Durante los primeros 100 días del segundo mandato presidencial de Donald Trump, el mundo de las criptomonedas experimentó un giro decisivo que marcó un antes y un después en la adopción y regulación de los activos digitales en Estados Unidos. Este periodo fue clave para la consolidación de una estrategia gubernamental orientada no solo a promover la innovación en tecnologías financieras, sino también a posicionar al país como la capital mundial del criptoecosistema. Sin embargo, a pesar de los picos históricos en los precios de criptomonedas como Bitcoin, los desafíos derivados de la política comercial, las tensiones internacionales y las incertidumbres económicas generaron una montaña rusa en la confianza de los inversores y el mercado. La llegada de Trump al poder el 20 de enero significó un cambio tangible en la postura oficial hacia las criptomonedas. A diferencia del escepticismo o la indiferencia mostrada por algunas administraciones anteriores, la nueva gestión dejó clara su intención de impulsar estas tecnologías disruptivas.
Uno de los movimientos más relevantes fue la incorporación de figuras reconocidas por su apoyo a la innovación en activos digitales: Howard Lutnick, nombrado Secretario de Comercio, y Scott Bessent, Secretario del Tesoro, junto al designado presidente de la Comisión de Bolsa y Valores (SEC), Paul Atkins, quien mostró una mirada más comprensiva hacia la industria cripto. En un giro más estratégico, Trump designó como comisionado para Inteligencia Artificial y criptomonedas a David Sacks, un empresario sudafricano con vínculos directos al empresario Elon Musk, lo que refuerza la alianza entre tecnología, política y el ecosistema de innovación en Estados Unidos. Estas designaciones fueron fundamentales para dar un soporte institucional a las iniciativas que el presidente implementó desde los primeros días en el cargo. Entre las acciones ejecutivas promovidas por Trump destacó la firma de varios decretos que impulsaban el desarrollo de las criptomonedas en el ámbito federal. Uno de los anuncios más resonantes fue la creación del "Reserva Estratégica de Bitcoin" y la "Reserva Nacional de Activos Digitales de Estados Unidos", proyectos destinados a acumular y gestionar activos digitales en manos del gobierno con el objetivo de fortalecer su papel estratégico y financiero en el mercado global.
El presidente reveló que la reserva inicial estaría compuesta por 200,000 Bitcoins ya poseídos por el gobierno federal, un dato que sorprendió a la comunidad cripto por su magnitud y relevancia. A futuro, se contemplaba la incorporación gradual de otras monedas importantes como Ethereum, Ripple, Solana y Cardano, ampliando la diversificación y respaldo a diferentes segmentos tecnológicos y financieros. La celebración del "Digital Asset Summit" fue otro hito en la agenda oficial. Durante este evento, Trump congregó a ejecutivos, inversionistas y líderes del sector cripto para fomentar el diálogo, la cooperación y el diseño de políticas públicas que favorecieran el crecimiento ordenado y seguro del mercado digital. En esta misma línea, el mandatario expresó su respaldo a los legisladores que impulsan marcos normativos enfocados en la regulación integral de estas tecnologías.
De manera paralela, Trump lanzó su propia criptomoneda llamada "Official Trump" (TRUMP), una iniciativa que además de simbolizar su apuesta personal por el activo digital, buscaba atraer la inversión privada y generar nuevas oportunidades comerciales. Se anunció una cena exclusiva con los mayores inversores en mayo para promover y fortalecer este nuevo proyecto digital, que funcionaría bajo la sombrilla de World Liberty Finance, un emprendimiento financiero ligado a las empresas de la familia Trump. En materia regulatoria, la administración favoreció un ambiente menos restrictivo para empresas del sector como Coinbase, Kraken y Robinhood, al lograr que la SEC desestimara demandas que amenazaban su operación. También las plataformas Consensys y OpenSea, importantes en el ámbito de aplicaciones descentralizadas y tokens no fungibles (NFTs), se beneficiaron de esta postura más amigable. No obstante, el entusiasmo y los récords alcanzados en los valores de Bitcoin y otras criptomonedas tuvieron un carácter efímero.
Bitcoin llegó a superar los 110,000 dólares antes de caer a niveles por debajo de los 75,000 en meses posteriores. Ethereum, la segunda criptomoneda en capitalización, experimentó una caída significativa de 3,900 a 1,400 dólares, junto a pérdidas superiores al 50% en numerosas altcoins. Esta volatilidad puso de manifiesto la fragilidad del mercado frente a factores macroeconómicos y políticos. Varios elementos externos contribuyeron a esta volatilidad. Entre ellos, destacan la escalada del conflicto comercial entre Estados Unidos y China, las políticas arancelarias agresivas impulsadas por Trump que aumentaron la incertidumbre en el comercio internacional, y las crecientes señales de riesgo de recesión en la economía global.
Estos factores actuaron como contrapesos a la pujanza inicial del cripto mercado. A nivel estatal, la influencia de la administración federal se reflejó en iniciativas locales para emular la estrategia de la reserva nacional digital. Arizona, por ejemplo, tomó protagonismo proponiendo su propia reserva estratégica de Bitcoin, evidenciando cómo la política nacional puede motivar cambios descentralizados importantes en el panorama económico. En definitiva, los primeros 100 días de Trump marcaron un impulso sin precedentes para las criptomonedas dentro de la política económica estadounidense. Se establecieron las bases para integrar los activos digitales en la estrategia nacional, se promovió un diálogo constructivo con el sector privado y se dio luz verde a nuevos modelos de negocios.
