En los últimos años, la inteligencia artificial (IA) ha dejado de ser un concepto futurista para convertirse en una herramienta tangible que impacta diversos sectores, incluyendo el ámbito educativo. Este año, con el inicio del ciclo escolar, muchas empresas de tecnología educativa están intensificando sus esfuerzos para integrar la IA en las aulas, presentándose como aliados invaluables para los docentes. Sin embargo, la recepción de estas herramientas por parte de los educadores es variada y compleja. La situación actual en la educación presenta un desafío significativo: los profesores están constantemente abrumados por la carga de trabajo. Según un informe de McKinsey y Microsoft, los docentes dedican en promedio 50 horas a la semana a sus responsabilidades, muchas veces quedándose hasta tarde corrigiendo examenes, preparando lecciones y completando interminables formularios.
Este contexto ha llevado a las empresas de ed-tech a promover la IA como una solución que promete ahorrar hasta 13 horas de trabajo a la semana. Una de las empresas que se suma a esta tendencia es Magic School, que ofrece herramientas de IA como generadores de cuestionarios y resumen de textos utilizados por más de 2.5 millones de educadores. Igualmente, Khan Academy introduce a su tutor digital, Khanmigo, quien se presenta como un asistente educativo gratuito impulsado por IA. Este asistente puede ayudar desde la programación hasta las humanidades, brindando a los docentes la posibilidad de enfocarse más en la enseñanza y el aprendizaje en lugar de tareas administrativas.
Sin embargo, no todos los educadores ven con buenos ojos esta tendencia. Aunque existen iniciativas educativas en países como Corea del Sur, Japón y Singapur que promueven el uso de la IA de forma segura y positiva, muchos profesores son escépticos respecto a la efectividad de estas herramientas en tareas cruciales como la planificación de clases y la evaluación. Leon Furze, un educador y candidato a doctorado en la Universidad de Deakin, destaca que los maestros pueden beneficiarse de la IA en la recopilación y análisis de datos, así como en la comunicación. Pero, advierte, deben tener cuidado con la introducción de IA en aspectos que consideran fundamentales en su práctica docente. La planificación de lecciones es uno de esos aspectos.
Muchos colegas de Furze desconfían de la capacidad de la IA para generar un plan de lección que no solo esté alineado con los estándares curriculares, sino que también sea creativo y relevante para los alumnos. La interacción humana y la adaptabilidad a las necesidades individuales de los estudiantes son variables que son difíciles de replicar en un modelo automatizado. Además, la evaluación de trabajos creativos, especialmente en la escritura, es un campo donde muchos educadores se sienten incómodos al delegar la responsabilidad a la inteligencia artificial. Si bien algunos docentes en distritos de California han utilizado modelos de IA para corregir y proporcionar retroalimentación sobre ensayos, la mayoría considera que los alumnos merecen la atención y el feedback de un ser humano. "La evaluación es una manera en que los profesores conocen a sus estudiantes", señala Furze, enfatizando que algunas formas de retroalimentación pueden ser automatizadas, pero no todas.
Un estudio de Pew Research realizado en mayo mostró que sólo el 6% de los maestros cree que la IA aporta más beneficios que desventajas en el ámbito educativo. Este dato refleja un escepticismo arraigado y un deseo de los educadores de mantener el control sobre su práctica profesional. Y aunque los desarrolladores de tecnologías educativas continúan tratando de acercar a los docentes a la IA como una herramienta de ahorro de tiempo, parece que la preocupación persiste en cuanto a la calidad educativa y la experiencia de aprendizaje de los estudiantes. Para que los programas de IA sean bien recibidos, las empresas deben no solo demostrar su efectividad, sino también involucrar a los educadores en el proceso de desarrollo. Existen muchas voces entre los docentes que señalan que, si bien la IA tiene el potencial de facilitar ciertas tareas, no puede y no debe reemplazar la interacción humana en entornos de aprendizaje.
La esencia de la educación reside en las experiencias compartidas entre alumnos y profesores, y eso es algo que la tecnología, por avanzada que sea, no puede replicar completamente. Si bien se reconoce que la IA puede ser útil en la mitigación de las cargas administrativas, el papel del educador sigue siendo insustituible. Las lecciones son más que simples listas de contenido; son experiencias de aprendizaje que deben estar enriquecidas por la empatía, la creatividad y la adaptabilidad de un ser humano. La educación hoy más que nunca debe ser sensible a las necesidades sociales y emocionales de los estudiantes, aspectos que son difíciles de cuantificar y, por ende, de automatizar. Para que el uso de la IA en educación sea exitoso, es fundamental educar a los docentes sobre cómo utilizar estas herramientas de manera efectiva.
La formación continua y el apoyo son esenciales para que los educadores se sientan capacitados y no amenazados por la tecnología. La estrategia debe ir más allá de simplemente presentar la IA como una solución; debe incluir un compromiso genuino con la formación de los docentes, asegurando que se sientan cómodos y competentes al utilizar estas tecnologías en sus aulas. En definitiva, la llegada de la inteligencia artificial al ámbito educativo representa tanto oportunidades como desafíos. Por un lado, ofrece la promesa de un ahorro de tiempo y recursos que podría liberar a los docentes para enfocarse en lo que realmente importa: el aprendizaje de sus alumnos. Sin embargo, la implementación de estas herramientas debe hacerse de manera cuidadosa y considerada, teniendo en cuenta el escepticismo y las preocupaciones de los educadores.
Si las empresas de ed-tech pueden establecer un diálogo constructivo con los docentes y demostrar el valor real de la IA en el aula, posiblemente estén en el camino correcto para ganar su confianza y aceptación. La educación líquida y flexible que los tiempos modernos requieren necesita un equilibrio donde la tecnología y la humanidad coexistan armónicamente. En este sentido, el futuro de la educación podría ser brillante, siempre y cuando se mantenga centrado en el pupilaje humano que realmente la caracteriza.