En diciembre de 2024 se llevó a cabo una expedición sin precedentes llamada "The Final Experiment" en la remota y helada Antártida, con el propósito de resolver, o al menos poner a prueba, las teorías modernas que postulan que la Tierra es plana. Organizada por Will Duffy, un pastor cristiano estadounidense, esta aventura científica-social reunió a un variado grupo de participantes que incluía tanto a creyentes en la Tierra plana como a defensores de la forma esférica del planeta. A lo largo de cuatro días y con la intensa preparación de tres años, el objetivo principal fue observar un fenómeno astronómico conocido como el sol de medianoche, una prueba directa que pone en jaque las creencias fundamentalistas del movimiento terraplanista contemporáneo. El concepto de la Tierra plana no es nuevo, aunque en la antigüedad fue superado por descubrimientos científicos que demostraron la esfericidad del planeta. Sin embargo, en la era digital, estas creencias han experimentado un resurgimiento alarmante gracias a plataformas sociales como YouTube, donde se diseminan teorías conspirativas que contradicen evidencias empíricas milenarias.
La popularidad de estas ideas se ha extendido incluso dentro de ciertos sectores con inclinaciones políticas y religiosas específicas, quienes rechazan la ciencia objetiva en favor de interpretaciones literales y conspirativas del mundo que les rodea. En muchos de los modelos terraplanistas, se plantea la existencia de un muro de hielo que rodea el planeta —identificado con la Antártida— el cual supuestamente evitaría que el agua cayera y que cualquier exploración más profunda revele la verdad. De acuerdo con estos postulados, el sol en la Antártida debería salir y ocultarse en ciclos normales, ya que la idea de un sol visto las 24 horas seguidas es contradictoria con su universo conceptual. Por ello, observar el fenómeno del sol de medianoche, donde el astro rey nunca desaparece en el horizonte durante ciertos períodos del año, constituye un desafío directo a estas afirmaciones. Will Duffy logró reunir a un grupo de 48 personas divididas equitativamente entre creyentes en la Tierra plana y aquellos que aceptan el modelo esférico, denominados "globe Earthers" o globers.
De ese grupo, finalmente ocho participaron directamente en la expedición: cuatro terraplanistas y cuatro globers. La travesía se inició con un vuelo desde Chile hasta el campamento privado Unión Glacier, ubicado en la costa occidental de la Antártida a aproximadamente 79 grados de latitud sur, un lugar que nadie con creencias de Tierra plana había visitado antes. Para muchos terraplanistas, la Antártida había sido exclusivamente un territorio inaccesible debido a tratados internacionales y conspiraciones ocultas que supuestamente impedían el acceso para preservar un "engaño" respecto al sol permanente. Sin embargo, este equipo logró superar esos obstáculos y desmentir la idea de censura o restricción intencionada. Desde el campamento, utilizando tecnología satelital de última generación como Starlink, transmitieron en vivo la observación continua del sol en el cielo durante tres días.
Los resultados fueron sorprendentes para los propios participantes que defendían la Tierra plana. Todos ellos admitieron la veracidad del fenómeno del sol de medianoche, el cual refuta las predicciones de sus modelos. Jeran Campanella, un creador de contenido estadounidense conocido dentro de la comunidad terraplanista, reconoció públicamente que su modelo ya no era válido después de haberlo presenciado con sus propios ojos y anunció que se alejaría del movimiento. Otro creador, Austin Whitsitt, mantuvo una postura algo más abierta, sugiriendo que podría existir alguna forma de reconciliar este fenómeno con una Tierra plana, aunque eso supusiera reajustar muchas creencias previas. A pesar de estas admisiones, la comunidad más amplia de terraplanistas rechazó las evidencias presentadas durante la expedición.
Algunos acusaron a los participantes de formar parte de una conspiración mucho mayor destinada a reforzar la narrativa de la Tierra redonda. Afirmaron que el material audiovisual fue grabado en estudios con croma o domos, y algunos incluso propusieron teorías no menos elaboradas, como la predicación de un pastor de Alabama que sugirió la creación de un "sol falso" para engañar a la humanidad. También surgieron acusaciones contra Will Duffy sobre supuestas malversaciones en la financiación del viaje, las cuales fueron desmentidas por él mismo y por miembros de su congregación. El impacto cultural de "The Final Experiment" fue significativo. No solo se trató de una exploración científica, sino de un acontecimiento viral que capturó la atención de medios internacionales, divulgadores científicos y comunidades online.
La iniciativa demostró cómo la cooperación entre distintos grupos en un entorno excepcional puede tender puentes, enfrentar prejuicios y permitir que la evidencia empírica desafíe convicciones arraigadas. El fenómeno del sol de medianoche se explica gracias a la inclinación del eje terrestre respecto a su órbita alrededor del sol. Durante los meses de verano en uno de los hemisferios, el polo correspondiente está inclinado hacia el sol, permitiendo que en latitudes polares el sol nunca se ponga por debajo del horizonte durante un período prolongado. Este fenómeno es recurrente y comprobable mediante observaciones directas, satélites y explicaciones físicas fundamentadas. En contraste, la visión terraplanista propone un sol que se mueve en círculos por encima de un disco plano, una idea que no puede explicar adecuadamente la existencia del sol de medianoche o las variaciones estacionales observadas en todo el mundo.
Estas inconsistencias han sido señaladas repetidamente por la comunidad científica, pero el movimiento terraplanista persiste principalmente por factores sociales, psicológicos y culturales. Analizando la expedición desde una perspectiva periodística y social, es evidente que "The Final Experiment" fue más que una simple prueba científica; fue un experimento social que puso en evidencia la complejidad de las creencias humanas, el poder de las redes sociales y las dificultades para cambiar sistemas ideológicos basados en la desconfianza y el escepticismo frente a la ciencia tradicional. A pesar de la sorpresa generada y las pruebas presentadas, gran parte de la comunidad terraplanista continúa ignorando o desacreditando las evidencias, recurriendo a explicaciones conspirativas que incluso involucran cuestiones sobrenaturales o sobrenaturalizadas, como la supuesta manipulación por entidades malignas. Esta resistencia al cambio demuestra cómo la evidencia empírica no siempre es suficiente para modificar creencias cuando estas están ligadas a identidades culturales profundas o agendas ideológicas. La experiencia además resalta el papel que pueden jugar las figuras religiosas como agentes intermediarios entre la ciencia y comunidades vulnerables a teorías conspirativas.