El 8 de abril de 2025, el Departamento de Comercio de los Estados Unidos anunció una medida significativa que afectará a una de las instituciones educativas y de investigación más prestigiosas del mundo: la Universidad de Princeton. A través de la voz del Secretario de Comercio, Howard Lutnick, se confirmó que cerca de cuatro millones de dólares en financiamiento para acuerdos cooperativos con esta universidad llegarán a su fin. Esta decisión, fundamentada en una revisión exhaustiva de los objetivos y prioridades del Departamento, refleja un giro en el enfoque federal hacia la investigación científica, en particular en áreas relacionadas con el cambio climático. La cancelación de estos fondos no solo representa un recorte presupuestario sino también una declaración de política dentro de la Administración Trump acerca de cómo se entienden y gestionan los riesgos climáticos y la investigación asociada. Este recorte se encuadra en el esfuerzo por “redimensionar” y hacer más eficiente el tamaño y costo del gobierno federal, un compromiso que ha sido reiterado en diferentes sectores de la administración.
El financiamiento que se termina está concentrado en tres acuerdos cooperativos específicos que, hasta ahora, habían recibido recursos para investigar diversas facetas del clima y los fenómenos atmosféricos. El primero, denominado 'Instituto Cooperativo para el Modelado del Sistema Terrestre I', había sido objeto de crítica por supuestamente promover escenarios alarmistas e improbables relacionados con el calentamiento global, los cuales, según la administración actual, generan un aumento de la denominada 'ansiedad climática', especialmente entre los jóvenes estadounidenses. Este enfoque en escenarios de riesgo elevado y la inclusión de iniciativas educativas dirigidas a estudiantes desde nivel primaria hasta secundaria, fueron puntos controversiales que llevaron a la decisión de cortar estos fondos. Cabe destacar que la ‘ansiedad climática’ hace referencia al miedo o preocupación excesiva frente a la amenaza del cambio climático, un fenómeno psicológico que ha ganado atención en debates sociales y científicos en años recientes. Sin embargo, la polémica gira en torno a cómo la ciencia y las instituciones deben abordar esa preocupación pública: equilibrar la precisión científica con la comunicación responsable y constructiva que no lleve al pánico.
El segundo acuerdo, ‘Riesgos Climáticos y Predictibilidad Subestacional a Estacional Interactiva’, investigaba el impacto potencial del calentamiento global en la disponibilidad del recurso vital del agua. Aunque esencial para anticipar y mitigar efectos adversos en sectores como la agricultura y la gestión de recursos hídricos, dicha investigación fue considerada por la administración como no alineada con las prioridades actuales, bajo la premisa de que los recursos federales pueden ser mejor utilizados en otros frentes. El tercero, ‘Avances en la Predicción: un Modelo Regional Coupled de Atmósfera y Océano para Estudios de Procesos Físicos de Alta Resolución en la Interfaz Aire-Mar’, se enfocaba en el modelado detallado de interacciones entre la atmósfera y el océano para evaluar riesgos asociados con alteraciones del clima, como el aumento en patrones de precipitación y el incremento del nivel del mar. Esta investigación incluía el estudio de la inundación costera, un problema de relevancia creciente, particularmente para comunidades vulnerables. Pese a la importancia de estas investigaciones, la administración argumenta que otras iniciativas más específicas y costo-efectivas están trabajando en los mismos temas, y que el alto costo computacional y financiero de estos modelos no se justifica bajo la actual visión de asignación de recursos.
Esta postura subraya un enfoque pragmático y ajustado al presupuesto en contraposición a proyectos de investigación más ambiciosos o exploratorios. Esta decisión también tiene implicaciones para el entorno académico y científico más amplio. La reducción de financiamiento federal en áreas sensibles como el cambio climático plantea desafíos para las universidades e investigadores que dependen en gran medida de estos fondos para llevar a cabo investigaciones vigentes, formar nuevos científicos y participar en el debate internacional. Además, refleja una tendencia a reevaluar y a veces restringir la investigación que no se ajusta a las prioridades y narrativas políticas vigentes. Por otra parte, la postura del Departamento de Comercio y NOAA, agencia responsable de la administración de estos fondos, manifiesta un compromiso declarado de revisar individualmente todas las ayudas financieras externas para evitar gastos gubernamentales considerados improductivos o innecesarios.
Esta estrategia de revisión continúa abre interrogantes sobre futuras asignaciones y el equilibrio entre la promoción del desarrollo científico y la responsabilidad fiscal. En el contexto de la política climática global, esta medida estadounidense puede afectar la percepción y cooperación internacional en la investigación científica. La Universidad de Princeton es reconocida a nivel mundial por sus aportes significativos en climatología, ciencias ambientales y modelado climático avanzado. El recorte podría debilitar las contribuciones estadounidenses en el desarrollo científico y tecnológico relacionado con el cambio climático, un tema que trasciende fronteras nacionales. Además, la discusión alrededor de la ‘ansiedad climática’ y las narrativas científicas enfatiza la importancia de comunicar adecuadamente los hallazgos científicos al público, balanceando claridad, precisión y responsabilidad social.