En el mundo profesional, los títulos laborales suelen ser la primera etiqueta que define a una persona dentro de un contexto corporativo. Sin embargo, el rechazo a esta categorización es más común de lo que parece y puede tener profundas raíces personales y profesionales. Una revelación significativa en torno a esta idea apareció a partir de un punto de vista inusual: el del comediante Brian Regan. Su reflexión sobre el deseo de no ser encasillado ni fácilmente definido resonó enormemente y ayudó a entender una sensación generalizada que muchos profesionales experimentan al enfrentarse a los títulos de trabajo. La identidad profesional se apoya frecuentemente en un conjunto de etiquetas que simplifican la descripción de nuestros roles, competencias y responsabilidades.
Términos como “Diseñador”, “Ingeniero” o “Gerente” son codificados culturalmente para comunicar rápida y eficientemente qué hacemos. Pero ¿qué sucede cuando estas etiquetas se vuelven demasiado rígidas y generan una sensación opresiva en lugar de libertad? Brian Regan comenta que él ha intentado durante años alejarse de cómo la gente busca definirlo. Su experiencia en el escenario refleja una constante lucha con la percepción externa que lo encasilla en determinados patrones, a los cuales él responde cambiando sus comportamientos o estilos para evitar que su identidad se reduzca a un solo aspecto. De esta manera, pretende mantener una amplitud de perspectivas y evitar ser resumido en pocas palabras. Esto, aunque le permitió preservar una identidad amplia y diversa, también reconoce que pudo haber limitado su expansión comercial, al ser menos fácil de promover y encasillar para audiencias masivas.
Esta reflexión es profundamente relevante en el ámbito profesional más allá del entretenimiento. Muchas personas, como aquellos involucrados en diseño y tecnología, sienten un conflicto similar con sus títulos laborales. Tomemos el ejemplo del título “Ingeniero de Diseño”. En un principio, esta denominación era poco común, generando curiosidad y preguntas que permitían una explicación extensa y matizada de lo que realmente implicaba el trabajo. De esta manera, se mantenía la complejidad y riqueza del rol sin ser reducido a un estereotipo simple.
Sin embargo, a medida que este título se vuelve más conocido y comprendido, pierde esa cualidad de provocación o incertidumbre que invita a una conversación más profunda. Es comprensible que muchas personas disfruten de esta ambigüedad inicialmente, porque les permite evitar ser encerrados en una caja limitada. El título de trabajo puede sentirse como una versión reducida y simplificada de una identidad profesional y, en algunos casos, personal. Cuanto más común y aceptado se vuelve un término, mayor es la probabilidad de que el público asuma que sabe exactamente qué significa. Esto puede ser frustrante para quienes tienen una experiencia y habilidades multidimensionales que no se reflejan adecuadamente en una etiqueta corta.
Además, esta tensión también refleja una resistencia a ser visto estrictamente a través del prisma del trabajo, recordándonos que las identidades profesionales no abarcan la complejidad total de un individuo. En un entorno en el que las fronteras entre roles y disciplinas se vuelven cada vez más permeables, especialmente en sectores como el desarrollo web, diseño UX/UI o ingeniería, los títulos tradicionales pueden quedarse cortos para reflejar la realidad dinámica de las responsabilidades y competencias. Por ejemplo, el profesional que originalmente se describió simplemente como “diseñador” puede haber ampliado sus habilidades para incluir la implementación técnica, la investigación de usuarios, la gestión de proyectos y la optimización de sistemas. En lugar de aceptar una definición sencilla, preferirá explicar más detalladamente en qué consiste su labor, evitando que su identidad se limite a una palabra o frase que se percibe como insuficiente. Sin embargo, esta preferencia por desafiar la simplificación tiene su coste.
Así como Brian Regan admitió que esta aversión al encasillamiento pudo haber frenado su crecimiento comercial, los profesionales que rehúyen los títulos simples y claros pueden enfrentar desafíos en ámbitos como la búsqueda de empleo, la negociación salarial y la proyección profesional en entornos corporativos convencionales, donde las estructuras jerárquicas utilizan etiquetas como herramientas para organizar equipos, responsabilidades y expectativas. En muchos reclutamientos y procesos organizativos, las etiquetas permiten agrupar y buscar candidatos más fácilmente, así como estandarizar descripciones de trabajo para facilitar la evaluación y alineación interna. Esto indica que, aunque los títulos pueden ser limitantes, tienen un rol funcional importante para la eficiencia organizacional y la comunicación rápida. Por lo tanto, existe una dualidad entre la utilidad práctica de los títulos laborales y la necesidad individual de mantener la complejidad y diversidad de la identidad profesional. Algunos profesionales optan por integrar ambos enfoques: utilizan un título oficial para fines externos, pero se expresan de forma más detallada en contextos en los que su perfil puede ser apreciado en su totalidad.
En definitiva, la reflexión de Brian Regan nos invita a reconsiderar cómo nos relacionamos con la definición y representación de nuestra identidad profesional. Rechazar el encasillamiento no significa despreciar la importancia del reconocimiento, sino reclamar el derecho a ser entendidos como individuos complejos y multifacéticos, cuyas habilidades y experiencias van más allá de una etiqueta. Este enfoque puede tener beneficios no solo a nivel personal, sino también para las organizaciones que valoran la innovación y la transversalidad de competencias. Fomentar equipos donde los miembros puedan desempeñarse en múltiples roles y experimentar con nuevas combinaciones de habilidades puede traducirse en soluciones más creativas y adaptativas. Finalmente, aceptar que un título laboral es sólo una aproximación limitada de nuestra vocación puede ser un paso hacia una mayor autenticidad profesional.
Nos libera para explorar nuevas áreas, enfatizar nuestra singularidad y construir carreras que retan las categorizaciones fáciles. El desafío está en encontrar el equilibrio entre la necesidad de orden y comunicación que los títulos proveen, y el deseo legítimo de expresar la riqueza completa de quiénes somos en nuestra vida laboral. Así como Brian Regan continúa reinventándose para evitar ser definido por un solo rasgo, podemos aprender a definirnos poniendo énfasis en la amplitud de nuestras experiencias, habilidades y perspectivas. Al hacerlo, transformamos la relación que tenemos con los títulos laborales y creamos espacios profesionales donde la incertidumbre y la complejidad son bienvenidas y valoradas.