La era digital en la que vivimos ha transformado radicalmente la manera en que interactuamos, nos comunicamos y, sobre todo, cómo compartimos información. La mayoría de nosotros utilizamos plataformas en línea y aplicaciones en nuestra vida diaria, desde redes sociales hasta servicios de compra y seguimiento de fitness. Sin embargo, ¿realmente somos conscientes de cuánto datos estamos regalando y cómo se utilizan? La respuesta, según un nuevo libro de los profesores Nick Couldry y Ulises Mejias, es preocupante. En su obra "Data Grab", los autores profundizan en el sombrío panorama de la tecnología y el uso que hacen las grandes empresas de nuestros datos. A través de un concepto llamado "colonialismo de datos", podrían hacernos reflexionar sobre la relación de explotación que tenemos con las firmas tecnológicas.
Este término, aunque no es completamente nuevo, adquiere una nueva urgencia, evidenciando que estamos en medio de una "nueva forma de colonialismo". El colonialismo tradicional se basó en la apropiación de recursos naturales y el aprovechamiento de mano de obra. Según Couldry y Mejias, el colonialismo moderno ocurre a través del control y la explotación de nuestros datos personales. Cada vez que aceptamos los términos y condiciones de una aplicación, estamos permitiendo que nuestras preferencias, comportamientos y, en muchos casos, nuestra identidad, sean empaquetados y utilizados para el beneficio de corporaciones que buscan maximizar sus ganancias. Uno de los conceptos claves que los autores discuten es la idea de una "universo curado", un espacio en el que nuestras interacciones son moldeadas por algoritmos y decisiones corporativas.
En este contexto, la elección personal se vuelve irrelevante, y comenzamos a vivir en un mundo diseñado por y para las plataformas, donde la conveniencia se presenta como un sacrificio de nuestra autonomía. En países como China, ya estamos viendo los efectos de esta curaduría extrema. La aplicación WeChat, que comenzó como un simple servicio de mensajería, ha evolucionado hasta convertirse en una plataforma integral para realizar múltiples actividades diarias, desde comprar productos hasta gestionar trámites gubernamentales. Este modelo de "plataforma para la vida" se ha extendido, y figuras como Elon Musk han manifestado intenciones similares con su plataforma X, que busca abarcar todos los aspectos de la vida digital de los usuarios. Los autores señalan que este desarrollo se basa en una "narrativa civilizadora", que nos atrae y nos hace creer que estamos mejor conectados y que nuestras vidas son más cómodas gracias a la tecnología.
Pero, al igual que en el colonialismo histórico, donde "el progreso" fue justificado como una razón para la conquista, actualmente se nos promete conveniencia a cambio de nuestra privacidad y, a menudo, de nuestra dignidad. Sin embargo, el costo de este "progreso" tiene repercusiones significativas que van más allá de nuestra privacidad individual. A medida que nuestros datos son agregados y utilizados para entrenar algoritmos, podemos ver decisiones que afectan a grandes grupos de personas sin que tengamos conocimiento de cómo se tomaron dichas decisiones. Este tipo de discriminación puede dar lugar a decisiones que afectan nuestra elegibilidad para ayudas estatales, oportunidades laborales y mucho más. A nivel macroeconómico, la recolección masiva de datos también está generando consecuencias ambientales alarmantes.
Los centros de datos que albergan esta información requieren enormes cantidades de electricidad, lo que ha llevado a una situación donde el suministro energético se ve comprometido en diversas regiones. En el oeste de Londres, por ejemplo, la construcción de nuevas viviendas ha sido frenada debido a la falta de electricidad atribuida a la expansión de estos centros. Se estima que, para el año 2030, estos centros consumirán entre el 3% y el 13% de toda la electricidad a nivel mundial, un aumento alarmante en comparación con el 1% que utilizaban en 2010. Frente a este sombrío panorama, los profesores Couldry y Mejias no nos invitan a la desesperanza, sino a la acción colectiva. Proponen que la única forma de resistir este nuevo colonialismo es a través de un esfuerzo conjunto por los derechos individuales y la justicia social.
En su libro, proporcionan ejemplos de comunidades y grupos que están desafiando la recolección de datos y la vigilancia masiva. En Estados Unidos, por ejemplo, varias comunidades han prohibido el uso de tecnología de reconocimiento facial por parte de la policía, mientras que los trabajadores de grandes empresas tecnológicas están formando sindicatos para luchar por sus derechos. También se menciona la importancia de acciones personales, aunque pequeñas. Algo tan sencillo como rechazar cookies en una página web, o incluso dejar el teléfono apartado por unas horas, puede considerarse una forma de resistencia. Las nuevas plataformas federadas, que buscan priorizar la comunidad en lugar del lucro, ofrecen alternativas a las aplicaciones convencionales.
Plataformas como Mastodon para redes sociales o PeerTube para compartir vídeos son ejemplos de cómo podemos empezar a crear un ecosistema digital que respete más nuestras identidades y privacidad. Con cada pequeño gesto, todos podemos contribuir a la lucha contra esta tendencia de regalarnos a cambio de comodidad. A medida que nuestras vidas se entrelazan cada vez más con el mundo digital, es fundamental recordar que cada acción cuenta. Tal como concluyen los autores de "Data Grab", “en el largo plazo, una vida llena de dispositivos inteligentes no es realmente inteligente”. Quizás este sea el momento adecuado para reflexionar sobre lo que estamos dispuestos a entregar y, más importante aún, sobre lo que estamos dispuestos a luchar para recuperar.
En conclusión, la emergencia del colonialismo de datos plantea una serie de preguntas difíciles sobre el futuro de nuestra sociedad y la vigilancia que estamos dispuestos a aceptar. Pero también nos ofrece la oportunidad de reimaginar nuestro cometido digital y exigir (y practicar) un entorno donde la privacidad y la dignidad sean valores propicios, en lugar de ser sacrificados en el altar del progreso. La resistencia comienza hoy, y cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar en esta batalla por nuestros derechos y nuestra autonomía.