La política del hijo único en China es una de las medidas de control poblacional más emblemáticas y controvertidas de la historia moderna. A pesar de su impacto globalmente reconocido, el éxito y la efectividad de esta política han sido objeto de amplio debate. Estudios recientes sugieren que la clave para entender la reducción drástica de la tasa de fertilidad en China durante los años noventa radica en los incentivos burocráticos implementados para fortalecer la aplicación de esta norma. A diferencia de lo que se pensaba inicialmente, la tasa total de fertilidad no disminuyó de manera significativa justo después del inicio de la política en 1979-1980, sino que la caída más pronunciada ocurrió una década después, principalmente durante la primera mitad de los años noventa. Este retraso se asocia directamente con la introducción y aplicación de un mecanismo conocido como el “Veto de un Voto” o “One Vote Veto” (OVV), que vinculaba el cumplimiento de la política con las oportunidades de promoción profesional de los funcionarios públicos.
Antes del OVV, los niveles de fertilidad se mantuvieron relativamente estables, ya que los incentivos y controles burocráticos no eran suficientemente efectivos para garantizar el estricto cumplimiento de la política. Sin embargo, tras la implementación del OVV, los funcionarios locales enfrentaron la prohibición absoluta de ascensos en sus carreras si no cumplían con los objetivos de la política, lo que generó un cambio radical en su conducta y compromiso con su aplicación. Este sistema transformó las dinámicas administrativas y proporcionó al gobierno central un mecanismo eficiente para asegurar la adherencia a la política a nivel provincial y local. La implementación heterogénea del OVV a lo largo de las diferentes provincias chinas permitió a los investigadores estimar el impacto directo sobre la tasa de fertilidad a través de análisis con tablas de vida de fertilidad multi-decremento. Los resultados mostraron que el reforzamiento de incentivos burocráticos bajo el OVV explicaba aproximadamente el 46% de la caída en la tasa total de fertilidad durante los años noventa, contribuyendo a que ésta descendiera por debajo del nivel de reemplazo generacional.
Además de estos incentivos, el uso de métodos anticonceptivos modernos, especialmente la inserción de dispositivos intrauterinos (DIU), aumentó de manera notable durante este periodo. El DIU era la forma más prevalente de anticoncepción en China y fue promovido intensamente por los funcionarios del Partido Comunista como parte del esfuerzo para reducir la fertilidad. Según los datos, el uso recomendado por los oficiales aumentó en un 133% bajo la política, una cifra que supera cuatro veces el incremento observado en el uso voluntario de anticonceptivos. Este aumento refleja la fuerte directriz y control estatal, así como la presión ejercida sobre las parejas para limitar su número de hijos. A nivel sociopolítico, el alineamiento entre los objetivos del gobierno central y las recompensas personales o profesionales de los burócratas fue crucial para la efectividad de la política y su impacto tangible sobre la población.
Esta experiencia visibiliza un aspecto fundamental: incluso en economías altamente centralizadas, el diseño de incentivos adecuados para los actores responsables de ejecutar políticas puede determinar el éxito o fracaso de las mismas. La política del hijo único fue más que un simple decreto; fue un sistema cuidadosamente estructurado donde los mecanismos de control y los incentivos burocráticos jugaron un papel transformador. Este enfoque también permitió comprender que las reducciones demográficas pueden ser causadas no sólo por cambios sociales o culturales, sino también por la manera en que el Estado articula sus políticas internas y motiva a sus funcionarios. Sin embargo, la política del hijo único no estuvo exenta de consecuencias sociales difíciles. La disminución de la tasa de fertilidad generó preocupaciones sobre el envejecimiento de la población y la futura fuerza laboral, con implicaciones económicas y sociales prolongadas.
Además, la presión estatal generó múltiples problemas de derechos humanos y situaciones de abuso, hechos que continúan siendo objeto de crítica internacional. En retrospectiva, los análisis centrados en los incentivos burocráticos amplían la comprensión sobre las raíces del éxito y las limitaciones de la política. A nivel conceptual, ofrecen un ejemplo para otros países y sistemas que buscan implementar reformas demográficas o sociales integrando motivaciones administrativas con metas públicas. Resulta importante destacar que la adaptación y el control riguroso por parte del Estado fueron indispensables para superar las barreras tradicionales a la reducción de la fertilidad, como las normas culturales y las preferencias familiares propias de ese contexto. La experiencia china invita a reflexionar acerca de la complejidad de manejar políticas públicas en contextos de grandes poblaciones y cómo la estructura interna de los gobiernos puede afectar resultados a gran escala.
En conclusión, la política del hijo único en China es un caso paradigmático que ilustra cómo la efectividad de una política pública tan impactante depende no solo del diseño normativo, sino también de la capacidad del Estado para alinear los incentivos de sus agentes ejecutores. El uso del OVV para garantizar el cumplimiento demuestra la importancia de integrar mecanismos motivacionales dentro de la administración pública, aún en sistemas con fuerte control central. Estos elementos fueron fundamentales para que la política lograra reducir de manera significativa la tasa de fertilidad, transformando la demografía china y dejando una huella indeleble en la historia social y económica del país.