En el universo de las criptomonedas, las discusiones y confrontaciones entre partidarios de diferentes proyectos son moneda corriente. Uno de los debates más recientes y acalorados involucra a PlanB, el creador del modelo de stock-to-flow para Bitcoin, y su crítica abierta hacia Ethereum (ETH), la segunda criptomoneda más grande por capitalización de mercado. PlanB ha descrito a Ethereum como un "shitcoin" centralizado y previamente minado, desatando así una ola de opiniones encontradas en la comunidad cripto. PlanB, conocido por su enfoque cuantitativo y su defensa férrea de Bitcoin como el activo digital definitivo, ha cuestionado múltiples aspectos de Ethereum, comenzando por la percepción de falta de descentralización en la red y el hecho de que gran parte del suministro de Ether fue preminado antes del lanzamiento público. Además, señaló la migración del sistema de consenso de Ethereum desde Proof-of-Work (PoW) hacia Proof-of-Stake (PoS), argumentando que esta evolución podría ser perjudicial para el valor y la integridad del ecosistema.
Una de las críticas que PlanB hace énfasis es el supuesto alto umbral técnico para operar un nodo completo de Ethereum, particularmente ante el tamaño masivo de los datos necesarios para un nodo de archivo completo, que puede requerir hasta varios terabytes de almacenamiento. Este argumento contrasta con la relativa accesibilidad para ejecutar un nodo completo de Bitcoin, que según estadísticas puede requerir menos de un terabyte y demanda menos potencia computacional. Para PlanB, esta diferencia implica un daño directo a la capacidad de descentralización y al acceso comunitario democrático a la validación de la red. El punto central de la acusación de PlanB es que Ethereum termina sufriendo por concentraciones de poder y control en pocas manos, algo que contrasta con la filosofía radicalmente descentralizada del ecosistema Bitcoin. Nombrar a Ethereum como un "shitcoin centralizado y preminado" es consecuencia de esa visión donde Bitcoin es visto como el "oro digital" inmutable y con suministro limitado, mientras que Ethereum se presenta como más flexible, multifuncional pero con escudos vulnerables que podrían erosionar su valor intrínseco.
La centralización no solo se limita al acceso de nodos, sino también al proceso de toma de decisiones y gobernanza del protocolo. PlanB criticó lo que considera un "punto único de falla" en la figura del cofundador Vitalik Buterin, sugiriendo que esa concentración de influencia puede comprometer la independencia futura del proyecto. No obstante, voces dentro de la comunidad Ethereum señalan que Buterin ha estado reduciendo progresivamente su rol operativo, orientándose hacia la investigación para evitar estos riesgos. Un episodio relevante que alimenta la polémica fue el rollback decidido en la red Ethereum tras el hackeo del DAO en 2016, donde se revirtieron las transacciones para recuperar fondos robados, algo que para PlanB representa una vulnerabilidad ética y técnica. Por supuesto, los partidarios de Ethereum argumentan que este rollback fue una decisión necesaria ante una situación excepcional y que los ecosistemas blockchain, incluyendo Bitcoin, han transitado por experiencias similares en sus primeras etapas, como el rollback en Bitcoin en 2010 tras un exploit de seguridad.
La migración de Ethereum hacia Proof-of-Stake también ha sido foco de críticas. PlanB advierte que la reducción en la emisión de nuevas monedas y la alteración de las reglas de validación pueden alterar negativamente el valor percibido y la seguridad del activo. Mientras PlanB defiende la emisión fija y predecible de Bitcoin como fundamental para preservar su estabilidad a largo plazo, Ethereum reconfigura su modelo económico y de incentivos para adaptarse a un paradigma más sostenible y eficiente energéticamente. Más allá de la confrontación directa, expertos de la industria como Jeremiah O’Connor, CTO de Trugard, han señalado que comparar Ethereum y Bitcoin como si fueran rivales directos es un error conceptual. Ethereum no es solo una reserva de valor, sino una plataforma global para contratos inteligentes y aplicaciones descentralizadas que aportan funcionalidades completamente diferentes a las de Bitcoin.
Por tanto, medidas como la complejidad de nodos o modelos económicos deben evaluarse en contexto con la misión y arquitectura específicas de cada red. Esta diversidad funcional hace que algunas críticas desde la perspectiva Bitcoin maximalista puedan parecer sesgadas, ya que no consideran los compromisos que cada proyecto hace para lograr sus objetivos. La referencia de O’Connor a llamar “shitcoin” a Ethereum por no ser Bitcoin es equiparable a comparar un teléfono móvil con un teléfono fijo tradicional y desestimarlo por no cumplir con las mismas funciones. Pese a las críticas, Ethereum ha demostrado ser un ecosistema vibrante, con desarrollos constantes y una comunidad comprometida. Iniciativas que buscan mejorar la descentralización, reducir la dependencia de proveedores centralizados de infraestructura como Infura y optimizar la escalabilidad están en marcha.
La red evoluciona rápidamente y plantea nuevas soluciones a desafíos complejos, buscando encontrar un equilibrio entre desempeño, seguridad y accesibilidad. Asimismo, la coexistencia y sinergia entre Bitcoin y Ethereum están cada vez más reconocidas. Bitcoin suele percibirse como el valor refugio, la moneda sólida con mayor adopción institucional, mientras que Ethereum es la base para innovaciones en finanzas descentralizadas (DeFi), tokens no fungibles (NFT), y contratos inteligentes. Ambas blockchains cumplen roles distintos que se complementan dentro del ecosistema cripto global. En conclusión, las críticas de PlanB hacia Ethereum reflejan un desacuerdo fundamental sobre las prioridades y visiones para las criptomonedas.
Mientras Bitcoin se cimenta en la escasez digital y la inmutabilidad, Ethereum explora las capacidades programables y la adaptabilidad de sus servicios. La etiqueta de "centralizado" y "premine" responde a una percepción particular que no es unánime y que está siendo debatida activamente. Las conversaciones sobre descentralización, gobernanza, diseño económico y seguridad continuarán siendo fundamentales para el futuro de las criptomonedas. Los usuarios, inversores y desarrolladores deberán evaluar los trade-offs que cada red propone y decidir según sus propios objetivos y valores. Al final, tanto Bitcoin como Ethereum han contribuido a revolucionar el concepto de dinero y redes digitales para siempre, y su evolución conjunta promete mantener viva la innovación en la industria blockchain.
Mantenerse informado sobre estos temas es esencial debido a la velocidad con que avanza el sector y las implicaciones económicas y tecnológicas que surgen. La controversia en torno a Ethereum y las opiniones de figuras como PlanB son un espejo de la complejidad inherente a un espacio que constantemente pone a prueba las ideas sobre dinero, tecnología y poder descentralizado.