La Franja de Gaza, una estrecha franja costera que alberga a casi dos millones de personas, enfrenta una de las amenazas más graves en su historia reciente. Según fuentes oficiales israelíes y reportes internacionales, el gobierno de Israel ha diseñado un plan que contempla la ocupación completa y la devastación total de Gaza si no se logra un acuerdo de alto al fuego y liberación de rehenes antes de la visita programada del expresidente Donald Trump a Medio Oriente. Esta situación se convirtió en un foco central de la política regional en mayo de 2025, generando preocupación mundial por las consecuencias humanitarias y geopolíticas que podrían desencadenarse. El origen de esta propuesta militar nace en un contexto de prolongado conflicto entre Israel y Hamas, organización que controla Gaza y que ha sido catalogada como grupo terrorista por diversas naciones. Tras el colapso de un cese al fuego previo de dos meses, Israel tomó la decisión de cortar completamente el suministro de alimentos, agua y medicinas hacia Gaza, empeorando dramáticamente la situación de la población civil atrapada en medio del enfrentamiento.
La estrategia, conocida internamente bajo el nombre clave "Los Carros de Gedeón", prevé la movilización de alrededor de cuatro o cinco divisiones del ejército israelí para invadir y mantener el control permanente sobre Gaza. Además de la ocupación total, el plan contempla la destrucción sistemática de infraestructuras, con la intención de "aplanar" todos los edificios que queden en pie durante la operación militar. Se proyecta asimismo la desplazamiento forzado de casi la totalidad de los dos millones de habitantes hacia una zona humanitaria situada en Rafah, al sur de la Franja. Este traslado masivo de civiles estaría supuestamente gestionado a través de nuevos complejos de asistencia humanitaria, administrados por una fundación internacional junto con empresas privadas de Estados Unidos. Sin embargo, las Naciones Unidas y diversas organizaciones de ayuda humanitaria han rechazado participar en esta iniciativa, preocupadas por la falta de garantías para la protección de derechos humanos y el bienestar de la población desplazada.
Un aspecto altamente controversial es la supuesta naturaleza "voluntaria" que Israel atribuye a la posible salida de palestinos hacia otros países. Actualmente, ningún Estado ha aceptado recibir a esas personas, que enfrentarían un futuro incierto como desplazados internacionales. Esta realidad ha sido duramente cuestionada por analistas y defensores de derechos humanos, quienes califican este aspecto como un intento de desarraigo forzado y un posible acto de limpieza étnica. La visita del expresidente Donald Trump a Medio Oriente, con agendas en Arabia Saudita, Catar y Emiratos Árabes Unidos, ha sido señalada como el plazo límite para la consecución de un acuerdo sobre el alto al fuego y la liberación parcial o total de rehenes. No obstante, Trump no tiene previsto visitar Israel debido a la gravedad actual del conflicto y el rechazo tanto de funcionarios estadounidenses como israelíes de considerar esta opción viable.
El panorama diplomático presenta complejidades adicionales. Mientras Israel condiciona un alto el fuego a la liberación de entre ocho y diez rehenes y un cese temporal de 45 a 60 días, Hamas demanda el fin total de la guerra y la liberación de las 59 personas secuestradas. Esta divergencia ha estancado las negociaciones, con pocos avances y un aumento progresivo de la tensión. En paralelo, el enfoque político y mediático estadounidense ha reducido la prioridad sobre Gaza, desplazando la atención hacia la guerra en Ucrania y las negociaciones nucleares con Irán. Aunque el gabinete de seguridad israelí reconoce que la operación militar de gran escala es un "arma nuclear" para derrotar a Hamas, muchos funcionarios prefieren evitar este desenlace debido al costo humano y político que implicaría.
Sin embargo, resalta la postura intransigente del primer ministro Benjamin Netanyahu, quien rechaza un acuerdo que concluya completamente la guerra, presionando a Hamas para que sus términos sean aceptados. Dentro de Israel, la decisión de lanzar una invasión masiva ha generado un intenso debate. El ejército requiere la movilización de 70,000 reservistas, muchos de los cuales han estado en servicio activo durante meses consecutivos. A pesar de esta necesidad, se reporta que entre el 30 y 50% de ellos no se presentarían, reflejando un desgaste militar y social considerable. Por otro lado, familiares de los rehenes se oponen firmemente a la operación, temiendo por la seguridad de sus seres queridos.
Además, sondeos recientes indican que la mayoría de la sociedad israelí está en contra de una ofensiva mayor que implique la ocupación completa de Gaza. Muchos ciudadanos creen que Netanyahu está prolongando el conflicto por razones políticas, lo que añade una carga adicional a la ya compleja situación. A nivel internacional, la perspectiva de una destrucción masiva y desplazamiento masivo de palestinos ha despertado condenas y llamados urgentes a la negociación. La comunidad global mira con inquietud la posibilidad de una catástrofe humanitaria, especialmente considerando las cifras de víctimas mortales ya registradas: más de 52,000 palestinos muertos, en su mayoría civiles, y cerca de 1,600 israelíes, entre ellos soldados y civiles. En la esfera mediática y diplomática, la presión se intensifica para que se encuentre una solución pacífica antes de que se ejecuten los planes de ocupación definitiva.
El peligro radica en que, de no cumplirse el plazo que marca la visita de Trump, la ofensiva aumentaría su escala y podría desencadenar una crisis sin precedentes en la región, con consecuencias que repercutirían a nivel global. El conflicto en Gaza es, en esencia, una tragedia humana con profundas raíces políticas, históricas y sociales. La perspectiva de una ocupación y destrucción total representa un punto crítico en la historia del conflicto israelo-palestino. La comunidad internacional, los gobiernos de Medio Oriente y las organizaciones de derechos humanos continúan buscando opciones para la mediación y el acuerdo negociado, pero el tiempo se agota y las posibilidades parecen disminuir. En última instancia, las decisiones que se tomen en las próximas semanas no solo determinarán el futuro inmediato de Gaza y su población, sino que también impactarán la estabilidad regional y las relaciones internacionales en uno de los focos geopolíticos más convulsos del planeta.
La esperanza reside en que la diplomacia y la presión global impidan la catástrofe, preservando los derechos humanos y abriendo un camino hacia la paz.