En la tranquila ciudad de Olot, en Cataluña, se apagó la vida de una de las figuras más emblemáticas de la longevidad humana: María Branyas Morera, quien, a la edad de 117 años, era reconocida como la mujer más anciana del mundo. Su muerte, que ocurrió en un entorno que ella siempre consideró acogedor, no solo marca el final de una vida larga y rica en experiencias, sino que también nos deja un legado de resiliencia y sabiduría. María Branyas nació el 4 de marzo de 1907 en San Francisco, Estados Unidos, en una familia de inmigrantes españoles. A una edad temprana, su familia regresó a España, estableciéndose en un entorno que a lo largo de su vida sería testigo de numerosos eventos históricos. Desde los estragos de la Primera y Segunda Guerra Mundial hasta la guerra civil española, María vivió en una época muy convulsa, pero lo enfrentó con una perspectiva sorprendentemente optimista.
Su vida estuvo marcada por las adversidades, pero también por momentos de profunda felicidad y amor familiar. Branyas compartió el secreto de su longevidad a lo largo de los años. En varias entrevistas, mencionó la importancia de mantener la calma y el orden en su vida y destacó lo fundamental que ha sido para ella tener conexiones sólidas con su familia y amigos. Este enfoque en las relaciones interpersonales se ha alineado con los hallazgos de los investigadores que estudian la longevidad y el bienestar en las personas mayores, quienes destacan que un círculo social activo puede contribuir en gran medida a una vida más larga y satisfactoria. Uno de los momentos más duros en la vida de María Branyas ocurrió cuando, durante un viaje marítimo a Europa a la edad de ocho años, sufrió un accidente que le hizo perder la audición de un oído.
Sin embargo, esta adversidad no la detuvo. Al contrario, ella encarnaba el optimismo y la perseverancia, buscando siempre la belleza y la alegría en la vida cotidiana. A lo largo de su vida, experimentó múltiples tragedias, pero su capacidad para encontrar luz aún en los momentos más oscuros fue un rasgo distintivo de su carácter. En 1936, durante la Guerra Civil Española, decidió dedicarse a cuidar a los soldados heridos. Su compasión y dedicación en ese momento crítico de la historia española reflejan su profundo sentido del deber hacia los demás.
María siempre estuvo dispuesta a ayudar y a contribuir de cualquier manera posible a su comunidad, mostrando que la verdadera grandeza radica en la bondad que uno puede ofrecer. Las pandemias también fueron parte de la vida de María. Desde haber sobrevivido a la gripe española en su juventud hasta haber enfrentado la pandemia de COVID-19 en sus años más avanzados, su historia es un testimonio de resistencia. En 2020, con 113 años, contrajo el virus, pero logró recuperarse en unos días, añadiendo otra hazaña a su ya impresionante lista de logros vitales. En sus últimos años de vida, María vivió en un hogar de ancianos en Olot, donde se convirtió en un faro de esperanza y sabiduría para muchos.
Su presencia era reconfortante, un recordatorio de que la experiencia y la historia personal aportan una perspectiva valiosa a las nuevas generaciones. Su cuenta en las redes sociales, donde se autodenominaba "Super Àvia Catalana", era un espacio donde compartía sus pensamientos y reflexiones sobre la vida. Con humor y sinceridad, María conectaba con el mundo, demostrando que la edad no era un obstáculo para seguir comunicándose y compartiendo. El anuncio de su fallecimiento fue un evento que resonó en todo el mundo. A través de plataformas sociales y medios de comunicación, amigos, familiares y desconocidos expresaron sus condolencias y celebraron su vida.
La familia de María Branyas comunicó cómo su partida fue tranquila, en su sueño, sin dolor, reflejando así su deseo de dejar este mundo tal como vivió: serena y sin alharaca. La noticia de su muerte también trajo consigo un profundo sentido de reflexión sobre el significado de la longevidad. ¿Qué hace que algunas personas vivan tanto tiempo? Si bien la genética juega un papel, el estilo de vida, las relaciones interpersonales, la estabilidad emocional y la capacidad de adaptarse son igualmente cruciales. María Branyas Morera fue un ejemplo vívido de cómo una actitud positiva y el amor de la familia pueden proporcionar el sustento necesario para llevar una vida larga y significativa. En el ámbito de la gerontología, su historia alimenta el estudio sobre el envejecimiento saludable y la importancia de cultivar conexiones sociales.
En un mundo que a menudo subestima las voces de nuestros mayores, la vida de María nos recuerda que cada historia es una lección que puede ser aprovechada. Su legado vivirá en los corazones de aquellos que fueron tocados por su sabiduría y su historia. Tras la muerte de María Branyas, la lista de los más ancianos del mundo la sigue encabezando la japonesa Tomiko Itooka, que a la fecha cuenta con 116 años. El fallecimiento de Branyas es un recordatorio de que cada vida, independientemente de su duración, puede servir como un faro de enseñanza y esperanza. Así, María Branyas Morera, la "katalanische Superoma", se convierte en una leyenda, un símbolo de la capacidad humana de resistir y adaptarse, y de la importancia de valorar cada momento de nuestra vida.
Su historia inspiradora nos invita a reflexionar sobre lo que realmente significa vivir plenamente, no solo en términos de cantidad de años, sino también de calidad de vida y conexión con los demás. Mientras el mundo se adapta a la ausencia de esta extraordinaria mujer, recordaremos su vida no solo por su longevidad, sino por el impacto profundo que tuvo en todos nosotros, mostrándonos que los años son solo un número y que lo que realmente importa son las historias que construimos y las relaciones que cultivamos a lo largo del camino.
