El desastre de Honda Point, ocurrido la noche del 8 de septiembre de 1923, es recordado como la mayor pérdida de barcos de la Marina de los Estados Unidos en tiempos de paz. Siete destructores estadounidenses se estrellaron contra las rocas en un tramo peligroso de la costa californiana cerca de Honda Point, también conocido como Point Pedernales, dejando un saldo trágico de veintitrés marineros fallecidos y más de cien heridos. Este incidente naval no solo marcó uno de los episodios más oscuros de la historia marítima norteamericana, sino que también desencadenó una serie de investigaciones, juicios y reformas en la navegación que perduran hasta hoy. Honda Point es una zona costera en Santa Bárbara, California, caracterizada por una serie de afloramientos rocosos conocidos como Woodbury Rocks, con un obstáculo particularmente temido llamado Devil's Jaw o la Mandíbula del Diablo, un nombre legado por exploradores españoles en el siglo XVI. Este sitio siempre ha representado un riesgo para la navegación debido a su geografía y condiciones oceánicas complejas.
En 1923, este lugar se convirtió en el escenario de una catástrofe naval cuando catorce destructores pertenecientes a la División de Destructores Once (DesRon 11) de la Marina de los Estados Unidos navegaban rumbo al sur desde San Francisco hacia San Diego, realizando un ejercicio de entrenamiento de 24 horas a una velocidad constante de veinte nudos en formación cerrada. El buque insignia, el USS Delphy, bajo el mando del Capitán Edward H. Watson, utilizaba la navegación por estima para guiar a la escuadra, confiando en cálculos basados en rumbo y velocidad, sin la utilización rigurosa de instrumentos modernos como el radioscopio (radio direction finding), que por entonces aún era una tecnología novedosa y poco confiable para ellos. La visibilidad era extremadamente limitada esa noche debido a la neblina costera, y la ausencia de una luna dificultaba aún más la orientación visual. A pesar de tener señales de radio provenientes de la base de Point Arguello, el oficial encargado de la navegación, el Teniente Comandante Donald T.
Hunter, decidió no dar crédito a la información recibida, esto, sumado a la falta de sondeos de profundidad, resultó en un error fatal de posicionamiento. A estos errores humanos se sumaron condiciones oceánicas anormales producto de la Gran Tierra Temblorosa de Kantō, un terremoto devastador que sacudió Japón días antes y provocó corrientes marítimas y oleajes inusuales en la costa oeste de Estados Unidos. Tales corrientes alteraron la precisión de las estimaciones de velocidad y ubicación realizadas por el equipo de navegación. Al ordenar un giro hacia el este demasiado pronto y en condiciones adversas, la escuadra se desvió varios kilómetros al norte de la ruta prevista. En cuestión de minutos, el USS Delphy tocó fondo y quedó varado contra las traicioneras piedras.
Otros seis destructores siguieron su trágico destino, chocando y hundiéndose en las rocas del peligroso litoral. Dos destructores adicionales impactaron pero lograron liberarse y continuar tras el incidente. El rescate de los supervivientes fue un esfuerzo heroico en que participaron tanto los buques no afectados como los habitantes de la costa, quienes enseguida respondieron al desastre. Rancheros locales improvisaron sistemas de poleas para evacuar a los marinos en peligro desde los acantilados, mientras pescadores auxiliaban en el traslado de los heridos. A pesar del caos y la dureza de las condiciones marinas, más de setecientos cuarenta y cinco hombres fueron rescatados con vida.
La tragedia conmocionó a la nación y generó una fuerte atención mediática y gubernamental. El examen de causa raíz reveló que el desastre fue consecuencia directa de errores de navegación, imprudencia y una inadecuada confianza en la navegación por estima sin apoyo suficiente en la tecnología disponible. La decisión de mantener la velocidad alta en formación cerrada durante una noche neblinosa, sin recurrir a medidas básicas como verificar la profundidad o confiar en las señales de radio, evidenció una falta de prudencia. Sin embargo, el contexto de época tenía en cuenta un entrenamiento que simulaba condiciones de combate, donde la rapidez y el sigilo eran prioritarios, lo que llevó al Capitán Watson a arriesgar a su escuadra para lograr una llegada rápida y coordinada. Tras la investigación, un consejo de guerra naval liderado por el Contralmirante Henry A.
Wiley determinó responsabilizar formalmente al Capitán Watson y al Teniente Comandante Hunter, quienes fueron declarados culpables y sancionados con la pérdida de antigüedad para futuras promociones. La tradición en la Marina establecía que un comandante es responsable final de sus barcos, incluso cuando esté viajando en una formación conjunta. Esto implicó que cada capitán de los destructores varados enfrentara alguna responsabilidad, aunque solo Watson y Hunter sufrieron castigos severos. El proceso judicial representó el juicio militar más numeroso de la historia del servicio naval estadounidense para una sola ocasión. La resolución del caso dejó cuestionamientos sobre la justicia y la equidad en la imputación de culpas.
El presidente Calvin Coolidge comentó en su momento que la Marina fue indulgente en las condenas, reflejando la complejidad y controversia del caso. En el plano geográfico actual, Honda Point forma parte de la base militar Vandenberg Space Force Base, un lugar estratégico para las operaciones espaciales y militares modernas. No obstante, el recuerdo del desastre permanece vivo gracias a memoriales y placas conmemorativas en el sitio, además de piezas históricas como la campana del USS Chauncey y el eje de la hélice del USS Delphy exhibidos cerca de Lompoc, California, como tributo a quienes perdieron su vida y a la historia naval. Las lecciones derivadas del desastre han influenciado prácticas navales y de navegación hasta la actualidad. Se ha fortalecido la importancia de integrar tecnologías avanzadas con protocolos de seguridad estrictos, así como la necesidad de evaluar constantemente las condiciones meteorológicas y oceánicas antes de realizar maniobras en zonas peligrosas.
Además, el incidente destacó la relevancia de la formación en liderazgo y toma de decisiones bajo presión, elementos cruciales en operaciones militares. El desastre de Honda Point también tiene un lugar en la cultura popular y la historia marítima. Documentales, libros y estudios han abordado el suceso para analizar sus causas y consecuencias, aportando perspectivas para entender la evolución de la navegación naval en el siglo XX. Se destaca que el mismo año y área suponen un momento histórico para la revisión de la seguridad marítima y han servido como referencia en comparativas con otras tragedias navales alrededor del mundo. En resumen, el desastre de Honda Point es un testimonio de cómo una combinación de errores humanos, condiciones naturales adversas y limitaciones tecnológicas puede provocar una tragedia de gran magnitud.
Más allá de la pérdida material y humana, este evento dejó un legado duradero que impulsó mejoras en la navegación y en la disciplina naval, contribuyendo a preservar vidas en futuros acontecimientos. El recuerdo de aquel fatídico septiembre de 1923 sigue enseñando sobre la importancia de la precisión, precaución y liderazgo en alta mar.