La llegada de la computadora personal revolucionó múltiples aspectos de la vida cotidiana, pero quizás uno de los cambios más trascendentales tuvo lugar en el ámbito literario. Escritores de distintas generaciones y estilos respondieron de forma diversa a esta innovación tecnológica. Entre ellos, los icónicos escritores Charles Bukowski y William Burroughs ofrecen dos enfoques contrastantes que reflejan la compleja relación entre la literatura y la nueva era digital a finales del siglo XX. Charles Bukowski, reconocido por su estilo directo y a menudo crudo, fue obsequiado con una Macintosh IIsi durante la Navidad de 1990 por su esposa Linda. Este evento marcó un punto de inflexión en la manera en que Bukowski abordaba su proceso creativo.
La computadora no solo facilitó la generación de textos, sino que también influyó decisivamente en su ritmo de producción. En 1991, la cantidad de poemas que escribió se duplicó, una explosión creativa que varios estudios atribuyen a la incorporación de la tecnología digital en su trabajo literario. Al principio, Bukowski experimentó con la máquina de forma accidental y algo torpe, pero pronto desarrolló un entusiasmo genuino por dominarla. Fue incluso inscrito por Linda en clases de computación, mostrando su curiosidad y disposición para adaptarse a las nuevas herramientas. Es especialmente relevante destacar que Bukowski no solo valoraba la eficiencia o comodidad del computador, sino que reconocía cómo la nueva experiencia de ver palabras en la pantalla antecedía su decisión de enviar cada texto, aportando una precisión nunca antes experimentada en su escritura.
Este nuevo escenario tecnológico no solo modificó su estilo y ritmo, sino que también se impuso en sus reflexiones literarias. A lo largo de sus últimos años, la presencia del computador se reflejó en sus cartas, poemas y en su famosa obra "The Captain is Out to Lunch and the Sailors Have Taken Over the Ship", donde incluso apareció una ilustración de Bukowski frente a la pantalla, con una leyenda que subrayaba la mezcla entre la cotidianidad del escritor y lo sagrado del acto creativo. Sin embargo, su relación con la computadora no era ingenua ni exenta de frustraciones. Las interrupciones causadas por fallas técnicas, los bloqueos y las pérdidas de documentos constituían una metáfora palpable de su declive físico y los problemas de salud que enfrentaba en esa etapa de su vida. La máquina se volvió un símbolo tanto de renacimiento creativo como de la inevitable marcha hacia la muerte.
Por otro lado, William Burroughs, contemporáneo de Bukowski y también un referente esencial de la literatura experimental y contracultural, mostró una relación muy distinta con la tecnología informática. Aunque se tiene conocimiento de que Burroughs poseía una computadora en su residencia en Lawrence, no existen evidencias contundentes de que la utilizara activamente en sus procesos creativos. La documentación archivada sobre Burroughs no contiene archivos digitales ni impresiones modernas que sugieran un uso extensivo del computador o de la creación digital. En entrevistas, Burroughs manifestó una actitud distante hacia las tecnologías como los procesadores de texto y las computadoras personales. En una conversación de 1987, confesó que le parecían complicadas y que no le parecía que valiera la pena el esfuerzo necesario para dominarlas, pese a reconocer su utilidad y la posibilidad de ahorro de tiempo.
Lo que explica en parte esta distancia no es solo la edad o la resistencia al cambio, sino una inclinación creativa profundamente ligada a lo táctil y físico. Burroughs se volcó en sus últimos años hacia la pintura, valorando la espontaneidad del gesto manual, la conexión directa entre el cuerpo y la obra. El método del cut-up, por ejemplo, es también una práctica manual y corpórea que la poesía generada en plataformas digitales aún no ha podido recrear plenamente. La especial atención de Burroughs hacia la materialidad del texto, la cultura de masas y los medios impresos traduce su interés en cómo el texto puede manipularse y recontextualizarse físicamente mediante recortes y collages, tácticas que la literatura digital de la época no lograba imitar con autenticidad, al menos no en su experiencia. Además, su nostálgico apego hacia la cultura de medios impresos de épocas pasadas se reflejaba en su valoración de objetos culturales como los periódicos o los fanzines, que se contraponen a la naturaleza efímera y cambiante de la era digital.
Por ello, a pesar de las coincidencias temáticas entre sus obras y las vertientes de la cibernética o el hipertexto, Burroughs no fructificó su relación con la informática. Existe un aura de compensación en la experiencia de Burroughs y Bukowski frente a la computadora. Mientras Bukowski mostró un resurgimiento creativo gracias a la incorporación digital, Burroughs pareció elegir la lona del lienzo en lugar de la fría pantalla. Ambos plantean, a su manera, interrogantes sobre la evolución del proceso creativo y las herramientas que el escritor elige o rechaza. Sobre el impacto para la conservación y el estudio literario, la introducción de la computadora supuso un desafío único.
Los hábitos de Bukowski con la Macintosh IIsi, utilizando el sistema operativo 6.0.7 y el programa MacWrite II, abren una ventana excepcional para la investigación sobre su proceso de escritura. El conocimiento de estas tecnologías específicas puede aportar a los estudiosos una comprensión directa de cómo modificaba, editaba y estructuraba sus textos. Por el contrario, la falta de materiales digitales en los archivos de Burroughs plantea dificultades para el trabajo académico y también para la preservación de sus producciones.
El universo digital se caracteriza por su fragilidad y rápida obsolescencia, lo que obliga a los bibliotecarios y archivistas contemporáneos a dominar no solo las ciencias de la información sino también la informática para garantizar el acceso futuro a los escritos y proyectos digitales. Este desafío, sin embargo, nos invita a reflexionar sobre la naturaleza del legado literario en la era digital. El ejemplo de Burroughs y Bukowski, cuyas vidas y trabajos estuvieron a caballo entre la tradición y la modernidad, personaliza cuestiones que hoy afectan a todos los creadores: ¿Cómo se puede preservar el arte nacido en formatos digitales frente a la rápida evolución tecnológica? ¿Qué papel juegan las máquinas y las plataformas en la conformación de la voz literaria? ¿Cuáles son los límites entre la herramienta y el artista? Algunos expertos, como Matthew G. Kirchenbaum y Jerome McGann, han comenzado a trazar caminos para enfrentar estas preguntas, abogando por metodologías que aúnen la bibliografía tradicional con los saberes digitales. A partir de estos ejes se desarrollan proyectos experimentales que pretenden dar sentido y accesibilidad a materiales «nacidos digitales» y a archivos que combinan manuscritos físicos con evidencias digitales.