En un mundo cada vez más conectado, donde las plataformas digitales facilitan el intercambio de bienes insólitos, surgen historias sorprendentes que captan la atención tanto de aficionados como de expertos. Un caso reciente y fascinante es el de Dom Robinson, un apasionado buceador hobbyista que adquirió el naufragio del SS Almond Branch, un barco hundido durante la Primera Guerra Mundial, por la asombrosa cifra de 400 dólares a través de Facebook Marketplace. Esta compra no solo representa una curiosidad financiera, sino que también abre una ventana a la historia naval y a las complejidades legales y técnicas de poseer un pedazo del pasado sumergido. El SS Almond Branch, un buque mercante de defensa armado británico construido en 1896, sufrió el impacto de un torpedo lanzado por un submarino alemán el 27 de noviembre de 1917, durante el apogeo del conflicto bélico. Su hundimiento tuvo lugar en las aguas cercanas a Dodman Point, en el sur de Cornwall, sumergiendo en el silencio las historias que llevó a bordo y dejando tras de sí un casco cubierto por los estragos del tiempo y la corrosión marina.
A pesar de su significativo peso de 3,300 toneladas y su longitud de 330 pies, el naufragio languideció en el olvido durante más de un siglo, hasta que la curiosidad humana resucitó su recuerdo. La peculiaridad de esta operación radica en la adquisición legal del naufragio por parte de un particular. En el Reino Unido, existen normas que permiten a individuos comprar la propiedad de los restos de naufragios, siempre y cuando se cumplan con las regulaciones para preservar el patrimonio histórico y garantizar la seguridad en las actividades de exploración subacuática. En la década de 1970, el gobierno británico vendió esta propiedad a un particular que esperaba descubrir objetos de valor, pero que solo encontró un montón de hierro oxidado, una experiencia común en el mundo de la arqueología submarina donde la emoción inicial suele dar paso a la realidad del deterioro y las dificultades logísticas. La historia tiene un giro cuando Dom Robinson, con experiencia previa en inmersiones en el sitio del naufragio, decide adquirir la propiedad del SS Almond Branch.
Para Robinson, el valor del naufragio no reside necesariamente en tesoros escondidos o artefactos valiosos, sino en la oportunidad de explorar un pedazo tangible de la historia sumergida, documentando y compartiendo la experiencia a través de videos y fotografías. En enero de 2025, tras finalizar la compra, realizó una inmersión con cámaras para capturar el estado actual del naufragio, mostrando al mundo las estructuras deterioradas y el ecosistema marino que ha colonizado el casco. Esta compra refleja una tendencia creciente en la que el patrimonio marítimo se convierte en objeto de interés para individuos y comunidades locales, representando una forma alternativa de conectar con el pasado, promover la conservación y fomentar la educación histórica a través de experiencias inmersivas. Sin embargo, la propiedad de un naufragio implica responsabilidades importantes, entre ellas respetar las normas de protección de los sitios arqueológicos, evitar el expolio y garantizar que cualquier actividad de buceo sea segura tanto para los exploradores como para el entorno marino. El descubrimiento y adquisición de tales restos afianza la relación entre la arqueología y la tecnología, pues la documentación visual permite analizar el estado de conservación y planificar posibles intervenciones para preservar las estructuras que aún pueden ofrecer información valiosa sobre la construcción naval, la guerra y la vida marítima de principios del siglo XX.
Además, estos sitios se convierten en hábitats para diversas especies marinas, otorgando al naufragio una segunda vida como arrecife artificial que contribuye a la biodiversidad local. La compra a través de Facebook Marketplace, una plataforma conocida por la venta de artículos cotidianos y raras veces por bienes históricos de este calibre, también pone de manifiesto la transformación digital en la adquisición de patrimonios culturales. Si bien podría parecer extraño encontrar un naufragio en venta junto a objetos comunes, esta situación destaca la necesidad de un mayor conocimiento y regulación para proteger estos bienes y asegurar que su gestión sea responsable y beneficiosa para el patrimonio común. En paralelo, esta historia sugiere que existen numerosos sitios históricos sumergidos en aguas británicas y alrededor del mundo que podrían pasar desapercibidos o ser reclamados por particulares con motivaciones diversas. El desafío para los gobiernos, arqueólogos y comunidades es cómo equilibrar el interés privado con la preservación pública, garantizando que el valor cultural, educativo y científico de estos lugares no se pierda y que puedan ser disfrutados y estudiados por generaciones futuras.