Desde tiempos antiguos, los gatos han sido compañeros esenciales de la vida humana, pero su llegada a América fue relativamente tardía, vinculada directamente con la colonización europea. Recientemente, un estudio científico ha arrojado luz sobre cómo y cuándo los felinos domésticos comenzaron a formar parte de la historia de los Estados Unidos, gracias a un descubrimiento arqueológico sorprendente en las costas de Florida. En los restos del naufragio del barco español Emanuel Point II, que se hundió en 1559, científicos hallaron los restos de dos gatos domésticos—uno adulto y otro juvenil—ofreciendo la evidencia más antigua hasta ahora conocida de gatos como mascotas en territorio estadounidense. El Emanuel Point II formaba parte de una flota dirigida por el conquistador Tristán de Luna y Arellano, que partió de México en una expedición para establecer asentamientos españoles en la costa del Golfo. En septiembre de 1559, un huracán destruyó varias embarcaciones y causó la pérdida del Emanuel Point II frente a las costas de lo que hoy es Pensacola, Florida.
Desde el descubrimiento del naufragio se han recuperado numerosos objetos que eran parte del día a día de los marineros y colonizadores, pero el hallazgo más revelador ha sido el de los restos de los felinos, que no solo confirman su presencia sino que ofrecen detalles sobre su papel y la relación que mantenían con los humanos a bordo. Al analizar los huesos y los isótopos en ellos, los científicos determinaron que estos gatos no eran simplemente animales que vivían por su cuenta en el barco como roedores u otros pequeños cazadores. Por el contrario, los datos sugieren que estaban bien alimentados con una dieta que incluía pescado, carnes como cerdo, aves y posiblemente algunos roedores ocasionales. Esto implica que los marineros se encargaban de cuidarlos y proveerles alimento, resaltando su importancia como compañeros y guardianes contra plagas a bordo. Los gatos en barcos no eran solo una solución práctica para controlar las infestaciones de ratones y ratas que podían dañar las provisiones y poner en riesgo la salud, sino que a menudo adquirían un valor afectivo significativo para las tripulaciones.
La tradición marítima de considerar a los gatos como animales de buena suerte, especialmente aquellos con características particulares como los que tienen dedos extras, se remonta a siglos atrás y está bien documentada. Este afecto y utilidad práctica hicieron que los gatos fueran miembros valiosos en la dura vida a bordo durante las largas expediciones. Históricamente, la domesticación del gato comenzó hace aproximadamente 12,000 años en Oriente Medio, y para el 400 a.C. ya se encontraban en la cuenca mediterránea.
Sin embargo, la llegada de estos animales al Nuevo Mundo es relativamente reciente y se atribuye a las expediciones europeas que comenzaron en el siglo XV. Se sabe que Cristóbal Colón llevó gatos consigo en sus viajes, y se han encontrado restos de gatos en sitios del Caribe que datan de ese período, pero hasta ahora no había evidencia directa que confirmara su presencia como mascotas en el territorio continental que hoy conocemos como Estados Unidos. El descubrimiento en el naufragio de Emanuel Point II cierra esa brecha histórica y proporciona datos tangibles sobre el traslado de los gatos desde Europa a América. Los análisis genéticos confirmaron que las dos felinas tenían ascendencia europea, lo que fortalece la hipótesis de que fueron llevadas a bordo de manera intencional para cumplir funciones específicas. Este hallazgo no solo tiene implicaciones arqueológicas, sino también culturales, ya que marca un punto de inflexión en la historia del vínculo entre humanos y animales en América.
Además, el hecho de que los gatos no fueran tratados como fuente de alimento o para la obtención de pieles en esta expedición española distingue la relación que aquí se observa con otras prácticas europeas un poco anteriores o contemporáneas. En algunos lugares medievales de Europa, los gatos eran cazados y aprovechados por su pelaje o incluso consumidos, como lo atestiguan recetas y restos arqueológicos, pero eso no parece haber sido el caso a bordo del Emanuel Point II. En cambio, aquí se evidencia un nivel de cuidado y respeto que resalta la creciente consideración de los gatos como animales de compañía. Este tipo de descubrimientos contribuyen no solo a entender la historia de la colonización y exploración en América, sino también ofrecen pistas sobre la evolución del rol de los animales domésticos en nuestra sociedad. La evidencia de que los gatos ya tenían un estatus especial y un vínculo afectivo con los seres humanos en pleno siglo XVI abre la puerta a repensar la dinámica entre los colonizadores y su entorno.