David Brooks, reconocido escritor y comentarista político, ha dejado una marca indeleble en el análisis del panorama político estadounidense. En su ensayo reciente, titulado "I Should Have Seen This Coming", Brooks examina con una mezcla de melancolía y precisión intelectual la evolución del movimiento conservador desde la década de 1980 hasta hoy. Su reflexión personal se convierte en una ventana para entender las transformaciones profundas que han sucedido no solo en la derecha estadounidense, sino en la dinámica política global. Al recordar sus primeros años dentro del movimiento conservador, Brooks evoca una época donde coexistían dos corrientes principales: una, guiada por el compromiso con las ideas, los valores y los principios filosóficos; la otra, más efímera y reactiva, tenía como principal objetivo provocar y confrontar sin construir un discurso sólido. Esta dualidad mostraba una tensión interna que parecía contenida, pero que con el paso del tiempo ha revelado sus efectos más nocivos.
Para Brooks, lamentablemente, el sector más radical y reaccionario ha logrado imponerse con mayor fuerza, desplazando a quienes aspiraban a un debate serio y constructivo. La crítica de Brooks no es solamente al movimiento conservador, sino a la pérdida de sentido moral que observa en la política contemporánea. Cita al pensador George Orwell, recordando fragmentos de "1984" para ilustrar cómo el poder puede ser perseguido por sí mismo, sin aspiración a ningún bien mayor, y manifestarse a través de la imposición del sufrimiento y la humillación. Esta lectura no es casual, pues denuncia la deriva autoritaria y el sadismo político que parecen crecer en diversas partes del mundo, y especialmente en Estados Unidos. Brooks lamenta que esa búsqueda insaciable del poder despoje a la política de su dimensión ética.
Un aspecto fundamental que destaca Brooks es el impacto que estos cambios han tenido en la identidad personal y colectiva. Él mismo confiesa sentirse desorientado y dolido al ver cómo la idea que sostenía sobre Estados Unidos —un país imperfecto pero con una misión histórica noble— se ha desmoronado en los hechos y actitudes recientes. La llegada del 20 de enero de 2025, fecha simbólica y de cambio político, marcó para él el inicio de una crisis profunda. El país que veía como un faro de libertad y dignidad ha adoptado posturas cada vez más agresivas y deshonrosas, incluso con antiguos aliados y en contextos internacionales sensibles. En esta observación, Brooks contrapone las acciones recientes de Estados Unidos con sus ideales fundacionales.
Desde Abraham Lincoln hasta Franklin D. Roosevelt y Ronald Reagan, recuerda el compromiso con la democracia, la libertad y la promoción de la dignidad humana alrededor del mundo. Sin embargo, reconoce también que los errores y daños causados, como en Vietnam o Irak, nacieron de la ingenuidad y la sobreconfianza, no de la maldad. En contraste, el escenario actual parece estar marcado por un pragmatismo bruto y un desprecio por los principios, lo que provoca, según Brooks, una mezcla dolorosa de vergüenza moral y pérdida de propósito. Su diagnóstico va más allá de la política estadounidense y toca temas universales, como la naturaleza del poder, la fragilidad de los valores democráticos y el creciente desafío que representan las fuerzas extremistas y autoritarias en todas partes.
La demanda de obediencia absoluta y el empeño en infligir sufrimiento para garantizarla es una táctica que deshumaniza y erosiona la confianza social, creando sociedades fracturadas y polarizadas. David Brooks advierte que, para enfrentar esta crisis, es imperativo rescatar la importancia de las ideas y del compromiso ético en la política. Solo desde una aproximación reflexiva y honesta se puede revitalizar el sentido de comunidad y responsabilidad cívica. Esta llamada a la reflexión no solo es para los conservadores, sino para toda la ciudadanía, ya que la salud democrática depende de la participación activa y del rechazo a la banalización del poder. Además, Brooks invita a contemplar la historia con humildad, reconociendo errores y aprendiendo de ellos en vez de repetir ciclos destructivos.
En este sentido, la introspección nacional que propone es una herramienta necesaria para avanzar hacia un futuro más justo y equilibrado, donde la política no sea un juego de dominación sino un espacio para el diálogo y la búsqueda del bien común. En definitiva, "I Should Have Seen This Coming" es una crónica honesta y crítica que nos desafía a no ignorar las señales de transformación en la política contemporánea. La perspectiva de David Brooks, cargada de experiencia y sensibilidad moral, nos recuerda la importancia de mantener viva la dimensión ética en los debates y decisiones que moldean nuestro presente y futuro. La lección es clara: solo reconociendo y enfrentando nuestras sombras podremos aspirar a construir una sociedad más íntegra y respetuosa, capaz de honrar los mejores ideales que una nación puede encarnar.