La economía del Reino Unido se encuentra en una encrucijada, marcada por un crecimiento más débil de lo esperado. Este panorama complicado dejará al canciller con poco margen de maniobra para su presupuesto de otoño, según un informe que ha generado gran preocupación entre los economistas y analistas del mercado. La situación económica, que ha sido objeto de análisis por parte de KPMG, destaca la fragilidad del crecimiento del PIB y las implicaciones que esto tiene para la formulación de políticas económicas. Según el último informe de KPMG, las proyecciones de crecimiento para la economía británica se han revisado a la baja. Después de un inicio robusto en la primera mitad del año, se prevé que el crecimiento se desacelere en la segunda parte de 2024.
Esto resultará en un crecimiento del PIB del 1.0% para todo el año, con una leve mejoría esperada del 1.2% en 2025. Estas cifras son un ligero aumento respecto a las proyecciones de julio, pero aún insuficientes para satisfacer las necesidades urgentes de gastos del nuevo gobierno. Una de las preocupaciones más inmediatas se centra en el debilitamiento del gasto de los consumidores, que se espera que permanezca bajo.
Después de un período de crisis global y local, la preferencia de los consumidores por aumentar sus ahorros en lugar de gastar se ha revelado como una tendencia prominente. Esto provoca un círculo vicioso donde el bajo consumo limita el crecimiento económico, lo que a su vez afecta la capacidad del Gobierno para implementar un presupuesto expansivo que pueda impulsar la recuperación económica. La incertidumbre geopolítica también está jugando un papel crítico en este contexto. Factores externos, como posibles conflictos comerciales y cambios en la política económica internacional, han comenzado a influir negativamente en las proyecciones de crecimiento económico de Reino Unido. De acuerdo con KPMG, un aumento arancelario del 10% impuesto por un país como Estados Unidos podría reducir el crecimiento del PIB británico en aproximadamente un 0.
3%. Esto demuestra cómo las decisiones fuera del control del gobierno británico pueden tener repercusiones profundas en la economía nacional. La canciller del Reino Unido se enfrenta, entonces, a un desafío monumental al intentar equilibrar las urgentes necesidades de gasto en áreas como la salud, educación y las infraestructuras, mientras se encuentra restringida por una capacidad limitada para aumentar los ingresos fiscales. Muchos de los aumentos impositivos más significativos que podrían generar ingresos se han descartado debido a los compromisos de la plataforma electoral del nuevo gobierno. Esto ha dejado a la canciller con pocas opciones sobre la mesa para financiar los compromisos necesarios.
El informe también subraya que, aunque hay cierta flexibilidad en los objetivos fiscales, especialmente al considerar un cambio hacia una medida de deuda que incluya los préstamos del Banco de Inglaterra, esta flexibilidad ofrecería solo alrededor de £16 mil millones de espacio adicional. Esto es nada comparado con las enormes necesidades de inversión que el país enfrenta. Los expertos sugieren que el presupuesto de otoño representa una oportunidad crucial para establecer las bases para un crecimiento más fuerte. Sin embargo, el marco fiscal actual puede dificultar que el gobierno tome prestado significativamente más. Yael Selfin, economista jefe de KPMG en el Reino Unido, destacó que la actual serie de objetivos fiscales representa una de las menos estrictas en la última década.
Relajar estos objetivos podría socavar respectivamente la razón de ser de las mismas. En el frente inflacionario, se prevé que la tasa de inflación se eleve hasta un 3% a principios de 2025, impulsada por un aumento en los precios de la energía. Sin embargo, se espera que el crecimiento más lento de los salarios permita un alivio gradual de la inflación en los servicios, ayudando a que la inflación general vuelva a la meta establecida al final del siguiente año. Esta complejidad ofrece un panorama difícil al Banco de Inglaterra, que se enfrenta a la presión de realizar ajustes en las tasas de interés. La tendencia a ahorrar ha aumentado notablemente entre los hogares británicos en respuesta a una serie de choques económicos en los últimos cuatro años, sumados a las tasas de interés elevadas.
Este cambio en el comportamiento del consumidor, provocado por la crisis y factores demográficos como el envejecimiento de la población, puede tener un carácter más permanente. De hecho, KPMG prevé que el crecimiento del gasto de los consumidores será de solo 0.4% en 2024 y 1.4% en 2025. La balanza comercial del Reino Unido también enfrenta desafíos significativos, con las exportaciones de bienes aún un 15% por debajo de los niveles previos a la pandemia.
Las condiciones geopolíticas continúan ejerciendo presión sobre el desempeño de los exportadores británicos, lo que podría perjudicar aún más el crecimiento económico. Los negocios podrían postergar inversiones ante un aumento de la incertidumbre, exacerbando la situación crítica. La combinación de estos diversos factores plantea un dilema complicado para las empresas británicas que deben reevaluar tanto sus estrategias comerciales como la producción. La gran cantidad de cambios en el comportamiento del consumidor y las condiciones del mercado global obligan a las empresas a adaptarse rápidamente a esta nueva realidad. A medida que se aproxima el presupuesto de otoño, la tensión se intensifica en torno a las decisiones que el gobierno deberá tomar para abordar estos desafíos económicos.
Si bien hay esperanzas de que las políticas adecuadas puedan catalizar un crecimiento más robusto, la realidad actual se ve ensombrecida por restricciones financieras y la incertidumbre internacional. En este contexto de cambios y desafíos económicos, la capacidad del gobierno para crear estrategias efectivas y realistas será crucial para no solo estabilizar la economía británica, sino también para cimentar su crecimiento futuro. Como conclusión, la economía del Reino Unido se encuentra en una encrucijada crítica. La combinación de un crecimiento débil, cambios en el comportamiento del consumidor y una balanza comercial en problemas plantea desafíos para el nuevo gobierno. Los próximos meses serán cruciales para definir las políticas que permitirán al Reino Unido avanzar en un clima económico cada vez más complicado y resistente a cambios drásticos.
La pregunta que queda en el aire es si el gobierno podrá navegar con éxito a través de estas adversidades y encontrar un camino hacia una recuperación sostenible.