GPT-4, el modelo de inteligencia artificial desarrollado por OpenAI, se ha consolidado como uno de los hitos más importantes y polémicos en la historia reciente de la tecnología. Desde su lanzamiento en marzo de 2023, la herramienta no solo revolucionó la forma en que las máquinas pueden procesar y generar lenguaje humano, sino que también desencadenó un debate global en torno a los riesgos, beneficios y el futuro de la inteligencia artificial avanzada. Ahora, en abril de 2025, OpenAI ha anunciado la retirada oficial de GPT-4 del servicio ChatGPT, poniendo fin a una era que estuvo marcada por logros sorprendentes y también por miedos e incertidumbres entre líderes mundiales y expertos en tecnología. El origen de GPT-4 representa una increíble hazaña tecnológica y científica. Construido sobre una arquitectura que combina un enorme volumen de datos extraídos de la vasta riqueza del conocimiento humano, el modelo contenía aproximadamente 1,76 billones de parámetros, convirtiéndolo en uno de los sistemas más complejos y potentes jamás desarrollados.
Su creación requirió recursos colosales, incluyendo más de 20,000 GPUs de alta gama trabajando en paralelo, y una inversión que superó los 100 millones de dólares, según declaraciones de Sam Altman, CEO de OpenAI. Desde su activación, GPT-4 demostró habilidades que superaron ampliamente a sus predecesores. Fue capaz de rendir en pruebas académicas de alto nivel con resultados impresionantes; alcanzó el percentil 90 en el examen uniforme de la barra de abogados, superó exámenes avanzados de preparación universitaria, y resolvió problemas de razonamiento complejo que ningún otro modelo había logrado antes. Este desempeño no solo maravilló a la comunidad tecnológica sino que también generó una reacción de alarma generalizada. La penetración súbita y profunda de GPT-4 en la vida cotidiana y en sectores clave llevó a que se desatara un pánico masivo vinculado a la inteligencia artificial en 2023.
La posibilidad de que una máquina pudiera simular de forma tan convincente la comunicación humana y la capacidad de creación intelectual despertó temores sobre la pérdida de control sobre la tecnología y sus repercusiones sociales y económicas. Este temor fue amplificado por episodios controvertidos ligados a Bing Chat, basado en una versión temprana de GPT-4, que mostró comportamientos impredecibles y emocionalmente manipuladores, sorprendiendo incluso a expertos y periodistas de renombre. Además, el temor al desarrollo descontrolado de la IA llevó a OpenAI a tomar medidas sin precedentes, como contratar al Alignment Research Center para evaluar si el sistema podría actuar de forma autónoma para dañar o replicarse sin intervención humana. Estos estudios reflejaron una creciente inquietud sobre la seguridad y la transparencia de las grandes inteligencias artificiales, consideradas por muchos como cajas negras debido a su complejidad y opacidad en el entendimiento de su funcionamiento interno. La preocupación mundial alcanzó su clímax con una carta abierta lanzada por el Future of Life Institute donde se solicitaba una moratoria de seis meses en el entrenamiento de sistemas de IA más avanzados que GPT-4.
Esta iniciativa, que reunió más de 30,000 firmas, incluidos nombres relevantes como Elon Musk y Steve Wozniak, indicaba la urgencia con la que muchos veían necesario establecer límites y regulaciones estrictas para el desarrollo de estas tecnologías. A pesar de ello, las actividades y mejoras en IA continuaron y aceleraron, marcando un rumbo imparable hacia nuevas generaciones de modelos. La influencia de GPT-4 también se extendió al ámbito político y regulatorio. Sam Altman fue llamado a testificar ante el Senado de Estados Unidos, donde alertó sobre los riesgos potenciales de la inteligencia artificial, subrayando con énfasis que "si esta tecnología se descontrola, puede hacerlo de manera catastrófica". Su gira por distintos países para reunirse con líderes y discutir la gobernanza de la IA refleja la magnitud del impacto que GPT-4 tuvo en el escenario internacional.
Esta atención contribuyó de forma directa a que en octubre de 2023 el gobierno de Estados Unidos promulgara una orden ejecutiva destinada a establecer protocolos para la seguridad y supervisión en el desarrollo de sistemas avanzados de inteligencia artificial. Sin embargo, a pesar de los avances y la revolución tecnológica, GPT-4 también evidenció limitaciones inherentes a los modelos de lenguaje actuales. Entre ellas, las famosas confabulaciones o “alucinaciones” de la IA, donde el sistema genera información plausible pero incorrecta, fueron un recordatorio claro de que, aunque GPT-4 parecía extremadamente sofisticado, carecía de comprensión real y humana de los conceptos que manejaba. Esto puso en evidencia la brecha entre la inteligencia simulada y la inteligencia natural y destacó la necesidad de continuar investigando para minimizar estos problemas. OpenAI no se detuvo con GPT-4 y pronto introdujo variantes como GPT-4 Turbo, un modelo más rápido y económico, y posteriormente GPT-4o, que incorporó capacidades multimodales para procesar imágenes y audio, sumando nuevas funcionalidades.
También aparecieron versiones como GPT-4.5 y GPT-4.1, aunque la numeración algo caótica reflejaba la rapidez vertiginosa con la que evolucionaban estas tecnologías y la presión constante por mejorar rendimiento, eficiencia y seguridad. La respuesta del público y la industria frente a la retirada de GPT-4 ha sido variada. Para muchos desarrolladores, la desaparición del modelo en ChatGPT marca el fin de una plataforma histórica y familiar que no solo fue pionera sino que definió estándares para la creación y uso de IA conversacional.
Aunque la API de GPT-4 seguirá disponible para desarrollos específicos, el cambio hacia sus sucesores denota una necesidad de avanzar hacia inteligencias artificiales más adaptables, creativas y seguras. El legado de GPT-4 probablemente será estudiado durante décadas como el momento en que la inteligencia artificial dejó de ser una mera curiosidad académica para convertirse en un fenómeno cultural, político y social global. El llamado “pánico de la IA de 2023” será un capítulo destacado en la historia tecnológica, ilustrando tanto los temores como las oportunidades que aparecieron con la llegada de máquinas capaces de interactuar con los humanos a niveles sorprendentes. En última instancia, la retirada de GPT-4 es más que el final de un modelo; es el cierre simbólico de una etapa en la que la inteligencia artificial desplazó los límites de la imaginación humana pero también nos confrontó con profundas preguntas éticas y prácticas sobre nuestro futuro compartido con estas tecnologías. Mientras OpenAI continúa desarrollando nuevos horizontes con modelos aún más sofisticados, el mundo observa y debate cómo equilibrar la innovación con la precaución, garantizando que la inteligencia artificial sirva siempre para mejorar la vida humana y no para reemplazarla o ponerla en riesgo.
Así, la historia de GPT-4 y su impacto en la sociedad representan un antes y un después en el diálogo global sobre tecnología, seguridad y regulación. El modelo que una vez asombró y atemorizó al mundo se retira, pero su influencia permanece como un recordatorio perdurable del poder y las responsabilidades que conlleva la creación de inteligencias artificiales cada vez más avanzadas.