La reciente encuesta realizada por JPMorgan en abril de 2025 ha captado la atención de inversionistas y analistas económicos al revelar un consenso bastante claro respecto a dos aspectos cruciales que marcarán el panorama económico estadounidense en los próximos meses: la debilidad del dólar y la posibilidad creciente de un escenario de estanflación. Este fenómeno, que combina un crecimiento económico estancado con niveles de inflación persistentemente altos, genera preocupación sobre el rumbo que podría tomar una economía que tradicionalmente se ha considerado uno de los motores globales más robustos. De acuerdo con los resultados de la encuesta, que recabó opiniones de 495 inversionistas alrededor del mundo, una mayoría significativa considera que la economía de Estados Unidos enfrentará mayores riesgos de estanflación antes que una recesión tradicional durante el próximo año. Una de las principales razones atribuidas a este escenario adverso es el persistente estancamiento en el crecimiento económico, combinado con presiones inflacionarias que no muestran señales claras de disiparse. En concreto, tres de cada cinco encuestados afirman que el crecimiento económico estadounidense se detendrá o caerá en un terreno muy débil, mientras que la inflación se mantendrá por encima del objetivo del 2% establecido por la Reserva Federal.
De hecho, un 20% estima que la inflación podría superar la barrera del 3.5%, un nivel que evidentemente preocupa a los responsables de la política monetaria y a los mercados. El factor de la moneda estadounidense también juega un papel destacado en las expectativas de los inversionistas. Existe un consenso generalizado sobre la debilidad del dólar frente a otras divisas principales, con la mayoría pronosticando que el euro se mantendrá en niveles iguales o superiores a 1.11 dólares para finales del 2025.
Esto representa aproximadamente una caída del 8% del valor del dólar con respecto al euro, un cambio que podría tener implicaciones profundas para el comercio internacional, los precios de las materias primas y los flujos de capital globales. Este debilitamiento del dólar puede explicarse por varios motivos, entre ellos el impacto de decisiones de política comercial pasadas y presentes. La encuesta señala que una proporción importante de los inversionistas considera que la guerra comercial iniciada durante la administración del expresidente Donald Trump ha tenido efectos negativos duraderos en la economía estadounidense. Estas tensiones comerciales, sumadas a condiciones inflacionarias y a los retos en la política monetaria, contribuyen a una atmósfera de incertidumbre que afecta la confianza de los mercados. En lo que respecta a las perspectivas sobre activos financieros, la encuesta destaca que el efectivo está siendo valorado como el activo más probable para tener un desempeño superior en 2025.
Esta preferencia se explica en parte por las expectativas de que las tasas de rendimiento del bono del Tesoro de EE.UU. a 10 años no disminuirán significativamente respecto a sus niveles actuales. Más de la mitad de los encuestados anticipa que el rendimiento de esta referencia estará en o por encima del 4.25% al cierre del año, lo que vuelve más atractivo mantener efectivo o activos de renta fija que protejan ante la volatilidad del mercado.
Los precios del petróleo, otro indicador crítico, muestran una distribución interesante de expectativas. Casi la mitad de los inversionistas creen que el precio del Brent se estabilizará en torno a los 66 dólares por barril, que es el precio aproximado actual. Mientras tanto, un 30% proyecta que los precios podrían caer hasta niveles cercanos o inferiores a 60 dólares por barril, reflejando la incertidumbre que prevalece en el mercado energético global debido a factores geopolíticos y económicos. La atención también se dirige hacia el desempeño relativo de distintas clases de activos. Los inversionistas muestran un optimismo notable sobre las acciones de mercados emergentes, con un 13% apostando a que estas superarán en rendimiento a otras clases de activos.
En contraste, solo un 9% espera que las acciones de mercados desarrollados tengan un mejor desempeño. A pesar de cierto optimismo regional, la encuesta señala que más de la mitad de los participantes prevé que las acciones de Wall Street experimentarán los mayores flujos de salida en 2025, indicando una cautela considerable hacia el mercado bursátil estadounidense. Por otro lado, la inversión ESG (ambiental, social y de gobernanza), que en años recientes ha ganado popularidad, parece estar perdiendo tracción entre los inversionistas encuestados. Mientras un 30% mantiene un compromiso firme con estas estrategias, un 42% ha mostrado poco o ningún interés en continuar con inversiones que cumplen estos criterios, posiblemente reflejando preocupaciones sobre su rentabilidad o relevancia en el entorno económico actual. En términos geopolíticos y económicos, la encuesta también destaca diferencias importantes en el enfoque y la percepción entre inversionistas estadounidenses y globales.
Este contraste subraya cómo las perspectivas sobre las políticas internas y externas del nuevo régimen estadounidense influyen en la visión estratégica y las decisiones de inversión. La incertidumbre política añade otra capa de complejidad a un panorama ya de por sí desafiante. El contexto global, marcado por tensiones comerciales, volatilidad en los mercados y retos asociados a la inflación, crea un escenario en el que los inversionistas prefieren adoptar posturas conservadoras, valorando el efectivo y la renta fija por encima de activos más riesgosos. Este comportamiento se sustenta en la expectativa de que los bancos centrales mantendrán políticas monetarias restrictivas con el fin de controlar la inflación, aunque ello pueda frenar el crecimiento económico. En resumen, el consenso revelado por la encuesta de JPMorgan en cuanto a la debilidad del dólar y la posibilidad creciente de estanflación en Estados Unidos para 2025 invita a inversionistas, empresas y analistas a replantear sus estrategias.