En el mundo vertiginoso del siglo XXI, donde la tecnología parece avanzar a un ritmo imparable, resulta fundamental plantear preguntas profundas sobre la dirección que está tomando nuestra sociedad digital. ¿Qué pasaría si tan solo pudiéramos hacer ciertos cambios radicales que impactaran de manera positiva y definitiva el ámbito digital y tecnológico? Una visión así invita a reflexionar sobre múltiples aspectos que van desde la privacidad y la seguridad informática hasta la gobernanza de internet y el uso responsable de los recursos tecnológicos. Una de las propuestas más emblemáticas en este sentido es la eliminación definitiva de la publicidad en las plataformas digitales. La publicidad, tal como se conoce hoy, ha llegado a convertirse en un modelo dominante para muchas redes sociales y servicios en línea, generando incentivos para la creación de contenido que busca la explotación de mecanismos de enganche y la recopilación masiva de datos personales. Al erradicar la publicidad en estos espacios, se abriría la puerta a un ecosistema más saludable, donde la monetización podría enfocarse en modelos que respeten la privacidad y fomenten la calidad del contenido.
En paralelo, eliminar las redes sociales con fines de lucro representaría un cambio trascendental, liberando a los usuarios de la tiranía algorítmica y la constante manipulación destinada a incrementar la rentabilidad. Las plataformas sin fines de lucro, gestionadas bajo principios éticos, podrían priorizar la experiencia del usuario y la divulgación responsable de información sin caer en la trampa de generar adicción o desinformación. Esta transformación podría requerir una regulación cuidadosa y la participación activa de gobiernos y organizaciones independientes para garantizar su viabilidad y transparencia. Desde la perspectiva del software, una pausa prolongada en el desarrollo de sistemas operativos principales para enfocarse exclusivamente en mejorar su rendimiento, estabilidad y solución de errores sería una estrategia innovadora. En vez de entregar actualizaciones con nuevas funciones que en muchos casos sólo aumentan la complejidad y las vulnerabilidades, concentrarse en optimizar lo ya existente podría ofrecer una experiencia informática más segura y fiable.
Esta idea, aunque ambiciosa, podría reducir la carga de trabajo para desarrolladores y usuarios, y disminuir la aparición de incompatibilidades o problemas derivados de cambios constantes. Otro tema altamente controversial y debatido es la inteligencia artificial generativa (GenAI), que en los últimos años ha revolucionado múltiples sectores. Sin embargo, también ha planteado serios cuestionamientos en términos éticos, de privacidad y de seguridad. ¿Qué pasaría si decidieramos parar su desarrollo o, al menos, implementar regulaciones severas para contener sus posibles efectos nocivos? Detener temporalmente esta tecnología permitiría reflexionar sobre sus aplicaciones y evitar la proliferación de falsedades, robos de identidad y automatización irresponsable. En cuanto a las tecnologías web y la programación, la eliminación de entornos como Node.
js, Electron y bases de datos NoSQL representa un punto de inflexión. Estas tecnologías, aunque muy populares debido a su flexibilidad y rapidez de desarrollo, han suscitado críticas debido a cuestiones de eficiencia, seguridad y complejidad innecesaria. Prescindir de ellas implicaría retornar a herramientas más tradicionales y comprobadas que prioricen la seguridad, la eficiencia y la compatibilidad a largo plazo. La sobrecarga de memoria en los navegadores es una molestia cotidiana para muchos usuarios, especialmente en dispositivos con recursos limitados. Limitar el uso de RAM por pestaña a un máximo de 16 MiB podría impulsar a los desarrolladores web a optimizar sus páginas y aplicaciones, consiguiendo un internet más ágil y accesible para todos.
Además, esta restricción ayudaría a reducir el consumo energético, colaborando con objetivos de sostenibilidad ambiental y bienestar digital. Una cuestión de vital importancia para el futuro de la conectividad global es plantear que el tráfico entre países sea exclusivamente basado en IPv6. La transición completa a este protocolo permitiría resolver las limitaciones en la asignación de direcciones y mejorar la seguridad y eficiencia de la red. IPv6, con su diseño avanzado, ofrece características esenciales para la escalabilidad que demanda el internet del mañana, facilitando la interoperabilidad y la reducción de amenazas cibernéticas. Por otro lado, la infraestructura de seguridad digital gravita en torno a la confianza que otorgan las autoridades certificadoras (CA).
Proponer la eliminación de todas las CA, salvo Let's Encrypt, apuntaría a simplificar y homogenizar el sistema, garantizando un entorno más confiable y transparente para la emisión de certificados digitales. Let's Encrypt ha demostrado ser una iniciativa exitosa, ofreciendo certificados gratuitos y automáticos que promueven la encriptación masiva y el fortalecimiento de la seguridad en internet. Finalmente, la idea de tratar a los motores de búsqueda como infraestructura pública gestionada por una entidad multinacional sin fines de lucro financiada mediante contribuciones estatales invita a una reconsideración profunda del poder que estas herramientas ostentan. Actualmente, los principales buscadores están en manos de empresas privadas con intereses comerciales que no siempre coinciden con el bienestar colectivo. Democratizar el acceso y la gestión de las herramientas para acceder al conocimiento favorecería un internet más abierto, justo y equitativo.
Estas reflexiones, aparentemente utópicas, nos invitan a imaginar un futuro en que la tecnología no solo sirva a fines comerciales, sino que se convierta en una herramienta al servicio de la sociedad en su conjunto. El desarrollo responsable, la protección de la privacidad y la seguridad, así como la sostenibilidad del ecosistema digital, son valores fundamentales que deberían guiar cada decisión en este campo. El avance tecnológico no es inevitablemente sinónimo de progreso humano si no se acompaña de una ética robusta y un compromiso con el bien común. La participación activa de administradores independientes y comunidades especializadas en seguridad informática, como los usuarios de instancias descentralizadas tipo Mastodon, pueden ser ejemplos de cómo construir espacios digitales más sanos y seguros. En conclusión, plantear reducciones drásticas en publicidad, orientaciones hacia tecnologías más estables y seguras, limitaciones razonables en recursos, exclusividad en protocolos de conexión y una gestión pública de servicios fundamentales conforma un panorama revolucionario para la tecnología de la información.
Estas propuestas representan desafíos complejos pero necesarios para cambiar la narrativa actual, donde el usuario recupere el control y el internet sea verdaderamente un bien común global.