En tiempos donde la sostenibilidad y el consumo responsable son más que una tendencia, Gales se posiciona como un referente mundial al implementar un innovador sistema llamado ‘bibliotecas de cosas’. Este concepto, que va más allá de la tradicional biblioteca de libros, se basa en el préstamo de objetos y herramientas que se utilizan esporádicamente, permitiendo a las personas acceder a lo que necesitan sin tener que adquirirlo de forma individual. De este modo, se fomenta una economía compartida que no solo reduce el consumismo, sino que también fortalece los lazos comunitarios y promueve la justicia social. El origen de este proyecto en Gales está profundamente ligado a la experiencia personal de Becky Harford, cofundadora y directora de Benthyg Cymru, la primera red nacional de bibliotecas de cosas en el mundo. Su historia comienza en 2017, cuando enfrentaba desafíos financieros y emocionales, y descubrió en la biblioteca local un espacio de apoyo y comunidad.
La posible clausura de esa biblioteca motivó su activismo para conservarla y, a partir de esa lucha, se sentaron las bases para un movimiento más amplio que hoy transforman múltiples comunidades en todo el país. El concepto de Benthyg Cymru, cuyo nombre significa 'prestar' en galés, promueve que la gente pueda pedir prestado desde herramientas eléctricas hasta utensilios de cocina, sin la necesidad de comprarlos y guardarlos indefinidamente en casa. Este modelo hace hincapié en la sostenibilidad ambiental y el ahorro económico para los usuarios, además de ofrecer una respuesta práctica y tangible a los problemas sociales relacionados con la exclusión y la falta de recursos. Desde su formalización en 2020, Benthyg Cymru ha contado con el apoyo gubernamental a través de la estrategia Beyond Recycling, alineándose con el compromiso de Gales con la economía circular y, de manera más amplia, con la Wellbeing of Future Generations Act. Esta legislación única en el mundo obliga a los organismos públicos a tomar decisiones pensando en el bienestar de las generaciones futuras, un enfoque valiente y visionario que integra equidad, justicia intergeneracional y sostenibilidad.
Esta filosofía convierte a las bibliotecas de cosas en un puente entre políticas públicas progresistas y comunidades locales, permitiendo que el impacto de las legislaciones llegue directamente a la vida de las personas. A diferencia de los préstamos de herramientas que surgieron en algunos países desde los años setenta, en Gales no se trata de un esfuerzo aislado ni de un proyecto temporal, sino de una red nacional cuidadosamente diseñada, con bases legales y comunitarias sólidas. Actualmente, existen 28 bibliotecas de cosas distribuidas estratégicamente en toda Gales, abarcando tanto zonas urbanas como rurales. La diversidad de estas bibliotecas es resultado directo de su vinculación con las comunidades que las albergan, haciéndolas adaptarse a las necesidades particulares de cada lugar. Por ejemplo, en pueblos costeros se priorizan elementos relacionados con actividades marítimas como trajes de neopreno y equipos para la playa, mientras que en ciudades las herramientas para bricolaje y máquinas de coser son más demandadas.
Esta adaptabilidad asegura que la oferta refleje realmente la demanda local y fortalece el sentido de pertenencia y apropiación de la iniciativa. Un aspecto clave para el éxito de las bibliotecas de cosas en Gales es la prioridad que se otorga a las relaciones humanas sobre los objetos mismos. La interacción entre las personas, la creación de redes de confianza y solidaridad, y el diseño centrado en las necesidades reales de los usuarios, forman la base de un sistema inclusivo y efectivo. Se promueve la participación activa de los vecinos, organizaciones comunitarias y autoridades locales, garantizando que la gobernanza de cada biblioteca represente la diversidad y pluralidad de sus integrantes. El impacto ambiental y social de estas bibliotecas es notable.
Hasta ahora, se han registrado más de 18,000 préstamos exitosos en toda la red, con un ahorro económico para los usuarios que supera los 500,000 libras esterlinas. Esta cifra refleja no solo una reducción tangible del gasto personal sino también una disminución significativa en la producción de residuos y la huella de carbono, estimada en más de 220,000 kilogramos de CO₂ evitados gracias a la reutilización y uso compartido de objetos. De los artículos más solicitados destacan desde limpiadoras de alfombras y lavadoras a presión, hasta proyectores y marquesinas para eventos comunitarios, pasando por herramientas de bricolaje y utensilios de cocina para grandes celebraciones familiares. La variedad de estos objetos demuestra la amplitud de necesidades que pueden cubrirse mediante un sistema inteligente y colaborativo. Además del ahorro económico y la reducción de la contaminación, las bibliotecas de cosas representan una herramienta poderosa para la justicia social.
Muchas personas que utilizan el servicio comentan que de otra forma no podrían permitirse comprar ciertos artículos, y encuentran en esta iniciativa una solución que responde con dignidad a sus necesidades, evitándoles endeudamiento o exclusión. El sistema también contempla mecanismos para manejar los préstamos pendientes o retrasados, con un índice de morosidad inferior al 3%. Estas situaciones se gestionan con empatía y flexibilidad, entendiendo que la vida a veces puede alterar los planes. El acceso y los precios de los préstamos se determinan de manera autónoma por cada biblioteca, garantizando que nadie quede excluido. Se trabaja en colaboración con organizaciones sociales para brindar facilidades a quienes enfrentan dificultades económicas, con opciones como la gratuidad o el pago según la capacidad de cada usuario.
Esta sensibilidad social es parte fundamental del enfoque basado en la dignidad humana y el respeto. Aunque la sostenibilidad financiera de las bibliotecas de cosas podría alcanzarse en el futuro mediante ajustes en precios y mayor normalización del préstamo, lograrlo requiere una transformación cultural profunda. Es necesario que la sociedad pase de un modelo centrado en la propiedad individual a uno donde compartir sea la norma. Asimismo, las instituciones locales y otros actores clave deben invertir no solo en los bienes materiales sino en la creación de infraestructura de confianza, incluyendo espacios físicos, personas capacitadas y sistemas eficientes. Por ahora, el apoyo gubernamental sigue siendo esencial, no como una simple ayuda, sino como una inversión estratégica en una economía que prioriza la equidad y el cuidado colectivo sobre el lucro.
El modelo galés muestra cómo políticas públicas progresistas pueden traducirse en acciones concretas que benefician a toda la sociedad. Más allá de la simple reducción del consumo, este sistema genera un valor social añadido invaluable. Las bibliotecas de cosas funcionan como nodos que fortalecen el tejido comunitario, fomentan el intercambio de conocimientos y habilidades, y estimulan un sentido de pertenencia y cooperación. Los voluntarios no solo colaboran prestando ayuda, sino que adquieren confianza y nuevas competencias, mientras que los usuarios encuentran un espacio para conectarse y apoyarse mutuamente. Esta dinámica convierte a la comunidad en protagonista activa de su propio bienestar, pasando de la indiferencia a la participación comprometida.
En esencia, estas bibliotecas producen un cambio de paradigma: del “mi” al “nuestro”, de la soledad al encuentro, del consumo desmedido al cuidado compartido. El ejemplo de Gales es una muestra palpable de cómo es posible construir una economía del bienestar, donde el objetivo no se mide únicamente en indicadores económicos tradicionales, sino en bienestar social, sostenibilidad ambiental y solidaridad intergeneracional. Estas experiencias están alineadas con las iniciativas globales que buscan reimaginar los modelos económicos para enfrentar los retos actuales de manera justa y efectiva. Con el crecimiento continuo de la red y su expansión a más comunidades, el modelo galés de bibliotecas de cosas se perfila como un referente inspirador para otros países que desean transitar hacia economías colaborativas y circulares. La clave reside en entender que no se trata solamente de prestar objetos, sino de prestar atención a las personas, sus historias y sus contextos, configurando sistemas inclusivos, resilientes y en armonía con el planeta.
En definitiva, Gales está demostrando que otro tipo de economía es posible —una que conecta política, comunidad y medio ambiente, y que invita a repensar lo que realmente necesitamos para vivir bien. A través de sus bibliotecas de cosas, está sembrando un futuro donde compartir es cuidar, y donde la solidaridad se construye objeto a objeto, persona a persona.