La importancia de la investigación y desarrollo (I+D) en el mundo actual no puede ser subestimada. Como motor fundamental de la innovación y progreso tecnológico, el gasto en I+D refleja la capacidad de una economía para avanzar, competir y generar soluciones que afectan todos los aspectos de la vida cotidiana. Durante las últimas dos décadas, el gasto global en I+D ha experimentado un crecimiento impresionante, alcanzando cerca de 2.75 billones de dólares en 2023, casi triplicando las cifras registradas en el año 2000. Esta transformación se ha dado pese a desafíos económicos, crisis sanitarias y tensiones geopolíticas que marcaron el periodo.
El crecimiento sostenido demuestra que la innovación continúa siendo una prioridad para países de todos los continentes, deseosos de impulsar su desarrollo y consolidar su presencia en la economía mundial del conocimiento. Uno de los aspectos más destacados del panorama actual es el aumento significativo de la intensidad en I+D como proporción del Producto Interno Bruto (PIB) mundial. En 2023, esta proporción alcanzó cerca del 2%, un incremento importante respecto a menos del 1.5% registrado en el año 2000. Aunque el PIB global creció rápidamente en este tiempo, el aumento en el gasto en I+D revela una economía más enfocada en la innovación, que prioriza la inversión en tecnología y conocimiento como clave para el desarrollo sostenible y competitivo.
Este cambio representa aproximadamente un billón de dólares adicionales en gasto en I+D, reforzando la importancia de la ciencia y la tecnología en la economía mundial. La región de Asia, en particular, se consolidó como el epicentro del gasto en I+D. Actualmente, Asia representa cerca del 46% del gasto global, un crecimiento notable desde el 25% registrado en 2000. Este cambio refleja el dinamismo de economías como China, Corea del Sur, Japón y varios países del sudeste asiático como Indonesia y Tailandia. Especialmente llamativo es el crecimiento de China, que ha logrado subir su participación global en gasto I+D desde apenas un 4% hace dos décadas hasta un imponente 26% en 2023, situándose como segundo mayor gastador mundial detrás de Estados Unidos.
El aumento chino ha modificado sustancialmente el equilibrio geográfico del talento y la inversión científica mundial, marcando un desplazamiento hacia Asia. Estados Unidos continúa liderando la inversión en I+D con cerca de 784 mil millones de dólares en 2023, seguido muy de cerca por China con 723 mil millones. Sin embargo, la diferencia con otros países es considerable. Japón y Alemania ocupan los siguientes puestos con 184 y 132 mil millones de dólares respectivamente, cifras que aunque significativas son un múltiplo menor comparadas con las de las dos potencias mencionadas. El Reino Unido, Corea del Sur e India también forman parte del selecto grupo de potencias en gasto I+D, con niveles que alcanzan desde los 70 a los 90 mil millones de dólares aproximadamente.
La Unión Europea en conjunto suma un gasto cercano a los 410 mil millones de dólares, posicionándose como una fuerza importante aunque algo rezagada respecto a la competición bilateral entre EE.UU. y China. El cambio en la configuración mundial de estos gastos refleja no solo una mayor participación de países asiáticos y la presencia creciente de naciones de ingreso medio, sino también un descenso relativo de los países de altos ingresos en su porcentaje de participación. El grupo de economías de altos ingresos vio su participación en el gasto global de I+D bajar del 87% en el 2000 al 63% en 2023, impulsado principalmente por el espectacular avance de China y otras economías emergentes.
Este fenómeno ha incentivado nuevas dinámicas de colaboración, competencia y políticas públicas orientadas a fortalecer los sistemas nacionales de innovación en diversas regiones. En otras regiones, el panorama también muestra transformaciones notables. África, aunque su participación global sigue siendo modesta, registra un leve aumento, particularmente impulsado por países como Egipto que ha multiplicado su inversión en I+D de manera significativa. Egipto no solo encabezó el crecimiento en esta región sino que también alcanzó un gasto superior a los 15 mil millones de dólares ajustados por paridad de poder adquisitivo, un indicativo alentador del potencial científico en el continente. Otros países africanos, como Argelia, Marruecos y Nigeria, también han mostrado mejoras sustanciales, indicando que la inversión en I+D comienza a ser una prioridad para fomentar el desarrollo tecnológico y socioeconómico local.
En cuanto a la intensidad de la inversión en I+D, Israel y Corea del Sur destacan como líderes mundiales, con gastos que superan el 6% y 5% del PIB respectivamente. Este es un nivel muy superior al promedio global y ejemplifica la apuesta decidida por la innovación como motor de competitividad. Países como Estados Unidos, Japón, Alemania y varios países europeos también superan el umbral del 3%, mientras que China sigue siendo el único país de ingresos medios que logra sobrepasar el 2%. Esta alta intensidad es señal de economías que no solo invierten grandes sumas absolutos sino que además dedican un porcentaje significativo de sus recursos totales a investigación y desarrollo. De forma contraria, numerosas economías presentan inversiones inferiores al 1% de su PIB, especialmente en regiones en desarrollo y países con menos recursos.
Esto sugiere un desafío global para democratizar el acceso a la innovación y potenciar sistemas nacionales de I+D que promuevan el crecimiento inclusivo. No obstante, algunos países de ingresos medios, como Turquía, Tailandia, Brasil y Egipto, han alcanzado niveles superiores al 1%, mostrando que el avance es posible con políticas orientadas hacia la ciencia y tecnología. El sector privado juega un papel crucial en la financiación de la I+D en muchos países. Israel lidera con un 92% de su I+D financiada y realizada por empresas privadas, seguido de Vietnam e Irlanda con altos porcentajes que superan el 80%. Otros países como Japón, Corea del Sur, Estados Unidos, China y varias naciones europeas también registran una fuerte participación del sector empresarial en la actividad investigadora, reflejando la importancia de la colaboración público-privada para generar innovación aplicada y competitividad industrial.
En contraste, países como Kenia, Ruanda y Egipto presentan un predominio de la financiación pública, con sectores privados que apenas contribuyen con una fracción a los gastos en I+D, lo que representa un área de oportunidad para diversificar fuentes y fomentar ecosistemas más robustos de innovación. En el último par de décadas, las economías de ingresos medios han sido las que muestran el crecimiento más acelerado en gasto en I+D, con China como el caso más sobresaliente, multiplicando su inversión en 18 veces desde el año 2000. Países como Ecuador, Arabia Saudita, Egipto e Indonesia también han registrado aumentos impresionantes, reflejando una expansión dinámica de la innovación en regiones fuera de los tradicionales centros tecnológicos. Este crecimiento proporciona esperanzas acerca de la convergencia tecnológica global y la posibilidad de nuevas fuentes de creatividad y desarrollo. A pesar de la creciente inversión y expansión geográfica, persiste una marcada desigualdad en los niveles de gasto y intensidad en I+D entre países y regiones.
Más de la mitad de las economías del mundo dedican menos del 1% de su PIB a esta actividad y alrededor del 50% ni siquiera alcanzan el 0.5%, destacando la necesidad de políticas integrales que fomenten la investigación y fortalezcan capacidades locales para participar en la economía del conocimiento. En conclusión, el panorama global del gasto en investigación y desarrollo ha sufrido transformaciones profundas en los últimos 20 años, con un marcado aumento de la inversión total, un cambio en la distribución geográfica hacia Asia y una incorporación creciente de economías de ingresos medios al grupo de los principales gastadores. Estados Unidos y China dominan el escenario con cifras que superan los 700 mil millones de dólares, mientras que países como Israel, Corea del Sur y algunas naciones europeas destacan por su alta intensidad en inversión relativa al PIB. África y América Latina, aunque con menor proporción global, muestran algunos casos positivos de crecimiento, especialmente en Egipto.
Este nuevo equilibrio desafía a los países a fomentar ecosistemas más inclusivos y sostenibles de innovación, fortaleciendo tanto la inversión pública como privada, y apostando por la colaboración internacional en la creación y difusión del conocimiento. El futuro de la innovación global dependerá en gran medida de cómo estos factores se conjuguen para acelerar el progreso tecnológico y mejorar la calidad de vida a nivel mundial.