El hundimiento del terreno, conocido científicamente como subsidencia, se ha convertido en una amenaza creciente para las principales ciudades de Estados Unidos, extendiéndose mucho más allá de las ya tradicionalmente vulnerables áreas costeras. Durante décadas, se ha asociado el fenómeno principalmente con ciudades ubicadas junto al mar, donde la erosión y la subida del nivel del mar son preocupaciones constantes. Sin embargo, una investigación reciente publicada en la revista Nature Cities revela que todas las ciudades estadounidenses con una población superior a 600,000 habitantes están experimentando algún grado de hundimiento, desde las grandes metrópolis costeras hasta importantes núcleos urbanos en el interior del país. El estudio, que se apoya en datos satelitales de alta precisión, logra medir los movimientos verticales de la tierra hasta en milímetros, utilizando un detallado sistema de cuadrículas que permite detectar diferencias incluso dentro de una misma ciudad. Entre las ciudades más afectadas se encuentran Houston, Dallas, Fort Worth, Nueva York y Las Vegas.
Sorprendentemente, Houston lidera la lista como la ciudad más rápida en hundirse, con áreas que decaen hasta 10 milímetros cada año. Este fenómeno amenaza no solo la integridad estructural de edificios simbólicos, sino también las infraestructuras vitales para la vida diaria de millones de personas. Uno de los factores principales que contribuyen al hundimiento es la extracción acelerada de agua subterránea. El agua que se encuentra en los espacios microscópicos entre los sedimentos finos del suelo proporciona soporte esencial para la superficie. Cuando esta agua se bombea y no se repone adecuadamente, esos espacios se colapsan, causando una disminución en el nivel del terreno.
En este sentido, aproximadamente el 80% del hundimiento registrado en estas ciudades se atribuye a la extracción no sostenible de este recurso. Otras actividades humanas también exacerban el problema. En Texas, además de la extracción de agua, la producción de petróleo y gas contribuye significativamente al fenómeno de la subsidencia. La multitud de edificios en ciudades como Nueva York aumenta la presión sobre el suelo, y la construcción en Miami interfiere con las estructuras subterráneas, acelerando el hundimiento. Por tanto, el problema se manifiesta de manera compleja y multifacética, reflejando las múltiples formas en que los humanos impactan el terreno bajo sus ciudades.
El crecimiento poblacional y la demanda energética y de agua siguen aumentando sin señales claras de desaceleración. Esto indica que, sin intervención, el hundimiento podría empeorar con el paso del tiempo. Adicionalmente, el cambio climático y las prolongadas sequías que trae consigo pueden agravar todavía más el problema, ya que la escasez de lluvias reduce la recarga de los acuíferos subterráneos. Las consecuencias de ignorar esta emergencia podrían ser severas. El hundimiento no solo daña estructuras físicas, sino que también amenaza la seguridad y el bienestar de quienes habitan estas ciudades.
Con el terreno cediendo debajo de grandes edificaciones, el riesgo para infraestructuras críticas como puentes, carreteras, alcantarillados y planteles de servicios se incrementa sustancialmente. Estos daños pueden generar costos millonarios en reparaciones y afectar la economía local y nacional. No obstante, los investigadores son claros al destacar que aún hay margen para actuar y mitigar el problema. Existen diversas estrategias que pueden emplearse para frenar o revertir en parte el hundimiento del terreno. Algunas alternativas incluyen la elevación del nivel del suelo mediante ingeniería civil, la restauración y creación de humedales artificiales que ayuden a retener agua, y reformas en los sistemas de drenaje para evitar la sobreextracción de agua subterránea.
Asimismo, se propone mejorar la legislación y los códigos de construcción en concordancia con las realidades locales de subsidencia. Por ejemplo, implementar regulaciones estrictas para la extracción de agua, promover tecnologías de consumo eficiente y establecer planes urbanos que consideren la vulnerabilidad del subsuelo pueden ser medidas efectivas. La cooperación entre agencias gubernamentales, organizaciones científicas y comunidades es esencial para diseñar soluciones adaptadas a cada ciudad. El fenómeno del hundimiento urbano no es exclusivo de Estados Unidos; es un riesgo global que afecta a muchas ciudades alrededor del mundo. No obstante, el estudio reciente destaca que, aunque muchas investigaciones previas se centraron en zonas costeras, la amenaza es mucho más generalizada y compleja.
Por lo tanto, la respuesta social y política debe ser inclusiva y considerar todas las regiones afectadas, no sólo aquellas ubicadas cerca del mar. Desde una perspectiva ambiental, la subsidencia tiene implicaciones que van más allá de la infraestructura urbana. La pérdida de suelo puede alterar ecosistemas subterráneos y superficiales, afectando la biodiversidad local y el equilibrio natural. Además, la combinación del hundimiento y la subida global del nivel del mar puede aumentar el riesgo de inundaciones y saltos en la línea costera, especialmente en ciudades como Miami y Nueva York. En conclusión, la subsidencia urbana es un fenómeno silencioso pero devastador que requiere atención inmediata.