La búsqueda de una solución habitacional se ha convertido en un desafío creciente para muchos estadounidenses, especialmente para la población mayor. A medida que los costos de la vivienda continúan aumentando, un número creciente de seniors ha comenzado a explorar opciones no convencionales para reducir costos y mejorar su calidad de vida. Una de estas alternativas que ha ganado popularidad es la figura del “boommate”, un concepto que se refiere a compartir la vivienda con otros adultos mayores para compartir gastos y compañía. En un país donde la soledad y el aislamiento son problemas cada vez más comunes para los adultos mayores, el modelo de convivencia entre compañeros no solo proporciona una solución económica, sino que también fomenta un entorno social más integrado. A diferencia de los jóvenes que suelen organizar fiestas y encuentros sociales, los “boommates” suelen apreciar un estilo de vida más tranquilo y relajado.
“No hacemos fiestas, pero es un buen arreglo”, comenta Mary, una residente de 72 años que comparte su hogar con otra mujer de su edad. Para ellas, tener una “boommate” significa no solo dividir el alquiler y los servicios, sino también disfrutar de la compañía y apoyo mutuo en esta etapa de sus vidas. Este fenómeno de compartir vivienda entre personas mayores se ha expandido rápidamente en las últimas décadas. La crisis de la vivienda, sumada a los limitados ingresos de jubilación y las pensiones, ha empujado a muchos a considerar esta opción como una alternativa viable. Según un estudio de la Asociación Nacional de Realtors, se estima que un 20% de las personas mayores en EE.
UU. está evaluando la posibilidad de compartir vivienda como una forma de reducir costos. Además, esa misma investigación señala que el 30% de los adultos mayores vive actualmente en hogares unifamiliares, lo que indica que muchos de ellos podrían beneficiarse de la convivencia. Algunas organizaciones sin fines de lucro y plataformas digitales han comenzado a surgir para facilitar este tipo de arreglos habitacionales. Estas iniciativas ayudan a conectar a personas mayores que buscan compartir sus hogares y brindan asesoramiento sobre cómo estructurar una convivencia armoniosa.
La idea es que, al compartir tanto el espacio como las responsabilidades del hogar, los seniors no solo ahorran dinero, sino que también desarrollan vínculos significativos con quienes comparten su vida diaria. Un aspecto clave a considerar en esta dinámica de vivir con un “boommate” es la compatibilidad. Como explica Rosa, una mujer de 68 años que encontró a su compañera de casa a través de una app: “Es fundamental tener intereses y estilos de vida compatibles. Nos gusta leer, ver películas y cocinar juntas. Eso hace que la experiencia sea mucho más llevadera y disfrutable”.
Este enfoque colaborativo crea un ambiente en el que ambos sienten que están contribuyendo a un hogar común, lo que a su vez fortalece la relación entre ellos. Además de los beneficios económicos y sociales, la convivencia con un “boommate” puede tener un impacto positivo en la salud mental. Diversos estudios han indicado que las personas mayores que viven solas son más propensas a experimentar sentimientos de soledad y depresión. En contraposición, aquellos que comparten su hogar con otros tienden a tener una mejor calidad de vida emocional. La interacción diaria y el sentido de compañerismo pueden resultar fundamentales para el bienestar general de los seniors.
Sin embargo, no todo es sencillo en este tipo de convivencia. Al ser seres humanos con personalidades y hábitos diferentes, surgen inevitables desafíos. La clave está en establecer límites y reglas claras desde el principio. Es crucial que los “boommates” tengan conversaciones honestas sobre las expectativas de cada uno, cómo organizarán las tareas del hogar y cómo manejarán los conflictos que puedan surgir. “Hemos llegado a un acuerdo sobre cómo dividir las tareas y los gastos, y eso ha sido fundamental para mantener la paz”, comparte Tom, un hombre de 70 años que vive con su compañero en un apartamento en la ciudad.
El mercado inmobiliario también responde a esta tendencia innovadora, con algunas empresas desarrollando viviendas diseñadas específicamente para compartir entre personas mayores. Estos espacios suelen incluir áreas comunes amplias, así como habitaciones privadas que garantizan un nivel de intimidad. Esto no solo facilita la convivencia, sino que también permite crear una comunidad más activa y solidaria, contribuyendo a un cambio positivo en la forma en que los seniors enfrentan sus años dorados. Algunos críticos pueden cuestionar la viabilidad de este estilo de vida a largo plazo, sugiriendo que no todos los adultos mayores se sentirán cómodos compartiendo su espacio personal con extraños; sin embargo, muchos testimonios de aquellos que se han aventurado en este camino demuestran que las recompensas pueden superar las reservas iniciales. La idea de compartir un hogar no es solo práctica, sino que también representa un cambio cultural en la percepción de la vida en la vejez.
En definitiva, a medida que más estadounidenses se adentran en la vida de sus años dorados, opciones como la de tener un “boommate” se convierten en soluciones atractivas y necesarias. Ya sea por la reducción de costos o por la búsqueda de compañía, este modelo de convivencia tiene el potencial de redefinir cómo se experimenta la vejez en el país. Como concluye Mary: “No imaginé que compartir mi hogar podría ser tan gratificante. Nos cuidamos mutuamente y aprendemos una de la otra. Es una nueva forma de vida, y me encanta”.
En un mundo que a menudo asocia el envejecimiento con la soledad, la historia de los “boommates” brinda una luz de esperanza y una alternativa llena de oportunidades.