Título: El Efecto Dominó: Si Corea del Sur se Arma Nuclearmente, Así lo Hará el Mundo En un mundo donde la geopolítica está en constante evolución, la posibilidad de que Corea del Sur desarrolle armas nucleares ha surgido nuevamente como un tema de debate candente. A medida que la península de Corea continúa enfrentándose a la amenaza persistente de su vecino del norte, el régimen de Kim Jong-un, la idea de que Seúl considere hacerse con un arsenal nuclear plantea profundas implicaciones no solo para la región, sino para todo el panorama global. A lo largo de las últimas décadas, Corea del Sur ha sido un baluarte de la estabilidad en el este de Asia, gracias en gran parte a su alianza con Estados Unidos. Sin embargo, la percepción de seguridad está cambiando drásticamente. Las continuas pruebas de misiles por parte de Corea del Norte, la creciente agresividad de Pekín y las campañas de desinformación que minan la confianza en los compromisos de defensa de EE.
UU. han llevado a un llamado cada vez más fuerte en Corea del Sur para que el país adquiera su propio arsenal nuclear. El debate sobre la proliferación nuclear surcoreana no es nuevo. Desde los años 70, Seúl consideró la posibilidad de desarrollar armas nucleares en respuesta a la amenaza norcoreana. Sin embargo, la presión internacional y la necesidad de mantener un equilibrio en el poder disuasorio han llevado a Corea del Sur a renunciar a esos planes.
Hoy, sin embargo, la narrativa está cambiando con el ascenso de movimientos que abogan por la autosuficiencia en materia de defensa. La administración del presidente Yoon Suk-yeol ha expresado que no se debe descartar ninguna opción ante la creciente inseguridad. Las consecuencias de que Corea del Sur opte por desarrollar armas nucleares serían profundas. En primer lugar, podríamos estar ante un efecto dominó en el sureste asiático. Japón, que históricamente ha mantenido una política de no posesión de armas nucleares, podría verse impulsado a reconsiderar su postura.
Tokio temería por su seguridad si Seúl se armara nuclearmente, y podría acelerar su propia carrera armamentista. Esto, a su vez, generaría un clima de intensa rivalidad militar en la región, donde países como China, Rusia y otros actores regionales también estarían observando de cerca. Además de la reacción de Japón, la decisión de Corea del Sur podría alentar a otros países en desarrollo a buscar sus propias capacidades nucleares. En América Latina, por ejemplo, Estados como Brasil y Argentina que han mantenido programas nucleares pacíficos podrían verse tentados a dar el salto hacia el desarrollo de armas nucleares. En Oriente Medio, este argumento es aún más evidente; Irán y Arabia Saudita están en una carrera por la influencia en la región, y la adquisición de armamento nuclear podría ser su próximo paso.
La proliferación de armas nucleares ha sido durante mucho tiempo una de las principales preocupaciones de la comunidad internacional. Después de décadas de negociaciones y acuerdos como el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), el mundo ha tratado de contener la expansión de estas armas de destrucción masiva. Sin embargo, si un país como Corea del Sur, considerado un aliado cercano de Occidente, decide armarse, ello podría dar un golpe devastador a los esfuerzos de no proliferación. La respuesta de Estados Unidos, que históricamente ha abogado por la no proliferación, será crucial. Si Washington apoyara a Seúl en sus aspiraciones nucleares, podría verse como un cambio en su política global, alentar a otros aliados a seguir el mismo camino.
A la inversa, si la administración estadounidense se opone, esto podría generar tensiones en la relación entre ambos países y aumentar la percepción de inseguridad en la región. Además de los aspectos geopolíticos, las implicaciones sociales y económicas no deben ser subestimadas. Un programa nuclear implicaría que Corea del Sur desvíe recursos significativos hacia el desarrollo de armas en lugar de priorizar asuntos internos como la reforma educativa, el bienestar social y la inversión en tecnologías sostenibles. Los surcoreanos, tradicionales defensores de la paz, se enfrentarían a un dilema moral y ético: ¿es justo arriesgar la reputación de un país pacifista por motivos de seguridad nacional? Las manifestaciones públicas en Corea del Sur ya han comenzado a aparecer, con jóvenes pidiendo un cambio en la política de defensa del país. Sin embargo, también existe una fuerte oposición a la idea de armas nucleares.
Las lecciones del pasado, particularmente de la Guerra Fría, son recordatorios de la devastación que puede provocar el uso de armas nucleares. Asimismo, las catástrofes en Hiroshima y Nagasaki permanecen en la memoria colectiva como advertencias de los terribles costos que conllevan las decisiones nucleares. A medida que este debate se intensifica, es vital que Corea del Sur también considere opciones alternativas. La diplomacia, en lugar de la militarización, debería ser la respuesta preferida. La cooperación regional y el diálogo con Corea del Norte para tratar de desescalar las tensiones podrían allanar el camino para una paz duradera.