En un giro sorprendente de los acontecimientos, el icónico juego Flappy Bird, que conquistó el corazón de millones de jugadores en todo el mundo hace una década, ha hecho anuncios sobre su regreso. Sin embargo, detrás de la emoción que rodea este regreso se encuentra una controversia inesperada: podría ser parte de un esquema relacionado con criptomonedas. La noticia del regreso de Flappy Bird fue recibida con entusiasmo por la comunidad de jugadores y nostálgicos, quienes recordaban la adicción que provocaba el juego original creado por Dong Nguyen en 2013. Este juego, conocido por su simplicidad y dificultad abrumadora, fue retirado de las tiendas de aplicaciones en 2014, cuando Nguyen decidió que el impacto de la adicción de los jugadores era demasiado. Sin embargo, el sueño de una secuela parecía estar resurgiendo cuando el sitio web FlappyBird.
org anunció que el juego estaría disponible nuevamente en 2024, después de una ausencia de diez años. El nuevo Flappy Bird prometía no solo revivir el clásico modo de juego de arcos, sino también introducir nuevos modos, incluyendo uno más fácil diseñado para principiantes, un modo de baloncesto y un modo de batalla real. Además, se presentaron nuevos personajes, cada uno con poderes únicos, lo cual parecía elevar la emoción en torno al retorno. Pero, a pesar de la exuberante presentación, surgieron dudas sobre la legitimidad de esta nueva versión. La sospecha se intensificó cuando investigadores de ciberseguridad, encabezados por Varun Biniwale, observaron algo inquietante en el código del sitio web.
Hallaron páginas ocultas en FlappyBird.org que contenían numerosas referencias a tecnologías de criptomonedas y Web 3.0, así como menciones específicas a transacciones adicionales y a la criptomoneda Solana. Este descubrimiento fue un claro indicio de que lo que inicialmente parecía ser un regreso modesto de un juego querido podría estar encubriendo un plan más siniestro. Más perturbador aún fue el hallazgo de una versión jugable del nuevo Flappy Bird, donde se mostraba una tabla de clasificación repleta de nombres de usuario basados en criptomonedas y menciones de un token denominado "$FLAP".
Esto desató un torrente de comentarios escépticos y preocupaciones sobre la naturaleza real de este regreso. Biniwale pronto descubrió una página titulada "3-$Flap," que revelaba que el proyecto original parecía centrarse en la criptomoneda. Este tipo de iniciativas, comúnmente conocidas como “grifts,” implican aprovechar la nostalgia de los consumidores y el entusiasmo por los nuevos desarrollos en la tecnología blockchain para atraer a inversionistas y jugadores. El regreso de Flappy Bird, por tanto, podría ser un intento solapado de engatusar al público a la inversión en criptomonedas dudosas bajo la apariencia de un juego familiar. La historia se complica aún más por la reciente adquisición de la marca Flappy Bird.
En septiembre de 2023, una empresa llamada Gametech Holdings presentó una solicitud para tomar el control de la marca, alegando que había sido abandonada desde que Nguyen anunciara que no continuaría desarrollando el juego. Un tribunal falló a favor de Gametech Holdings, estableciendo que efectivamente la marca estaba abandonada, y otorgándole derechos sobre la misma. Tras adquirir la marca, Gametech Holdings la vendió a una entidad llamada The Flappy Bird Foundation, presidida por Michael Roberts, un diseñador de juegos vinculado a 1208 Productions, un estudio que se promociona a sí mismo como pionero en el espacio Web 3. También se conoce que esta compañía está detrás de una marca de NFT llamada "Deez", lo que sugiere un enfoque comercial que combina nostalgia con la emergente cultura de los activos digitales. Con estos desarrollos, muchos se preguntan si el retorno de Flappy Bird es realmente una estrategia para revitalizar un clásico del mundo de los juegos o simplemente una excusa para enganchar a los usuarios en un complejo entramado de criptomonedas.
La idea de que un juego que populariza la dificultad y la competencia se use como plataforma para promover criptomonedas no es algo inusual en la actualidad, donde muchas iniciativas buscan capitalizar el creciente interés por las oportunidades de inversión digital. Además, lo que inicialmente se pensó como un regreso basado en el amor al juego y la nostalgia, ahora despierta preocupaciones sobre la ética de usar un producto querido como herramienta para evadir el escepticismo en el mundo de las criptomonedas. Este fenómeno de convertir juegos clásicos en plataformas de criptomonedas y NFT parece ser un reflejo de la cultura contemporánea de los videojuegos, donde la convergencia de entretenimiento y economía digital es cada vez más común. Los jugadores y fanáticos deben evaluar cuidadosamente sus inversiones en estos nuevos productos, sopesando los riesgos asociados con las criptomonedas. La combinación de juegos y finanzas digitales ha suscitado debates sobre la naturaleza del juego y la interacción del consumidor en un paisaje que ya es lo suficientemente complicado.
Si bien la nostalgia puede ser un poderoso motivador, es vital recordar que no todos los regresos son intenciones puras y que muchos pueden tener intereses ocultos. En conclusión, mientras que la noticia del regreso de Flappy Bird prometía despertar recuerdos felices y emocionantes en la comunidad de jugadores, las revelaciones recientes cuestionan la naturaleza genuina de esta especie de renacimiento. Si bien la nostalgia y el deseo de revivir experiencias pasadas son poderosas fuerzas de atracción, los consumidores deben estar alerta ante la posibilidad de que el regreso de Flappy Bird sea parte de una estrategia más amplia para involucrar a los jugadores en el mundo volátil de las criptomonedas. Así las cosas, el regreso de Flappy Bird, lejos de ser un simple relanzamiento de un juego clásico, podría ser una narrativa compleja, entrelazada con la economía digital y las iniciativas de Web 3.0.
Mientras que la comunidad espera ansiosamente la llegada del juego, el verdadero desafío será discernir entre las intenciones auténticas y los enredos de la especulación digital.