Los océanos representan uno de los ecosistemas más vastos y enigmáticos del planeta Tierra, abarcando más del 70% de la superficie global. A pesar de su importancia para la biodiversidad, regulación climática y recursos naturales, el ser humano apenas ha logrado explorar una fracción mínima de su fondo marino. Estudios recientes señalan que menos del 1% de los suelos oceánicos ha sido visualizado y cartografiado con detalle, abriendo la puerta a innumerables misterios y oportunidades científicas. La afirmación de que conocemos mejor la superficie de Marte que el fondo de nuestros océanos, lejos de ser una exageración, está respaldada por datos concretos. Gracias a la avanzada tecnología espacial, la superficie marciana ha sido mapeada con alta resolución en gran parte de su extensión.
En contraste, la exploración marina sigue siendo un desafío formidable debido a las condiciones extremas que presenta el entorno submarino: la oscuridad absoluta, la alta presión, la baja temperatura y la profundidad extrema limitan las capacidades humanas y técnicas de exploración. El fondo oceánico está compuesto por diversas características geográficas como montañas submarinas, fosas oceánicas, mesetas, llanuras abisales y cañones marinos. Sin embargo, la tecnología actualmente disponible, como vehículos operados a control remoto (ROVs, por sus siglas en inglés) y sumergibles habi-tados, permite alcanzar solo ciertos límites de profundidad y cobertura limitada. La proporción visualizada y mapeada representa menos del 0,001% del lecho marino, lo que equivale aproximadamente a una décima parte del tamaño de Bélgica, según una investigación publicada en 2025 por Katherine Bell y colaboradores en la revista Science Advances. La falta de exploración tiene múltiples causas.
En primer lugar, el alto costo económico que implica desarrollar y operar tecnologías capaces de soportar las extremas condiciones del océano profundo. Sumergibles, robots submarinos y sensores especializados requieren inversiones millonarias y personal altamente capacitado. En segundo lugar, las limitaciones técnicas que impone la falta de luz y la presión, que aumenta en miles de veces en las fosas oceánicas, dificultan la captura de imágenes nítidas o datos precisos. Además, la vasta extensión del fondo marino hace que el trabajo sea lento y fragmentado. El desconocimiento sobre el fondo marino también representa una brecha importante en nuestra comprensión del planeta y de los procesos ambientales.
Por ejemplo, los océanos juegan un papel fundamental en la regulación del clima global a través de la absorción de dióxido de carbono y la distribución del calor. Sin embargo, los mecanismos bioquímicos que ocurren en las profundidades pueden estar aún invisibilizados y afectar la precisión de modelos climáticos. Asimismo, la biodiversidad marina está lejos de ser plenamente conocida. Se estima que la mayoría de especies oceánicas profundas no han sido identificadas ni estudiadas. Este desconocimiento limita la capacidad de preservar ecosistemas únicos y frágiles, especialmente en contextos de crecientes amenazas como la contaminación, la pesca excesiva y el potencial auge de la minería submarina.
De hecho, algunos líderes e investigadores abogan por la creación de reservas marinas protegidas que impidan el daño irreversible a estas zonas aún ocultas. El avance tecnológico está ofreciendo nuevas posibilidades para explorar y entender el fondo del océano. Vehículos autónomos submarinos (AUVs) con sensores sofisticados, cámaras de alta definición y capacidad para recorrer grandes distancias sin intervención humana están empezando a mapear áreas desconocidas. Igualmente, proyectos internacionales buscan integrar datos y colaborar para acelerar el conocimiento del océano, ante la urgencia de responder a crisis ambientales y económicas. Los descubrimientos en las profundidades oceánicas pueden tener repercusiones directas en la salud humana, la biotecnología y la industria.
Organismos únicos adaptados a condiciones extremas pueden ser fuente de nuevos compuestos químicos con potencial para medicamentos, tratamientos médicos y aplicaciones industriales. Asimismo, conocer los procesos geológicos submarinos entraña riesgos y oportunidades para entender fenómenos sísmicos, vulcanismo y su impacto en la sociedad. La exploración del fondo marino es, por tanto, un campo esencial para la ciencia contemporánea. Más allá de la curiosidad, representa una urgencia para conservar el equilibrio ecológico y aprovechar con responsabilidad los recursos naturales. La cooperación internacional, inversión en tecnología e impulso en la investigación marina son imprescindibles para superar los limitantes actuales y plasmar un mapa integral y profundo del mundo submarino.
En conclusión, el mar profundo continúa siendo un territorio casi inexplorado en el siglo XXI. Menos del 1% del fondo oceánico ha sido observado directamente por el ser humano, un dato que invita a reflexionar sobre la vastedad de lo desconocido y la necesidad de redoblar esfuerzos para adentrarnos en este misterio azul. Explorar el océano es explorar nuestro propio planeta y futuro, un viaje hacia lo invisible, pero crucial para la vida en la Tierra.