La revolución tecnológica que representa la inteligencia artificial (IA) ha puesto en el centro del debate público y político un tema candente y delicado: el uso de obras protegidas por derechos de autor para el entrenamiento de modelos de IA. Más de cuatrocientos de los principales profesionales de los medios y las artes del Reino Unido han unido sus voces en una carta dirigida al primer ministro, manifestando su apoyo a una enmienda legislativa dentro del proyecto de ley Data (Use and Access) Bill, que busca brindar transparencia a las industrias creativas nacionales sobre qué contenidos están siendo ingeridos por estas tecnologías. Entre los firmantes figuran nombres célebres y emblemáticos de la cultura británica como Paul McCartney y Elton John, que junto a otros artistas reconocidos como Coldplay, el escritor y director Richard Curtis, el escultor Antony Gormley y el actor Ian McKellen, han manifestado su preocupación y enojo ante la posibilidad de que sus obras sean utilizadas sin autorización ni compensación adecuada en el desarrollo de sistemas de IA. El debate se centra en cómo la legislación del Reino Unido propone excepciones a las normas de derechos de autor para permitir el text and data mining, técnico imprescindible para entrenar modelos de inteligencia artificial. Aunque el gobierno contempla una opción de exclusión voluntaria para los creadores, los artistas argumentan que las enmiendas propuestas son insuficientes y no responden a la urgencia del problema, exponiendo a los creadores a años de apropiación indebida y vulneraciones a sus derechos.
En la carta enviada, los firmantes expresan que «la ley de derechos de autor no está rota, pero no se puede hacer cumplir si no se sabe cuándo y cómo se está violando». Por ello, exigen que las firmas especializadas en IA informen a los titulares de derechos sobre cuáles obras han sido utilizadas en el entrenamiento de sus algoritmos, con el fin de garantizar transparencia y responsabilidad. Dicen además que esta medida de transparencia aumentaría el riesgo para las empresas de infringir los derechos, actuando como disuasivo frente a prácticas ilegítimas. Baronesa Kidron, defensora de la enmienda, subraya que la forma en que se desarrolla la IA y a quién beneficia es una de las preguntas más trascendentales de nuestros tiempos. Resalta que las industrias creativas del Reino Unido son un reflejo de las historias nacionales, impulsan el turismo, generan riqueza y sostienen más de dos millones de empleos en las cuatro naciones británicas.
En ese sentido, asegura que no deben ser sacrificadas en favor de los intereses de unas pocas grandes empresas tecnológicas estadounidenses. No solo figuras individuales respaldan esta demanda. Importantes organizaciones de medios como el Financial Times, Daily Mail y el Sindicato Nacional de Periodistas apoyan la iniciativa, buscando que el Reino Unido se posicione como un actor global en la cadena internacional de suministro y desarrollo de IA, gracias a la transparencia y el establecimiento de un mercado vibrante para licencias autorales en el ámbito digital. En el Parlamento, figuras políticas como el par laborista Lord Brennan de Canton también defienden la enmienda con argumentos económicos: alertan sobre el daño irreparable que la copia masiva y sin control de contenidos podría causar a la economía nacional, y señalan que la apertura y claridad sobre los datos usados en IA permitirían un crecimiento económico significativo, convirtiendo al país en un mercado líder en datos de entrenamiento de alta calidad. El debate sobre si el entrenamiento con IA debería privilegiar el derecho de autor o ignorarlo está lejos de cerrarse.
Medios internacionales como The Atlantic han señalado casos controversiales en que grandes desarrolladores de inteligencia artificial, como Meta y potencialmente OpenAI, habrían accedido a millones de libros y documentos académicos protegidos, utilizando bases de datos como LibGen, considerada una plataforma que hospeda materiales bajo sospecha por violar derechos de autor. Esta situación ha generado alarma y reclamos por parte de autores británicos al descubrir que sus obras protegidas fueron incluidas sin consentimiento. En paralelo, la controversia también ha alcanzado a la administración estadounidense. El jefe de la Oficina de Derechos de Autor de EE. UU.
fue despedido justo un día después de que su agencia concluyera que el uso de material protegido para entrenar modelos de inteligencia artificial superaba las excepciones contempladas bajo la doctrina del uso justo. Esta situación ha intensificado la tensión y las preguntas sobre la regulación efectiva y el rol que deben jugar las instituciones encargadas de proteger la propiedad intelectual en la era digital. La problemática se agudiza por la forma en que bots especializados en scraping ignoran herramientas y métodos tradicionales como el archivo robots.txt, lo que dificulta la protección y el control sobre los contenidos disponibles en la web para ser utilizados sin autorización. Por ello, organismos técnicos como el IETF trabajan en mejorar estos protocolos para limitar el acceso no autorizado a los datos y reforzar la defensa frente a prácticas fraudulentas.