El MCP Y SUS TÁCTICAS VIEJAS: UN LEGADO DE INTIMIDACIÓN La historia política de Malaui ha estado marcada por una serie de cambios drásticos desde la independencia en 1964. Uno de los actores más prominentes en este teatro político ha sido el Malawi Congress Party (MCP), que, bajo la dirección de Hastings Kamuzu Banda, mostró un enfoque autoritario durante la era de un solo partido. Aunque los tiempos han cambiado y Malaui ha adoptado un sistema democrático multipartidista desde 1994, existen preocupaciones crecientes de que el MCP ha mantenido viva la herencia de intimidación y represión política que caracterizó su mandato anterior. Bajo el liderazgo de Banda, el MCP gobernó con puño de hierro. La oposición fue aplastada, los partidos rivales fueron prohibidos, y se instauró un clima de miedo que ahogaba cualquier forma de disidencia.
Las libertades civiles eran casi inexistentes, y el control absoluto del gobierno era la norma. Con la llegada de la democracia, muchos en Malaui esperaban que el MCP se transformara y abrazara los principios de la nueva era política. Sin embargo, a medida que se acercan las elecciones de 2025, las viejas tácticas del MCP parecen resurgir. Un ejemplo reciente que ilustra esta preocupación es el acoso a periodistas críticos. En un país donde la libertad de prensa es fundamental para un sistema democrático saludable, los ataques contra periodistas como Cathy Maulidi y Brian Banda son alarmantes.
Ambos fueron objeto de amenazas e intimidaciones por parte de colaboradores del MCP por su cobertura de issues políticos sensibles. Compartir información personal de estos periodistas en grupos de WhatsApp alineados con el partido se percibe como una estrategia para silenciar a la prensa, un pilar fundamental de la democracia. Además de los ataques a los periodistas, los opositores políticos también se han visto amenazados. Aquellos que atreven a criticar al MCP o a su liderazgo a menudo tienen que enfrentar una serie de represalias, que incluyen campañas de desprestigio, amenazas directas e incluso agresiones físicas. Tal ambiente tóxico recuerda los días oscuros bajo la dictadura de Banda, donde cualquier crítica al régimen era castigada severamente.
Esta falta de tolerancia hacia la oposición es alarmante y plantea serias preguntas sobre el compromiso del MCP con la democracia. Otra práctica que sigue siendo común es el favoritismo por lealtades partidarias en lugar de méritos. A pesar de los esfuerzos públicos por presentarse como un partido inclusivo, hay alegaciones continuas de que muchos funcionarios de alto rango han sido nombrados no por su competencia, sino por su lealtad al partido. Esta cultura de clientelismo es un eco de la era de Banda, donde la lealtad se privilegiaba sobre la capacidad, lo que provocaba ineficiencias en el gobierno y socavaba el progreso del país. La democracia en Malaui se basa en la necesidad de un debate abierto y la participación de todas las voces en el proceso político.
Sin embargo, muchos activistas y líderes de la sociedad civil han reportado un aumento de la atmósfera de represión. Aquellos que se atreven a hablar en contra del gobierno o a expresar sus preocupaciones son etiquetados como enemigos del progreso. Este tipo de retórica y comportamiento es un triste recordatorio de las tácticas de división de antaño del MCP. La historia no se puede reescribir, pero sí se puede aprender de ella. La incapacidad del MCP para liberarse de sus viejas costumbres pone en peligro el progreso democrático de Malaui.
Los malauíes deberían demandar que el MCP se arriesgue a ajustar su enfoque político hacia uno que priorice la inclusión, la transparencia y el respeto a la libre expresión. La participación activa de los ciudadanos es crucial en este proceso de transformación. Se espera que el MCP reconozca que el dominio del miedo y la represión no son estrategias viables para un futuro sostenible. Es fundamental que el partido abra sus puertas a un diálogo constructivo, permitiendo la crítica y participando con todos los sectores de la sociedad. Solo así puede el MCP aspirar a ser un verdadero gestor del bienestar del pueblo malauí.
En este contexto, la presión de la comunidad internacional también puede desempeñar un papel importante. Las organizaciones regionales e internacionales deben seguir monitoreando la situación de los derechos humanos en Malaui y ser firmes en condenar cualquier regreso a las prácticas autoritarias. Exigir a todos los partidos políticos que respeten los principios democráticos es vital para el futuro del país. Para que Malaui avance, la reconciliación con el pasado es necesaria, pero no debe llevarse a cabo a expensas de la justicia y la verdad. La memoria histórica del terror y la intimidación debe ser recordada no solo para condenarla, sino también para asegurarnos de que no se repita.