En los últimos días, el ambiente político en Estados Unidos se ha caldeado aún más después de que el ex presidente Donald Trump emitiera un nuevo llamado a la lealtad entre los votantes religiosos. Durante un evento del Consejo Americano-Israelí, celebrado en Washington el 19 de septiembre de 2024, Trump sugirió que los judíos y los católicos que no lo apoyen deberían hacerse “examinar la cabeza”. Esta declaración ha suscitado una ola de reacciones airadas, con líderes judíos y católicos expresando su preocupación por el uso de retórica divisiva que históricamente ha sido perjudicial para sus comunidades. A medida que se aproximan las elecciones presidenciales de noviembre, Trump ha comenzado a implementar un mensaje que divide a los votantes según su fe, acentuando los esfuerzos por posicionarse como el protector de los valores religiosos en un país que, según su discurso, enfrenta amenazas crecientes. En particular, sus comentarios sobre la comunidad judía fueron considerados peligrosos por muchos, al insinuar que la derrota en las elecciones podría ser atribuida a la falta de apoyo judío, un ángulo que recuerda los peores momentos de la historia del antisemitismo.
Rabbi Rick Jacobs, presidente de la Unión para el Judaísmo Reformista, no tardó en responder a la declaración de Trump. En un post en redes sociales, denunciaba que sus palabras “colocan un blanco sobre los judíos estadounidenses” y que alimentan una narrativa antisemita que ha perdurado durante siglos. Jacobs instó a Trump a reconsiderar sus comentarios, recordando que la historia demuestra que las acusaciones contra los judíos pueden llevar a la violencia y al odio. Lo que se presenta como una prueba de lealtad por parte de Trump ha sido calificado de “peligroso” por expertos en retórica y líderes religiosos. Steven Millies, profesor de teología pública en la Unión Teológica Católica de Chicago, destacó que un político no católico no debería arrogarse el papel de determinar lo que es bueno o malo para el catolicismo, ni lo que es correcto o incorrecto para el judaísmo.
Esta observación subraya la delicadeza del liderazgo espiritual y la importancia de permitir que las comunidades religiosas definan su propia identidad. El secretario de prensa de la campaña de Trump, Karoline Leavitt, intentó desmarcarse de las críticas al afirmar que Trump es el mejor aliado Israel en la historia de la presidencia estadounidense. Leavitt enfatizó que muchos judíos, tanto en Estados Unidos como a nivel mundial, reconocen los logros de Trump en apoyo a Israel, en comparación con las políticas del presidente Biden y su compañera de fórmula, la vicepresidenta Kamala Harris. Sin embargo, esta defensa no aborda las preocupaciones fundamentales planteadas por los líderes judíos sobre la retórica incendiaria utilizada por Trump. El pasado 22 de septiembre, durante una publicación en Truth Social, Trump extendió sus advertencias a los votantes católicos, generando un remolino de críticas de la comunidad católica.
Su insistencia en un voto monolítico por él entre las comunidades religiosas lo posiciona como un líder que no solo busca apoyo sino que demanda una lealtad ciega, una táctica que algunos expertos consideran más propia de un líder autoritario que de un candidato demócrata. Matthew Boedy, profesor de retórica religiosa, señaló que las afirmaciones de Trump han comenzado a adoptar un lenguaje de guerra espiritual, donde cualquier oposición se convierte en un enemigo, ya sean judíos, cristianos o musulmanes. Este enfoque, argumentó Boedy, no solo es nocivo para la democracia, sino que también erosiona los principios de pluralismo y convivencia pacífica que han caracterizado a Estados Unidos. Desde la perspectiva católica, David Gibson, director del Centro de Religión y Cultura en Fordham University, argumentó que los comentarios de Trump eran casi impensables en elecciones anteriores. Para un no católico que se posesiona como salvador de los católicos es un fenómeno desconcertante.
Sin embargo, la polarización actual ha llevado a algunos conservadores a ignorar sus convicciones religiosas en favor de una lealtad partidaria ciega. Gibson también señaló que la dura postura de Trump sobre inmigración, que incluye llamados a deportaciones masivas, está en desacuerdo con las enseñanzas católicas que abogan por la dignidad y el respeto hacia todos los seres humanos. Esta dicotomía no solo plantea problemas de consistencia entre las creencias personales de los votantes católicos, sino que también abre un debate sobre qué significa verdaderamente “ser católico” en el contexto político contemporáneo. La respuesta de la comunidad judía ha sido unánime, cruzando divisiones ideológicas. La Comisión Judía Americana, un prominente grupo de defensa, emitió una declaración enérgica en la que se oponía a las insinuaciones de Trump, subrayando que “culpar a los judíos por una derrota política es tanto odioso como peligroso”.
Esta declaración se enmarca en un contexto más amplio, donde la comunidad judía se ha sentido atacada y señalada en y por el ambiente político que ha proliferado en los últimos años. Mientras tanto, una facción de judíos que resalta sus vínculos con Trump ha optado por señalar que las críticas son exageradas e infundadas. Ellie Cohanim, quien ocupó un cargo en la administración Trump como enviada especial para combatir el antisemitismo, expresó su apoyo al ex presidente, sugiriendo que el Partido Demócrata ya no representa a la comunidad judía. Sin embargo, el hecho de que una parte de la comunidad judía apoye a Trump no mitiga el efecto de sus declaraciones sobre el clima general de antisemitismo y división. Lauren Maunus, directora política de IfNotNow, un movimiento judío que critica la política de Israel hacia los palestinos, condenó el discurso de Trump, advirtiendo que inflama el peligro de que se produzcan actos de violencia contra judíos si el ex presidente pierde.
Más allá de las divisiones políticas y religiosas, este episodio resalta la importancia de mantener un discurso respetuoso y un sentido de comunidad entre diferentes grupos religiosos. En la sociedad estadounidense, donde la diversidad es un pilar, llamar a la lealtad desde una plataforma de exclusión y división puede resultar en un daño significativo, no solo a las relaciones interreligiosas, sino también al tejido social en su conjunto. Se puede ver que los recientes eventos marcan un punto de inflexión en la relación entre la religión y la política en Estados Unidos. La retórica de Trump, cargada de antagonismo, contrasta con el deseo de las comunidades judía y católica de vivir y votar de acuerdo con sus creencias, sin miedo a ser estigmatizados o culpables por decisiones electorales. Con el lento pasar del tiempo hacia las elecciones de noviembre, la pregunta que persiste es si estos comentarios incendiarios afectarán el modo en que los votantes religiosos se posicionarán ante la urnas y cómo sus comunidades evolucionarán a partir de este episodio.
A medida que el panorama político continúa desarrollándose, el verdadero desafío será construir puentes en lugar de muros, encontrar puntos en común y recordar que, sin importar las creencias individuales, el respeto y la dignidad deben ser valores compartidos en la búsqueda de una sociedad más unida y comprensiva.