Venus, conocido como el planeta más caliente del sistema solar y el gemelo terrestre debido a su tamaño y composición similares, sigue siendo un misterio para los científicos a pesar de décadas de estudio. En un avance reciente publicado en la revista Nature Communications y financiado por la NASA, investigadores han presentado un estudio que desafía las ideas previas sobre la corteza del planeta y su evolución geológica, proporcionando una nueva visión sobre cómo funcionan sus procesos internos. Durante mucho tiempo, los científicos consideraron que la corteza venusina, la capa externa sólida del planeta, debería ser cada vez más gruesa debido a la ausencia de fenómenos como la tectónica de placas que en la Tierra regulan el constante reciclaje del material crustal. La tectónica de placas en la Tierra permite que las placas más delgadas y menos densas se deslicen sobre las más densas, desencadenando procesos de subducción que colaboran en limitar el grosor total de la corteza al introducir material de vuelta al manto. Estos procesos, además de propiciar el metamorfismo – modificaciones en las rocas causadas por presión y temperatura– explican la actividad volcánica y la dinámica geológica terrestre.
Sin embargo, el nuevo estudio descubierto a través de modelos avanzados, revela que la corteza de Venus es sorprendentemente delgada, con un grosor promedio de aproximadamente 40 kilómetros – y un máximo estimado de 65 kilómetros –, mucho menos de lo que se esperaba dadas las condiciones extremas que prevalecen en el planeta. Según explica Justin Filiberto, subdirector de la División de Investigación y Ciencia Astromateriales de NASA, la corteza de Venus es uniforme, sin evidencia directa de placas tectónicas ni de procesos de subducción como los que existen en la Tierra. El modelo propuesto por Filiberto y sus colaboradores sugiere que, aunque las placas no se mueven como en nuestro planeta, la corteza venusina experimenta un proceso denominado metamorfismo que involucra cambios en la densidad y el punto de fusión de las rocas en función del grosor que va adquiriendo la corteza con el tiempo. A medida que esta capa sólida se engrosa, la parte inferior de la corteza aumenta su densidad y puede llegar a romperse. Alternativamente, la presión y el calor pueden alcanzar niveles suficientes para que esa región se derrita, un fenómeno que hasta ahora no se entendía claramente en Venus.
Esta ruptura o fusión en la base de la corteza tiene implicaciones importantes para la dinámica interna del planeta, ya que podría permitir la circulación de agua y otros elementos volátiles desde la superficie hacia el interior, fomentando la actividad volcánica. Este fenómeno podría actuar como un sistema de reciclaje geológico reemplazando a la subducción terrestre, y explicaría cómo el planeta genera flujo de lava y erupciones sin la presencia de placas móviles. La comprensión de estos procesos representa un cambio fundamental en la manera en que los científicos interpretan la relación entre la corteza, el interior y la atmósfera de Venus. Además, estos hallazgos colocan a Venus en un nuevo contexto geológico, donde la corteza no es solo una capa estática y gruesa, sino un sistema dinámico que experimenta cambios constantes con importantes efectos en su superficie y atmósfera. La importancia de estos descubrimientos no solo radica en comprender la historia y evolución de Venus, sino también en mejorar nuestro conocimiento sobre planetas rocosos en general, incluyendo la Tierra.
Dado que la tectónica de placas se considera un factor clave para la habitabilidad y evolución geológica que permite la vida en nuestro planeta, estudiar las diferencias con Venus puede ofrecer pistas sobre los procesos que pueden hacer que un mundo sea habitable o no. Mirando hacia el futuro, los científicos de la NASA y de agencias colaboradoras están planeando nuevas misiones para recolectar datos directos de la corteza de Venus. Proyectos como la misión DAVINCI, que analizará la atmósfera profunda del planeta, y VERITAS, que realizará un mapeo detallado de su superficie mediante radar, buscan confirmar y ampliar el conocimiento sobre estos procesos metamórficos. Además, la misión EnVision, en colaboración con la Agencia Espacial Europea, aspire a desentrañar la actividad tectónica y volcánica con un nivel de precisión sin precedentes. Estos esfuerzos son fundamentales porque, a pesar de su proximidad y similitud con nuestro planeta, todavía se desconoce en qué medida Venus mantiene actividad volcánica actualmente.
Las investigaciones sugieren que debería haber una alta actividad debido a los procesos internos descubiertos, pero la falta de mediciones precisas impide afirmarlo con certeza. Más allá del interés estrictamente científico, el estudio de la corteza y geología de Venus tiene implicaciones en nuestra comprensión del clima planetario y su evolución. La atmósfera densamente compuesta por dióxido de carbono ha creado un efecto invernadero extremo que hace de Venus el lugar más caliente del sistema solar, con temperaturas superficiales capaces de fundir plomo. Comprender cómo la corteza interactúa con la atmósfera a través de la actividad volcánica y ciclos de reciclaje de materiales puede ayudar a modelar mejor los cambios climáticos y ambientales tanto en Venus como, por extensión, en la Tierra y otros planetas. En resumen, este estudio de la NASA cambia la perspectiva tradicional sobre la corteza venusina, revelando una compleja interacción entre densidad, metamorfismo y actividad volcánica que no depende de tectónica de placas.
La corteza de Venus, delgada y dinámica, actúa mediante procesos únicos que impulsan la evolución geológica del planeta y afectan su atmósfera. El futuro de la exploración de Venus parece prometedor y lleno de nuevas sorpresas que permitirán profundizar en los secretos de uno de los vecinos planetarios más desafiantes y fascinantes del sistema solar.