En el paisaje dinámico y a menudo implacable del ecosistema de las startups tecnológicas, algunas historias de éxito sobresalen, pero otras, no menos valiosas, son las de aquellos emprendimientos que, tras un tiempo, deciden cerrar sus puertas para dar paso a nuevos comienzos. Godmode, una startup especializada en inteligencia artificial aplicada a la industria de ventas, es un perfecto ejemplo de esta última categoría. Tras dos años de operaciones, y con una innovadora visión que buscaba transformar la manera en que los equipos de ventas afrontaban su día a día, Godmode anunció en abril de 2025 su cierre definitivo. La decisión, difícil pero honesta, deja lecciones valiosas sobre el desarrollo, gestión y comercialización de soluciones tecnológicas avanzadas en un mercado competitivo y exigente. Godmode nació con la misión clara de ayudar a los equipos comerciales a conectar mejor con sus prospectos a través del uso inteligente de la IA.
Su esencia radicaba en la automatización avanzada de procesos que normalmente consumen horas de trabajo manual en las áreas de investigación, enriquecimiento de datos, redacción y envío de mensajes personalizados. En esencia, la startup quiso ser un asistente digital que ejecutara todas las etapas del outbound sales, liberando al vendedor para tareas estratégicas y relaciones humanas. El producto estrella de Godmode funcionaba como un «Google inverso» para la generación de leads: en lugar de mostrar información superficial común en buscadores tradicionales para demandas comerciales, Godmode rastreaba señales de compra reales en la web, identificaba necesidades específicas y ayudaba a los usuarios a personalizar el acercamiento. En un mercado donde la saturación de mensajes genéricos es la norma, esta personalización prometía mejorar significativamente la tasa de respuesta y, por ende, el cierre de negocios. El modelo de negocio y la propuesta técnica de Godmode supusieron un avance significativo frente a competidores consolidados como Clay o Apollo.
Sin embargo, a pesar de entregar un flujo completo y automatizado —que el equipo llamaba con orgullo «Asociados»— la empresa enfrentó retos que finalmente la llevaron a clausurar sus operaciones. Uno de los obstáculos más complejos fue la resistencia observada en clientes empresariales, especialmente en grandes corporativos, donde la automatización de hasta el 50% del trabajo diario de los Account Executives generó tensiones y temores acerca de la substitución laboral. Este fenómeno no es exclusivo de Godmode, sino un reflejo de una barrera cultural y organizativa en la adopción de tecnologías disruptivas. Muchos vendedores valoran la dimensión humana y la capacidad de controlar la interacción directa en el proceso de ventas, aceptando los errores humanos como parte natural del trabajo, pero cuestionando fuertemente los errores generados por un agente automatizado. Esta paradoja dificultó la integración del producto en ciclos de venta largos y complejos, donde las expectativas y la confianza juegan un papel fundamental.
Por otro lado, en el segmento de pequeñas y medianas empresas (PYMES), Godmode experimentó un crecimiento inicial prometedor. No obstante, allí también surgieron desafíos distintos pero igual de significativos. Muchos de esos clientes carecían de un ajuste producto-mercado consolidado o habían intentado previamente procesos de outbound sin éxito. Ante esto, la expectativa de que la herramienta generase ventas inmediatas y resultados tangibles sin un trabajo previo profundo resultó ser una demanda poco realista. Los clientes veían en Godmode una solución casi mágica, impulsada por inteligencia artificial, que automatizaba buena parte de la labor comercial.
Sin embargo, convertir esas automatizaciones en ingresos concretos dependía igualmente de factores externos como la calidad del producto que vendían, la oferta de valor y, sobre todo, la madurez y estrategias propias del cliente. Esto llevó a una fricción entre las expectativas y la realidad sobre lo que el software podía garantizar. Intentar diferentes modelos de precios también no logró resolver completamente el problema. Godmode probó cobrar por resultados concretos, como respuestas positivas a las campañas, pero esta modalidad abrió un nuevo frente de cuestionamientos por parte de los usuarios, quienes en ocasiones vinculaban la falta de respuesta a errores en el targeting o criticaban otros elementos fuera del control directo del producto. Más allá de estos desafíos comerciales y de percepción, Godmode destacó por tener un equipo de talento excepcional, sumamente comprometido y apasionado por llevar adelante una idea innovadora.
Desde el CTO, responsable de una infraestructura compleja y más de 30 integraciones API, hasta los expertos en frontend que cuidaban minuciosamente la experiencia y el diseño, el equipo se volcó completamente por entregar una solución de alta calidad. Al concluir su viaje con Godmode, los fundadores expresaron un aprendizaje profundo sobre lo que implica llevar la inteligencia artificial a mercados donde la definición de éxito es multifactorial y donde las expectativas de automatización se enfrentan a la realidad compleja del proceso de ventas. La inteligencia artificial sigue siendo vista por muchos como software y no como un servicio mágico infalible, y esto influye directamente en la disposición para pagar por ella y en la valoración que el mercado le asigna. La experiencia de Godmode también refuerza la idea de que no todas las soluciones tecnológicas esparcidas por igual funcionan con el mismo modelo de negocio. El mundo de la IA aplicada al soporte al cliente ofrece métricas binarias claras de éxito (ticket resuelto o no), mientras el mundo de las ventas se mueve en un ecosistema mucho más amplio y menos predecible, donde el efecto directo de la tecnología artificial en ingresos es más difícil de aislar y garantizar.
Finalmente, la decisión de cerrar Godmode fue tomada con madurez y perspectiva, reconociendo que a pesar de haber contado con más de tres años de capital restante para seguir operando o pivotar, el mejor movimiento era cerrar este capítulo para comenzar uno nuevo con aprendizajes consolidado. Esta honestidad, poco frecuente en el mundo de las startups donde muchas veces se prolongan ciclos a costa de recursos y tiempo, es un ejemplo de liderazgo pragmático. Al despedirse, los fundadores agradecieron a inversores, clientes y seguidores que creyeron en la visión y misión de Godmode, valorando el esfuerzo y la pasión invertidos. Aunque Godmode cierra sus puertas, la historia no termina: la tecnología, el conocimiento y la experiencia acumulada serán la base para futuros proyectos con objetivos aún más ambiciosos y mayor impacto. El cierre de Godmode representa una oportunidad para entender mejor cómo evolucionan las expectativas del mercado frente a las soluciones de inteligencia artificial, especialmente aquellas que prometen automatizar funciones humanas estratégicas.
También nos recuerda que la innovación no es lineal ni siempre se mide en éxitos comerciales inmediatos, sino en la capacidad de adaptarse, aprender y reinventarse. En un mundo empresarial en constante cambio, el camino de Godmode se convierte en un testimonio valioso sobre la combinación entre tecnología, mercado y cultura organizacional. Nos invita a reflexionar sobre la verdadera naturaleza de la automatización tecnológica y el rol insustituible del factor humano en procesos complejos como las ventas. Sin duda, la historia de Godmode es solo el prólogo de futuras aventuras tecnológicas que surgiran de esos mismos cimientos.