Imagina un escenario en el que la señal del espacio no solo incluya los datos científicos habituales, sino también el suave movimiento de peces nadando en un tanque lunar. Este no es un escenario de ciencia ficción, sino una posibilidad real gracias al ambicioso proyecto Lunar Hatch, que pretende cultivar lubinas en la Luna para alimentar a los astronautas en misiones de larga duración. Este innovador enfoque en acuicultura espacial abre una nueva era para la exploración humana más allá del planeta Tierra, con el potencial de transformar no solo la manera en que nos alimentamos en el espacio, sino también cómo gestionamos los recursos en la Tierra. El elemento central de este proyecto es la lubina, un pez apreciado por su valor nutricional y su adaptabilidad. La elección no es casual.
La lubina es una fuente excelente de proteínas de alta calidad, fácil de digerir, que además aporta ácidos grasos omega 3 y vitaminas B esenciales para la salud humana. Estas características la convierten en un alimento idóneo para astronautas, que requieren una nutrición óptima para mantener su masa muscular y su estado general en condiciones de microgravedad. El desafío radica en cómo producir este alimento en entornos extraterrestres, donde la dependencia de suministros desde la Tierra es costosa y limitada. Lunar Hatch, liderado por el biólogo marino Dr. Cyrille Przybyla, de la Institución Nacional Francesa de Investigación Marina, aborda este desafío enviando huevos fertilizados de lubina al espacio.
La idea es que estos huevos eclosionen durante el trayecto hacia la Estación Espacial Internacional, lo que permitirá observar el desarrollo temprano del pez en condiciones reales de microgravedad. Posteriormente, la intención es establecer sistemas cerrados de acuicultura en la Luna que puedan sostener la vida de estos peces, y así garantizar una fuente continua de alimento para los colonizadores espaciales. La importancia de crear sistemas de alimentación autosuficientes en el espacio es evidente. Las futuras bases lunares o marcianas no pueden depender exclusivamente de suministros enviados desde la Tierra debido a los costos, el tiempo de transporte y la vulnerabilidad ante contingencias. Por ello, el concepto de un sistema de producción de alimentos cerrado, que recicla al máximo los recursos, es fundamental.
Lunar Hatch propone un modelo autosustentable en el cual el agua para los tanques de peces provenga del hielo lunar, localizado en los polos lunares. Los desechos de los peces alimentarían microalgas, que a su vez alimentarían otros organismos filtradores como bivalvos o zooplancton, creando una red trófica artificial que recicla nutrientes de forma eficiente. Además, los residuos sólidos producidos por la lubina serían procesados por camarones y gusanos, que servirían como alimento de retorno para los peces, cerrando definitivamente el ciclo. Este enfoque no solo reduce al mínimo los desechos, sino que también genera un ambiente equilibrado y saludable para la acuicultura, esencial bajo las condiciones delicadas del espacio. No se trata de un experimento aislado ni novedoso en la historia espacial.
Desde la misión Apolo en 1973, se han enviado peces al espacio, incluyendo mummichogs, guppies y zebrafish, con el fin de estudiar sus respuestas a la microgravedad y otros factores ambientales del espacio. Sin embargo, Lunar Hatch representa un salto cualitativo al proponer la producción continua y la cosecha de peces para alimentación directa, algo nunca antes intentado. Los desafíos técnicos son grandes, incluimos desde la resistencia de los huevos a las vibraciones y aceleraciones durante el lanzamiento, considerando que un cohete como el Soyuz genera vibraciones significativas, hasta la protección del ADN y el correcto desarrollo de los embriones frente a la radiación cósmica. Los primeros experimentos simulados en tierra han dado resultados positivos, reforzando la viabilidad del proyecto. Ahora el objetivo es realizar misiones reales para validar estas observaciones y ajustar los sistemas antes de una implementación definitiva.
Más allá de la exploración espacial, Lunar Hatch ofrece un modelo valioso para el manejo sostenible de la acuicultura en la Tierra. El concepto de sistemas cerrados y reciclados puede aplicarse en comunidades aisladas o en regiones con recursos limitados, donde las técnicas convencionales no son viables. Así, los avances logrados en el espacio podrían ayudar a enfrentar retos globales relacionados con la seguridad alimentaria y el impacto ambiental. El proyecto también refleja la competencia creciente entre diferentes países por liderar la innovación espacial. China, por ejemplo, está desarrollando sistemas similares de acuicultura cerrada en su estación espacial Tiangong, lo que añade un estímulo adicional para acelerar los avances y asegurar el liderazgo en esta área.