En la actualidad, la inteligencia artificial (IA) se ha convertido en uno de los motores fundamentales del desarrollo tecnológico y de la transformación digital. Cada acción que realizamos en línea, cada dispositivo que utilizamos para monitorizar nuestra salud o cada interacción en redes sociales genera datos que alimentan los algoritmos que componen esta nueva era tecnológica. Sin embargo, tras esta inmensa producción de información, surge una pregunta crítica: ¿quién es realmente el dueño de estos datos y cómo pueden ser utilizados? Anna Kazlauskas, cofundadora de Vana y CEO de Open Data Labs, ha emergido como una voz crucial para abordar estas inquietudes, promoviendo una visión en la que los usuarios recuperen el control total sobre sus datos en la era de la IA. Anna Kazlauskas defiende la idea de que los datos personales, desde las métricas de una app de salud hasta las publicaciones en redes sociales, pertenecen legalmente a los usuarios y no a las grandes plataformas tecnológicas que suelen explotarlos económicamente. A pesar de ello, en la práctica, la mayoría de las personas no cuentan con los medios para monetizar o gestionar activamente sus datos, lo que perpetúa un sistema en el que los gigantes tecnológicos obtienen ganancias desproporcionadas a partir de la información generada por los usuarios.
Consciente de esta realidad, Kazlauskas ha trabajado en la creación de Vana, una iniciativa que busca formalizar un ecosistema basado en la propiedad de datos por parte de los usuarios, transformando la manera en que interactuamos con nuestros datos y con la inteligencia artificial. En su visión, los datos son un recurso fundamental que debe estar en manos de sus creadores para potenciar un nuevo modelo de economía digital sustentado en el intercambio justo y transparente. Uno de los conceptos centrales que impulsa Kazlauskas es el desarrollo de las DAOs de datos o Data DAOs, una especie de sindicato laboral para los datos. Estos organismos descentralizados permiten a los usuarios agrupar sus datos y tomar decisiones colectivas sobre su uso, logrando así una fuerza negociadora mucho mayor que la que podría alcanzar una persona de manera individual. De manera metafórica, Kazlauskas compara la propiedad de datos con la de un vehículo estacionado en un aparcamiento: aunque el estacionamiento sirve de plataforma, el dueño siempre mantiene la propiedad y la potestad de retirar su coche en cualquier momento.
Las Data DAOs representan un cambio de paradigma en la manera en la que se gestiona y comercializa la información personal. En lugar de que los datos permanezcan encerrados y fragmentados en plataformas de grandes empresas, los usuarios pueden unir esfuerzos para crear conjuntos valiosos de información, que además pueden ser aprovechados para entrenar modelos de inteligencia artificial con un alcance y calidad mucho mayor. Además, esta estructura permite que los beneficios derivados de la explotación de datos sean distribuidos de forma más equitativa entre sus verdaderos propietarios. Un aspecto destacado de la labor de Kazlauskas es la colaboración entre Vana y Flower Labs para desarrollar COLLECTIVE-1, un modelo de IA fundamental que nunca antes se había construido con una propiedad realmente distribuida entre usuarios. Tradicionalmente, los modelos generativos o foundation models se entrenan en entornos centralizados, controlados por grandes empresas con acceso a enormes volúmenes de datos y potencia computacional.
COLLECTIVE-1 pretende romper con ese esquema mediante el uso de entrenamiento federado y descentralizado, estrategia en la que Flower Labs es un referente gracias a sus avanzadas librerías de código abierto. Este modelo redefine el concepto de quién controla el desarrollo y funcionamiento de la inteligencia artificial, otorgando a los usuarios no solo el control sobre sus datos, sino también sobre el propio modelo y su aplicación. De esta manera, los usuarios pueden determinar qué uso se le da a la IA basada en sus datos, promoviendo una gobernanza más democrática y responsable. La visión de Kazlauskas no es solo una aspiración ética o ideológica, sino que también se sustenta en el potencial de rendimiento superior que puede alcanzar la IA a partir de la combinación de datos múltiples y diversos, que no están limitados a las burbujas informativas de cada empresa individual. La diversidad y amplitud de un conjunto de datos colectivo y transversal son el verdadero motor para crear modelos más inteligentes, precisos y generalizables, capaces de competir e incluso superar a las soluciones centralizadas actuales.
Además, Kazlauskas vislumbra un futuro en el que la propiedad de los datos sea un estándar cotidiano a nivel global, con cientos de millones de personas ya participando activamente en ecosistemas de datos descentralizados en los próximos años, y eventualmente abarcando una población mundial que supera los 10 mil millones. Esta perspectiva supone una transformación radical que sacude los cimientos del modelo de negocio tecnológico actual y abre el camino hacia una economía digital más justa, inclusiva y sostenible. El impacto de esta revolución también afecta directamente a los desarrolladores de IA y tecnología. Actualmente, la mayor parte de los talentos en el área se ven obligados a trabajar dentro de los “jardines amurallados” que son los grandes laboratorios tecnológicos, donde tienen acceso a conjuntos de datos exclusivos y el poder computacional necesario para sus proyectos. Sin embargo, el modelo que promueve Kazlauskas facilita que puedan acceder a datos agrupados y validos dentro de un entorno descentralizado, abriendo más oportunidades para la innovación independiente y el desarrollo de soluciones diversas.
En cuanto a la monetización de los datos, la recuperación de la propiedad implica que los usuarios podrán negociar directamente el valor de la información que generan y compartir en estos mercados descentralizados. Este concepto desafía la estructura tradicional donde el valor generado es unidireccional, beneficiando exclusivamente a las empresas que recolectan y procesan los datos sin compensar adecuadamente a los individuos detrás de ellos. Dentro de estos mercados descentralizados, la implementación de tokens ligados a los datos, como el VRC-20 desarrollado por Vana, permite representar el valor digital de la información personal en forma segura y transparente. Estos tokens pueden ser intercambiados, apostados o utilizados para acceder a servicios de IA, facilitando un ecosistema dinámico donde los usuarios también pueden contribuir activamente en la co-creación de modelos y aplicaciones. El movimiento impulsado por Kazlauskas también tiene implicaciones importantes para la privacidad y la seguridad de los datos, aspectos que se vuelven críticos en un entorno donde la confianza es esencial.
Al mantener los datos bajo control del usuario y facilitar su uso mediante estructuras descentralizadas, se reduce el riesgo de abusos y accesos indebidos, algo que ha sido un problema persistente con las grandes plataformas centralizadas. Además, esta estructura descentralizada ofrece a los usuarios una mayor transparencia sobre el uso que se hace de su información, así como la posibilidad de revocar permisos y decidir de manera informada sobre el destino de sus datos, fortaleciendo así la soberanía digital individual. En resumen, la propuesta de Anna Kazlauskas representa un cambio profundo en la forma en que concebimos la propiedad y el uso de los datos en la era digital. Su trabajo a través de Vana y alianzas estratégicas como la realizada con Flower Labs está ayudando a construir un nuevo ecosistema en el que la inteligencia artificial no solo sea una herramienta avanzada, sino una plataforma que potencie la autonomía y el empoderamiento de los usuarios. La era de la IA y el Big Data no significa necesariamente la concentración del poder en manos de unos pocos, sino que puede ser una oportunidad para democratizar el acceso y generar valor compartido a partir del recurso más valioso del siglo XXI: nuestros datos.
El reto para el futuro, entonces, es continuar promoviendo la adopción de estos modelos y plataformas que defienden la propiedad de datos, generando un impacto positivo tanto para los usuarios como para desarrolladores e investigadores en inteligencia artificial. En este sentido, el liderazgo de figuras como Anna Kazlauskas no solo es inspirador, sino fundamental para viabilizar un cambio real y sostenible en la economía digital global. El discurso de Kazlauskas también invita a gobiernos, reguladores y actores sociales a repensar las normativas y políticas públicas, poniendo en el centro la protección y el empoderamiento del usuario como eje de la revolución tecnológica. Al adoptar marcos regulatorios que reconozcan la propiedad individual y colectiva de los datos, se podrá potenciar la innovación responsable y asegurar que el desarrollo de la IA represente un beneficio para toda la sociedad. A medida que la inteligencia artificial avanza a pasos acelerados, el control de los datos se vuelve una cuestión estratégica y ética.
La visión de Anna Kazlauskas nos recuerda que detrás de las máquinas inteligentes están siempre las personas, y que su derecho a decidir sobre su propia información debe ser respetado y promovido si queremos construir un futuro digital más justo, transparente y colaborativo.