos problemas, se han desarrollado diversas técnicas para fabricar hilos superconductores basados en estos materiales, empleando métodos como el depósito por pulverización y el proceso de fabricación epitaxial. Los principales tipos de superconductores de alta temperatura se dividen en varias familias. Entre ellos, los cupratos dominan debido a sus altas temperaturas críticas y amplia investigación.
Estos materiales tienen estructuras basadas en capas de óxido de cobre alternadas con otras capas metálicas que actúan como reservorios de carga. La superconductividad se origina en las capas de cobre y oxígeno, donde los electrones forman pares de Cooper que permiten el flujo sin resistencia. Además de los cupratos, la otra familia importante es la de los superconductores basados en hierro, descubiertos en 2006. Estos compuestos contienen capas de hierro junto con elementos como arsénico o fósforo, y aunque sus temperaturas críticas suelen ser más bajas, alrededor de 56 kelvin, poseen la ventaja de ser menos quebradizos y presentan un campo magnético crítico considerablemente alto. Su estudio ha aportado nuevas perspectivas sobre los mecanismos de superconductividad que difieren de los encontrados en cupratos.
Un caso especial es el del diboruro de magnesio (MgB2), descubierto como superconductor en 2001 con una temperatura crítica de 39 kelvin. Aunque no cumple estrictamente con la definición de alta temperatura según el punto de ebullición del nitrógeno líquido, su facilidad de fabricación y propiedades lo hacen relevante para aplicaciones prácticas. La comprensión teórica de la superconductividad de alta temperatura aún no está completamente consolidada, siendo uno de los mayores desafíos de la física moderna. Mientras que la superconductividad convencional está bien explicada por la teoría BCS (Bardeen-Cooper-Schrieffer), que involucra el acoplamiento de electrones a través de fonones, los mecanismos que gobiernan la superconductividad en cupratos e ironicos resultan mucho más complejos. Se han propuesto múltiples teorías, entre ellas la teoría de la resonancia de enlace valente (RVB) propuesta por Philip Anderson y la hipótesis de fluctuaciones de espín, que sugiere que las interacciones magnéticas actúan como mecanismo mediador de la formación de pares de electrones.
Desde el punto de vista experimental, se ha demostrado que la simetría de los pares de Cooper en los cupratos es predominantemente de tipo d, lo que implica nodos donde la energía del gap superconductivo se anula. Esto es evidenciado por experimentos como la espectroscopia fotoelectrónica y la observación de flujos magnéticos atípicos en dispositivos Josephson, reforzando la idea de una superconductividad no convencional. En el siglo XXI se han producido descubrimientos adicionales que amplían el horizonte de la superconductividad. La aparición de nuevos materiales como los hidruros de lantano bajo altísimas presiones ha alcanzado temperaturas críticas mayores a 250 kelvin, acercándose a temperaturas cercanas a la ambiental, aunque las condiciones extremas limitan su uso práctico. Por otro lado, el grafeno enrollado en ángulo mágico ha evidenciado propiedades superconductoras, lo que abre la puerta hacia materiales bidimensionales y heteroestructuras que podrían revolucionar el campo.
Las aplicaciones de la superconductividad de alta temperatura son múltiples y sumamente importantes. En la medicina, el desarrollo de imanes superconductores permite la fabricación de máquinas de resonancia magnética más potentes y eficientes. En la industria, los cables superconductores favorecen la transmisión energética con pérdidas ínfimas. También en el transporte, la levitación magnética de trenes, conocida como maglev, se beneficia de esta tecnología para alcanzar altas velocidades con bajo consumo energético y sin fricción. Sin embargo, es necesario seguir superando importantes desafíos técnicos para lograr una implementación masiva.
La fragilidad de los materiales, la complejidad de su fabricación y el manejo de corrientes elevadas bajo campos magnéticos fuertes son obstáculos que requieren investigación colaborativa entre ciencia y ingeniería. La búsqueda de superconductores a temperatura ambiente y presión ambiente continúa siendo el objetivo más ambicioso. Lograrlo transformaría profundamente la infraestructura tecnológica mundial, desde la electrónica hasta la generación y distribución de energía. En los últimos años se han registrado avances en materiales complejos compuestos por hidrógeno, carbono y azufre bajo alta presión, así como en estructuras de grafito especialmente tratadas, con resultados preliminares prometedores. En conclusión, la superconductividad de alta temperatura representa un campo vibrante entre la ciencia fundamental y la innovación tecnológica.
El progreso en nuevos materiales, la profundización teórica del fenómeno y la aplicación práctica en diversas áreas consolidan esta disciplina como un pilar para la próxima revolución tecnológica en el siglo XXI. La posibilidad de superconductores más accesibles podría transformar nuestras ciudades, industrias y modos de vida, redefiniendo los límites de la física y la ingeniería.