Una propuesta de impuesto a las ganancias de capital no realizadas propuesta por Kamala Harris ha levantado una gran polémica en el ámbito financiero, y no solo entre los gigantes de Silicon Valley. Aunque algunas voces críticas han señalado que este nuevo sistema fiscal afectaría principalmente a aquellos con patrimonios superiores a los 100 millones de dólares, los inversionistas de criptomonedas son un grupo que podría experimentar las consecuencias más severas de esta medida. A medida que el mercado de criptomonedas continúa creciendo y evolucionando, muchos inversionistas han depositado su confianza en activos digitales, buscando una forma de diversificar su portafolio y aprovechar la apreciación potencial de sus inversiones. Sin embargo, la introducción de un impuesto sobre las ganancias no realizadas alteraría radicalmente las reglas del juego para estos inversionistas. Este cambio fiscal obligaría a los individuos a pagar impuestos por el simple hecho de poseer una criptomoneda, independientemente de si han vendido o no.
En esencia, esto significa que los inversionistas tendrían que liquidar parte de sus activos para cumplir con las obligaciones fiscales, lo que podría llevar a una caída significativa en los precios del mercado. Este tipo de impuesto, a menudo denominado “impuesto sobre la riqueza”, representa un cambio drástico en los principios fiscales tradicionales, donde la tributación solo ocurre cuando se realiza una venta y se obtienen ganancias. Si bien los defensores del impuesto argumentan que ayudará a cerrar la brecha de desigualdad en el país, muchos críticos temen que sus efectos en el mercado de criptomonedas sean devastadores. Los inversionistas de criptomonedas han visto cómo sus activos han aumentado de valor a un ritmo sorprendente en la última década. Por ejemplo, Bitcoin ha alcanzado un crecimiento del 17,000 % en los últimos diez años.
Esta explosiva expansión ha beneficiado a algunos de los inversores más prominentes en el espacio, quienes podrían enfrentarse a cuentas de impuestos exorbitantes si se implementa este nuevo régimen. Inversionistas como Tim Draper, Michael Saylor y los gemelos Winklevoss no solo han hecho importantes inversiones en criptomonedas, sino que también han sostenido estas posiciones durante largos períodos de tiempo, lo que ahora podría resultar en obligaciones fiscales que ascienden a cientos de millones de dólares. Los gemelos Winklevoss, quienes adquirieron su Bitcoin a un precio promedio de $10 en 2013, podrían ver una responsabilidad fiscal que excede los $1,000 millones. Mientras tanto, Draper, quien compró Bitcoin a aproximadamente $632 por moneda, enfrentaría una carga fiscal de alrededor de $423 millones. Del mismo modo, Saylor, con su cartera de 17,732 BTC, podría ser obligado a pagar a la IRS hasta $212 millones.
Estos números exorbitantes resaltan cómo un impuesto sobre las ganancias no realizadas podría no solo afectar a los ricos, sino también a aquellos que, a través de la inversión a largo plazo, creyeron en el futuro de las criptomonedas. La preocupación de que este impuesto provoque una venta masiva por parte de los grandes inversores resulta válida. Como resultado de las obligaciones fiscales, muchos podrían optar por liquidar parte de sus tenencias para poder pagar esos impuestos, creando un efecto dominó que llevaría a una caída significativa en el precio de las criptomonedas. Esto dañaría a los inversores minoristas que han apostado pequeñas cantidades con la esperanza de un crecimiento a largo plazo. Un mercado debilitado podría incluso provocar que los nuevos inversionistas se mantengan al margen, disuadiéndolos de ingresar a un espacio que, en su raíz, se fundó sobre la noción de valor y confianza en los activos digitales.
Una crítica común al potencial impuesto de ganancias no realizadas es que ha sido diseñado sin la consideración adecuada del impacto real que tendría sobre los individuos y el mercado en su conjunto. La naturaleza volátil de las criptomonedas ya implica que muchos inversores están lidiando con fluctuaciones significativas y, cuando se añade la presión adicional de una obligación fiscal inminente, la estabilidad emocional y financiera de esos inversionistas se ve amenazada. Además, existe la preocupación de que la implementación de este tipo de impuesto podría sentar un precedente peligroso para otros activos. Si se permite que el gobierno grabe impuestos sobre ganancias no realizadas en criptomonedas, ¿qué evitaría que se aplique el mismo principio a otras formas de inversión, como acciones o bienes raíces? Esto podría provocar una reacción en cadena en el ámbito de las inversiones, fomentando un clima de miedo y desconfianza hacia el futuro de otros activos. Las voces de desaprobación de economistas y expertos no se hacen esperar.
Muchos argumentan que un sistema fiscal que somete a las inversiones a un impuesto sobre las ganancias no realizadas solo fomentaría la especulación a corto plazo, en vez de promover la inversión a largo plazo, que es precisamente lo que las criptomonedas han intentado brindar a sus usuarios desde sus inicios. Los “HODLers”, un término utilizado por aquellos que sostienen sus inversiones a pesar de la volatilidad del mercado, se verían perjudicados y podrían perder la icónica confianza que han invertido en el ecosistema de criptomonedas. A medida que se intensifica el debate sobre el impuesto a las ganancias no realizadas, la atención también se centra en las alternativas que podrían implementarse en su lugar. En lugar de ejercer una presión fiscal sobre los activos que aún no han sido liquidadas, algunos abogan por un enfoque más equilibrado que incentive la inversión a largo plazo y cierre la brecha fiscal sin asfixiar a los inversores. En resumen, la propuesta de Kamala Harris sobre el impuesto a las ganancias no realizadas podría tener efectos adversos en el ecosistema de criptomonedas que van mucho más allá de los inversores adinerados.
Al penalizar a aquellos que creen en el valor a largo plazo de sus activos e incentivar la especulación a corto plazo, el impuesto podría socavar la confianza en un mercado que ha revolucionado la forma en que pensamos sobre el dinero y la inversión. Con tantas incógnitas en el horizonte, el futuro de la inversión en criptomonedas podría depender de cómo se desarrolle este debate y de la naturaleza de las decisiones fiscales que se tomen en los próximos meses.