En un movimiento que podría transformar el panorama financiero y criptoamericano, el expresidente de Estados Unidos Donald Trump firmó una orden ejecutiva que establece una reserva gubernamental oficial de bitcoin. Esta iniciativa supone un hito clave en la evolución de las criptomonedas hacia la aceptación mainstream y refleja un cambio trascendental en la postura estatal sobre los activos digitales. La noticia fue publicada el 7 de marzo de 2025 y rápidamente captó la atención tanto de expertos financieros como de entusiastas del bitcoin y la tecnología blockchain. Bajo esta nueva configuración, el gobierno estadounidense conservará aproximadamente 200,000 bitcoins que han sido incautados a través de procedimientos civiles y penales previos, según detalló David Sacks, conocido como el “crypto czar” de la administración Trump. La orden también establece que esta cantidad no se venderá, sino que se mantendrá como una reserva estratégica, una suerte de “Fort Knox digital” para la criptomoneda a menudo llamada «oro digital».
Este enfoque es una declaración de fe en el bitcoin como reserva de valor a largo plazo y marca un cambio dramático desde la aversión tradicional hacia las criptomonedas que existía en el gobierno y otras instituciones financieras. Antes de esta iniciativa, el gobierno de EE.UU. había vendido alrededor de 195,000 bitcoins en la última década, recaudando aproximadamente 366 millones de dólares. Sin embargo, se estima que ese volumen de bitcoin tendría hoy un valor cercano a los 17 mil millones de dólares si no se hubiese liquidado.
La orden ejecutiva advierte además sobre la necesidad imperativa de llevar a cabo una auditoría exhaustiva de todas las reservas actuales de bitcoin en posesión del gobierno, lo que jamás se había realizado en detalle. Este trabajo de transparencia podría sentar las bases para una gestión institucional más clara y responsable de los activos digitales oficiales. Otra de las disposiciones claves del decreto permite que los departamentos de Tesoro y Comercio desarrollen estrategias presupuestariamente neutrales para adquirir más bitcoins. Esto significa que el gobierno buscará incrementar la reserva sin generar gastos adicionales netos, probablemente a través del uso eficiente de recursos ya existentes o mediante mecanismos financieros ingeniosos. Esta batería de acciones apunta a construir una postura sólida y estratégica para Estados Unidos en la economía digital, y a posicionar al país como líder global en innovación financiera.
Es interesante recordar que Trump inicialmente fue escéptico respecto a las criptomonedas. Hace algunos años calificaba el bitcoin como un posible fraude, pero tras asumir un papel informal como el “presidente cripto”, ha redefinido su postura, abrazando la tecnología y promoviendo medidas que favorecen al sector de activos digitales. Esta transformación también está acompañada por incentivos políticos y económicos: muchos inversionistas y actores adinerados del ecosistema cripto, quienes se sentían perseguidos por la administración anterior de Joe Biden, contribuyeron sustancialmente a la campaña electoral de Trump el año pasado. La creación de una reserva oficial de bitcoin también cumple una promesa electoral crucial de Trump, relacionada con la regulación y promoción de las criptomonedas en Estados Unidos. De hecho, la administración Trump ha alentado la introducción de leyes amigables con estas tecnologías y ha suavizado o retirado ciertas acciones coercitivas de agencias regulatorias, como la Comisión de Bolsa y Valores (SEC), contra algunas empresas importantes del sector.
Para potenciar este impulso, se programó una Cumbre de Cripto en la Casa Blanca, en la que Trump reunió a líderes del sector para discutir las futuras políticas y la cooperación entre el gobierno y la industria de activos digitales. Bitcoin, la criptomoneda pionera y más extendida, fue creada en respuesta a la crisis financiera global de 2008 por un desconocido o grupo anónimo bajo el seudónimo de Satoshi Nakamoto. Desde entonces, ha trascendido su origen como una simple prueba experimental para entusiastas del criptografía libertaria y se ha convertido en un activo con una capitalización de mercado que rondaba los 1.7 billones de dólares para la fecha del anuncio, resaltando su importancia económica global. Aunque bitcoin todavía no es un medio cotidiano para efectuar compras, se ha popularizado como un refugio de valor que no está sujeto al control de bancos centrales ni gobiernos, lo cual atrae a inversores que buscan escapar de la inflación y la intervención estatal.
Una característica fundamental de bitcoin es la limitación de su suministro total a 21 millones de unidades, lo cual genera una escasez intrínseca que, según sus seguidores, lo convierte en una herramienta eficaz de cobertura contra la inflación. Pese a que sus detractores argumentan que carece de valor inherente, bitcoin ha logrado desafiar pronósticos negativos gracias a incrementos prácticamente marcados por récords históricos en su cotización. Algunos expertos e inversionistas consideran incluso que el mantenimiento de una reserva estratégica de bitcoin podría en un futuro contribuir a la amortización de la deuda nacional estadounidense, un planteamiento ambicioso y novedoso en la política fiscal. Tras la victoria electoral de Trump y la implementación de políticas pro-cripto, los precios de las criptomonedas se dispararon inicialmente. El bitcoin cruzó la barrera de los 100,000 dólares en diciembre, un hito que Trump capitalizó publicando un mensaje de celebración en sus redes sociales.
Sin embargo, después de ese acelerón, el mercado se estabilizó y el valor del bitcoin se mantuvo fluctuando cerca de los 86,000 dólares en el momento del anuncio de la nueva orden ejecutiva. Además de la reserva de bitcoin, la orden ejecutiva crea un «Stockpile de activos digitales EEUU», un repositorio donde el gobierno mantendrá otras criptomonedas que han sido incautadas, como XRP, Solana y Cardano. Esta medida generó un breve incremento en los precios de estas monedas tras un anuncio sorpresa de Trump, mostrando el impacto que las políticas oficiales pueden tener sobre la confianza y las tendencias del mercado cripto. El establecimiento de un almacenamiento digital gubernamental para criptoactivos abre un debate importante sobre la estrategia financiera y monetaria de los países en la era digital. Representa un reconocimiento oficial de estos activos no solo como objetos de especulación sino como potenciales herramientas estratégicas para la economía nacional.
Esta iniciativa también puede aumentar la presión sobre otros países para que definan sus políticas sobre criptomonedas, provocando posibles cambios regulatorios globales. Asimismo, la medida eleva preguntas sobre la seguridad, la transparencia y la gobernanza de las reservas digitales. La construcción de un «Fort Knox» digital supone implementar infraestructura tecnológica avanzada que asegure la integridad y la protección contra ciberataques, fraudes o robos. También requiere establecer procesos rigurosos de auditoría y supervisión para fomentar la confianza pública y de los mercados. La participación de agencias como el Tesoro y el Comercio implica que estas cuestiones serán abordadas bajo un enfoque coordinado e integral.
En conclusión, la firma de esta orden ejecutiva por Trump no solo influye en el horizonte político y financiero de Estados Unidos sino que también envía una señal poderosa a la comunidad global sobre el futuro de las criptomonedas y su coexistencia con el sistema financiero tradicional. A medida que la tecnología blockchain y bitcoin continúen evolucionando, la estrategia estadounidense podría sentar un precedente para otros países que contemplan integrar activos digitales en sus portfolios oficiales y políticas económicas. La batalla por la regulación y la adopción de criptomonedas apenas comienza y esta decisión puede marcar el ritmo del próximo capítulo en la historia económica mundial.