En la península de Corea, la división no solo existe entre el norte y el sur, sino que se ha impregnado profundamente en el tejido social de Corea del Sur, donde las opiniones sobre la amenaza nuclear de Corea del Norte están profundamente polarizadas. A medida que los ecos del pasado resuenan con los recientes desarrollos en el programa nuclear norcoreano, los ciudadanos surcoreanos reflexionan sobre su propia percepción del peligro que representa su vecino del norte. La historia de Corea del Sur está marcada por la Guerra de Corea, que estalló en 1950, y desviaciones políticas que posteriormente definieron el rumbo de la nación. Desde el fin oficial de las hostilidades en 1953, que culminó en una tregua y no en un tratado de paz, el país ha vivido bajo la sombra de un conflicto no resuelto. En este contexto, la producción y prueba de armas nucleares por parte de Corea del Norte han suscitado preocupaciones recurrentes entre los surcoreanos, divididos en sus evaluaciones sobre la seriedad y el impacto de esta amenaza.
Por un lado, un segmento importante de la población surcoreana observa a Corea del Norte con gran preocupación, convencido de que el desarrollo de armamento nuclear puede resultar en un ataque real. Este grupo, compuesto mayormente por personas mayores y conservadoras, generalmente asocian la amenaza nuclear con el comportamiento volátil de Kim Jong Un. Muchos de ellos han crecido escuchando sobre las provocaciones de Corea del Norte, lo que ha fomentado un sentido de alerta constante. La historia familiar de conflictos y la experiencia de generaciones pasadas influyen en sus percepciones, moldeando una perspectiva en la que cada lanzamiento de misiles o declaración beligerante es visto como una posibilidad tangible de guerra. Frente a esta mentalidad, una nueva generación está comenzando a formar sus propias interpretaciones del riesgo que representa el país vecino.
Muchos jóvenes surcoreanos parecen estar más distanciados de los temores abrumadores que acompañan a las advertencias sobre el arsenal nuclear de Corea del Norte. Esta cohorte está más influenciada porLa Guerra Fría que por la historia reciente. Interesados en el diálogo y la reconciliación, algunos jóvenes abogan por un enfoque más diplomático hacia el norte y creen que la retórica de guerra puede ser un mero tacticismo. Sin embargo, no todos los más jóvenes comparten esta visión optimista. Algunos, como Kim Jaehyun, un estudiante de derecho de 22 años, se preparan para lo peor.
Kim lleva un chaleco antibalas y otros suministros militares en caso de que estalle una guerra, convencido de que la situación con Corea del Norte es mucho más peligrosa de lo que muchos piensan. Su experiencia como soldado en la frontera y situaciones tensas vividas en torno a incursiones aéreas le han inculcado una visión sombría sobre el potencial de un conflicto armado. Ese espectro de amenaza no es solo una preocupación académica o una especulación lejana. Para varios surcoreanos, el desarrollo nuclear de Corea del Norte se siente cada vez más como una realidad inminente que puede ser subestimada. La encuesta de opinión del Instituto Coreano para la Unificación Nacional de 2023 reveló que el 45% de los surcoreanos estaban preocupados por el programa nuclear norcoreano, mientras que un 30% no mostraba preocupación.
Estos datos reflejan un país donde cada vez más personas toman en serio la posibilidad de un conflicto, pero donde también se encuentra una considerable porción que puede sentirse indiferente o resignada a la situación actual. En el otro extremo de la balanza se encuentran quienes creen que la serie de provocaciones por parte de Corea del Norte es parte de un patrón más amplio de manipulación política. Argumentan que el régimen de Kim Jong Un usa la amenaza de guerra como estrategia para negociar concesiones diplomáticas. Esta visión más tranquila se ve reforzada por las creencias sobre la fortaleza del compromiso militar de Estados Unidos hacia Corea del Sur. Muchos surcoreanos confían en que, ante un ataque, la reacción de Washington sería contundente y que no sería del interés de Kim Jong Un iniciar un conflicto abierto.
La percepción de la amenaza varía según la política interna y el enfoque adoptado por el gobierno surcoreano. Durante los gobiernos liberales, las relaciones han tenido momentos de mejora, con acercamientos y diálogos negociales para disminuir las tensiones. Sin embargo, con gobiernos conservadores que adoptan posturas más duras, como el actual, a menudo se produce una escalada de prueba de misiles por parte del norte, lo que repercute en el sentimiento de ansiedad debido a una relación en fraude. Los sociólogos y expertos en relaciones internacionales advierten que esta disparidad en las opiniones podría tener implicaciones complicadas para la cohesión social en Corea del Sur. El hecho de que una parte de la población viva con miedo y otra con indiferencia puede crear tensiones e incomprensiones, lo que afecta la capacidad del país para formar una estrategia unificada ante la amenaza norcoreana.
En este entorno, la fe en la diplomacia se enfrenta al miedo a la escalada militar, y la juventud se convierte en la clave para cambiar las perspectivas en las generaciones futuras. Las calles de Seúl están impregnadas de la historia del conflicto, pero también son un testimonio de la vida cotidiana que, en muchos sentidos, no se ve interrumpida por los ecos de una posible guerra. Mientras miles de jóvenes se alistan para cumplir con su servicio militar, un ritual que ha sido parte de su vida desde siempre, muchos no sienten la inminencia del peligro, y, aunque les preocupen sus seres queridos, tienen fe en que la rutina diaria no estará ligada a un estallido de violencia inminente. Sin embargo, la posibilidad de un conflicto siempre acecha, y muchos surcoreanos sienten que, independientemente de su percepción, están atrapados entre la historia y un futuro que siempre puede volver a estar al borde del colapso. Con un país dividido en su percepción del noroeste, es fundamental que la sociedad surcoreana encuentre un camino a seguir que combine entendimiento, preparación y diálogo para afrontar los retos del mañana.
El dilema de Corea del Sur sobre cómo percibir y manejar la amenaza nuclear de su vecino está lejos de resolverse, mientras que la historia sigue construyendo un futuro incierto, donde la paz depende del entendimiento entre sus propios ciudadanos y el gobierno que los guía. La capacidad de abrazar la diversidad de opiniones y forjar un consenso sólido podría ser la clave para la seguridad y la estabilidad en la península.
