En la última década, el modelo de Software como Servicio (SaaS) ha dominado el panorama tecnológico, emergiendo como una fuente estable y predecible de ingresos para las plataformas digitales a nivel global. Sin embargo, esta popularidad ha comenzado a mostrar sus límites. Aunque el SaaS fue diseñado inicialmente como una palanca para escalar el crecimiento, rara vez se ha visto como un destino final en sí mismo. Muchas empresas han caído en lo que se denomina la trampa del SaaS, aferrándose a un esquema que, aunque rentable en el corto y mediano plazo, empieza a demostrar signos de saturación y desaceleración en su crecimiento a largo plazo. En este contexto, la innovación tecnológica, especialmente el desarrollo y la aplicación de la inteligencia artificial (IA), plantea desafíos que obligan a repensar el valor real y sostenible que puede ofrecer una plataforma basada únicamente en la oferta de software recurrente.
La irrupción de la inteligencia artificial, con herramientas como GPT-5 y Lovable, ha cambiado el juego radicalmente. Lo que antes podía tomar meses o incluso años desarrollar, ahora puede ser replicado en cuestión de días o incluso horas. Interfaces atractivas, procesos de incorporación intuitivos y tableros de control integrales, que solían ser elementos diferenciadores, ya no son exclusivos. La capacidad de copiar características funcionales y estéticas con gran rapidez pone en evidencia que la innovación tecnológica basada solo en el software pierde su efecto de barrera frente a la competencia. En este escenario, surge una nueva frontera y una forma diferente de construir defensas efectivas para las plataformas: el capital.
La capitalización financiera, especialmente a través de productos de finanzas integradas o fintech, aparece como la verdadera fortaleza —o moat— que puede proteger a las plataformas de la rápida replicación que permite la IA. Pero, ¿qué significa exactamente que el capital sea una barrera infranqueable para la competencia? No se trata solo de tener dinero en las cajas o acceso a líneas de crédito, sino de integrar el financiamiento dentro del ecosistema de la plataforma para generar relaciones de confianza, dinamismo y apego con los usuarios que son difíciles de imitar. La integración de servicios financieros en las plataformas presenta mucho más que una simple funcionalidad adicional. Se transforma en un mecanismo de distribución, acumulación de datos exclusivos y, sobre todo, en un vínculo de confianza con el usuario. La inteligencia artificial puede replicar funciones, pero no puede reproducir relaciones financieras complejas ni la historia de apoyo crediticio que las plataformas construyen con sus clientes.
Por ejemplo, ayudar a una pequeña empresa a superar un déficit de flujo de caja, financiar la compra de inventario o reaccionar rápidamente para reemplazar un equipo esencial son servicios que se convierten en piedras angulares para la fidelización y el crecimiento sostenido. Ejemplos concretos de este fenómeno abundan y resaltan la magnitud de este cambio. Shopify Capital ha prestado más de 2 mil millones de dólares a sus comerciantes desde el lanzamiento de este servicio en 2016. Los comercios que acceden a este capital experimentan un crecimiento del 36% más alto en comparación con aquellos que no lo usan y un 76% regresa por más financiación, generando un ciclo virtuoso que también impulsa los ingresos de Shopify, que pasaron de 389 millones a 8.880 millones de dólares.
De igual forma, en Toast, una plataforma dedicada a la industria restaurantera, los servicios financieros han superado al software como la mayor fuente de ingresos, revelando un cambio fundamental en el modo de monetización y relación con el cliente. Otro ejemplo notable lo ofrece Uber, cuya integración de pagos embebidos no solo aumentó sus ingresos en un 10% en un año, sino que mejoró la retención de usuarios en un 15%, redujo los costos administrativos en un 25% y aumentó las conversiones de sus anuncios en un 20%. Estas cifras no deben ser tomadas como mera casualidad, sino como evidencia de que aquellas plataformas que van más allá de ser simples fábricas de características, que realmente comprenden y atienden las necesidades financieras de sus usuarios, logran establecer una ventaja competitiva tangible y sustentable. Esta necesidad real y latente de capital no surge en el vacío, sino que se fortalece con la erosión del sistema bancario tradicional, especialmente en lo que respecta a la atención a pequeñas y medianas empresas (PYMES). La desaparición progresiva de relaciones cercanas y personalizadas con prestamistas locales ha dejado a estos negocios con opciones muy limitadas para su financiamiento.
Los modelos crediticios obsoletos y las ofertas estandarizadas dificultan que las PYMES accedan al dinero necesario para operar, crecer o superar dificultades momentáneas. En Europa, la brecha de financiamiento para pequeñas y medianas empresas alcanza la asombrosa cifra de 400 mil millones de euros, un déficit que impacta negativamente no solo a estos negocios, sino a toda la economía. La importancia de atender esta brecha financiera es fundamental, dado que las PYMES constituyen la espina dorsal de la economía global, representando la mayoría de empresas en prácticamente todos los continentes. Su fracaso o estancamiento puede provocar una cadena de efectos adversos que repercuten en el empleo, la innovación y la estabilidad económica general. Las plataformas que aprovechan la oportunidad de financiar estos negocios tienen la posibilidad no solo de generar ingresos adicionales, sino de contribuir al fortalecimiento y desarrollo económico de sus comunidades y regiones.
Más allá de la oferta financiera, el valor del capital para las plataformas reside en la capacidad de combinar datos operativos, históricos y transaccionales para construir perfiles crediticios mucho más precisos y adaptados a la realidad específica de cada negocio. Esta personalización permite diseñar productos financieros ajustados al contexto, mejorando las tasas de éxito y mitigando riesgos, algo que los bancos tradicionales no pueden lograr con facilidad debido a sus estructuras rígidas. Frente a estas transformaciones, el rol del fundador y gestor de plataformas debe ser redefinido. No basta con innovar en características de software o interfaces más amigables. La clave está en escuchar críticamente a las necesidades de los clientes y descubrir que el acceso al capital es una prioridad unánime, indiferentemente del tamaño, sector o ubicación geográfica.