En el mundo de las finanzas, las criptomonedas han tomado un papel protagónico en la última década, atrayendo tanto a inversores experimentados como a aquellos que se adentran por primera vez en el ámbito de las inversiones. Sin embargo, con esta popularidad también han surgido múltiples estafas que han logrado engañar a miles de personas. Uno de los casos más notorios es el de BitConnect, cuyo colapso dejó a miles de inversores, muchos de ellos australianos, sin sus ahorros. La pregunta que muchos se hacen ahora es: ¿dónde ha ido a parar el dinero? John Bigatton, un astuto vendedor australiano, se convirtió en el rostro destacado de esta estafa monumental. Atraído por la promesa de ganancias rápidas y exorbitantes, Bigatton firmó para dirigir la operación de BitConnect en Australia en un momento en que el mercado de las criptomonedas estaba en auge.
La propuesta era tentadora: los inversores podían obtener un retorno de hasta el 1% diario sobre su inversión, lo que se traducía en un increíble 365% anual. Sin embargo, expertos en finanzas sabían que esas cifras eran una clara señal de alarma. A pesar de estas advertencias, Bigatton logró convencer a muchas personas, como Dani y Steve Bow, quienes invirtieron 130,000 dólares, convencidos de que su inversión podría crecer a más de 8 millones en el transcurso de un año. Las historias de éxito circulaban en redes sociales y plataformas como YouTube, lo que hacía aún más difícil resistirse. "Estábamos viendo a otros ganar grandes cantidades de dinero", recordó Talia Robinson, quien también se dejó seducir por la promesa de una vida mejor.
Sin embargo, el 17 de enero de 2018, la historia dio un giro devastador. BitConnect interrumpió de repente todas las transacciones y millones de personas se encontraron con que habían perdido todo su dinero. Muchas familias, que habían invertido sus ahorros, se hicieron preguntas sobre su futuro y la seguridad de sus finanzas. Para algunos, como Hilton y Talia, esto significó una crisis que afectó su relación y su bienestar familiar. Tras el colapso, John Bigatton desapareció de la vista pública.
No ofreció disculpas a quienes habían confiado en él, dejando a los inversores sintiéndose traicionados y abandonados. Mientras tanto, una sombra aún más oscura se cernía sobre su historia personal: la desaparición de su esposa, Madeline. Casi un año después de la quiebra de BitConnect, Madeline se desvaneció en circunstancias misteriosas, dejando tras de sí un rastro de preguntas sin respuesta. El día de su desaparición, Madeline tomó su coche y salió de casa. Después de dejar a su hija menor con un amigo, envió un mensaje a John recordándole que alimentara a su perro.
Sin embargo, esa fue la última vez que se tuvo noticias de ella. Su vehículo fue encontrado abandonado en un acantilado, con su anillo de bodas y llaves dentro. La familia de Madeline, que había luchado contra el cáncer en dos ocasiones, no creía que ella hubiera escogido terminar su vida de esa manera. La fe católica de Madeline y su dedicación a sus hijos reforzaban la idea de que no era una persona que tomara una decisión tan drástica. Las especulaciones sobre su paradero se intensificaron cuando John Bigatton compartió fotos alegres en Facebook, como si nada hubiera sucedido.
"Se veía bastante feliz por alguien que acaba de perder a su esposa de 20 años", observó Dani Bow, una de las inversoras perjudicadas. La desconexión entre la vida de Bigatton tras el colapso de BitConnect y su aparente indiferencia por la desaparición de Madeline llevó a muchos a plantearse la posibilidad de que él estuviera involucrado en un acto más oscuro. Por otro lado, la desconfianza aumentó entre los inversores, quienes sospechaban que Madeline podría haber desaparecido intencionadamente. Algunos llegaron a creer que su ausencia formaba parte de un plan más grande, tal vez relacionado con el dinero de BitConnect. "No podía creer que todo eso hubiera sido un simple suicidio", dijo Dani.
La historia se tornó cada vez más inquietante. Mientras tanto, la Comisión Australiana de Valores e Inversiones (ASIC) lanzó una investigación sobre la situación. Niall Coburn, un exinvestigador senior de ASIC, expresó que en su experiencia, este tipo de esquemas son deliberadas estafas. “Los promotores saben lo que hacen. Saben que los inversores no recuperarán sus fondos y que las devoluciones son insostenibles”, afirmó.
Sin embargo, la dificultad para rastrear criptomonedas complica enormemente la situación. “Nadie sabe dónde ha ido el dinero”, concluyó Coburn. “Realmente es complicado identificar qué sucede con esos fondos, especialmente cuando se blanquean a través de jurisdicciones offshore.” Con el tiempo, las esperanzas de los inversores de recuperar su dinero se desvanecieron. Muchos de ellos han manifestado no solo la pérdida económica, sino el impacto emocional que ha tenido en sus vidas.