En la última década, la evolución tecnológica ha reformado radicalmente la manera en que interactuamos con internet, siendo la inteligencia artificial (IA) el motor de muchos de estos cambios. La irrupción de grandes modelos de lenguaje como ChatGPT y herramientas similares ha empezado a alterar de forma significativa la dinámica tradicional de la web, especialmente en lo que respecta a la búsqueda de información y el acceso a contenidos periodísticos. Este fenómeno no solo está transformando los hábitos de los usuarios, sino que también plantea un desafío crítico para la supervivencia de los medios digitales y el propio ecosistema de la información en línea. Históricamente, Google ha dominado el ámbito de las búsquedas en internet, posicionándose como la puerta de entrada preferida para encontrar respuestas, datos y noticias. Su modelo de negocio ha estado basado en dirigir tráfico hacia los sitios web, quienes a su vez monetizan esa visita a través de publicidad u otras estrategias.
Sin embargo, un dato reciente presentado en el juicio antimonopolio contra Google, durante la fase de remediación, ha capturado la atención del sector tecnológico y financiero. Eddy Cue, vicepresidente senior de servicios en Apple, reveló que por primera vez en 22 años —el tiempo que Safari ha estado presente— las búsquedas a través de Google en este navegador decrecieron. Este descenso, aunque sorprendente, está ligado directamente al auge de la inteligencia artificial en la interacción con la web. Herramientas como ChatGPT, Perplexity, Gemini y Microsoft Copilot están mostrando que los usuarios cada vez prefieren obtener respuestas directas a través de chatbots inteligentes en lugar de recurrir a motores de búsqueda tradicionales. La oferta de respuestas sintetizadas y conversacionales, que simplifican y agilizan el acceso a la información, supone un cambio paradigmático en la experiencia digital.
La reacción en Wall Street fue inmediata: las acciones de Google sufrieron una caída significativa, perdiendo miles de millones de dólares en valor de mercado antes de recuperarse parcialmente. Pero más allá de las fluctuaciones financieras, esta tendencia plantea una cuestión mucho más profunda sobre el futuro del ecosistema web y el modelo económico que sustenta a muchas industrias, especialmente el periodismo digital. El modelo de búsqueda tradicional no solo consistía en generar ingresos para buscadores como Google, sino que también era el principal canal para que los medios de comunicación obtuvieran visibilidad y tráfico hacia sus portales. El crecimiento de las funciones de inteligencia artificial que ofrecen respuestas resumidas dentro del propio buscador ha derivado en la reducción drástica del clic que dirigía a los usuarios a las páginas originales. Estudios han indicado que las tasas de clic en enlaces provenientes de Google han caído entre un 70 a 80 por ciento en el contexto de estas nuevas funciones AI.
Esto significa menos visitas a sitios web y, por ende, ingresos reducidos para editores y periodistas. Este fenómeno ha coincidido con una ola de despidos y recortes en grandes compañías mediáticas como CNN, Vox Media, HuffPost y NBC, reflejando una crisis tangible para el empleo periodístico y el sostenimiento financiero de la prensa digital. El modelo de negocio basado en tráfico masivo y publicidad en línea se encuentra en peligro de extinción frente al avance imparable de la entrega de contenido mediante inteligencia artificial. Además de la afectación económica, la transformación de la búsqueda también tiene implicaciones sociales y culturales. Para una generación que ya ha adoptado por completo estas nuevas herramientas, la búsqueda tradicional de información se percibe cada vez más como una tarea engorrosa o redundante.
Los estudiantes universitarios, por ejemplo, han elevado el uso de chatbots para realizar tareas escolares, con tasas que superan el 90 por ciento. Esto introduce preguntas éticas y educativas relevantes, además de consolidar el reemplazo gradual del motor de búsqueda como principal fuente de información. Google no es ajeno a estas tendencias y está respondiendo con la estrategia ambiciosa de integrar su propio modelo avanzado de IA, Gemini, en dispositivos móviles y aplicaciones, buscando mantener la plataforma como núcleo de la experiencia digital. Aun así, mientras Google sigue liderando en volumen de búsquedas, principalmente gracias al control de la infraestructura y acuerdos estratégicos que incluyen negociar la posición predeterminada en navegadores como Safari mediante pagos multimillonarios, el cambio en el comportamiento del usuario es innegable. Apple, por su parte, está explorando la integración de elementos de inteligencia artificial en Safari, en un intento por mantener la relevancia frente a alternativas que brindan respuestas generadas por IA directamente en las conversaciones o interfaces más naturales para los usuarios.
La batalla por la atención digital se intensifica mientras más actores tecnológicos apuestan por sistemas conversacionales que podrían desplazar de forma definitiva los motores de búsqueda convencionales. El impacto extendido de este cambio también alertó a reguladores y legisladores, que observan cómo el dominio de grandes compañías tecnológicas y su poder sobre la distribución de información pueden generar efectos monopolísticos y riesgos para la competencia y la democracia informativa. Casos como el juicio antimonopolio contra Google buscan, entre otras medidas, obligar a la empresa a desprenderse de partes clave de su negocio, incluida la integración del navegador Chrome y sus operaciones publicitarias centrales, para fomentar un mercado más competitivo. Por otro lado, la irrupción de la IA no solo afecta a la búsqueda y al periodismo, sino que también está revolucionando otras áreas como la educación, el comercio y la creación de contenidos. El auge de asistentes inteligentes ha generado también un debate ético y profesional sobre la autoría, la responsabilidad y la calidad de la información que consumimos diariamente.
Este nuevo ecosistema plantea múltiples interrogantes. ¿Podrán los medios tradicionales adaptarse a modelos económicos basados en la colaboración con laboratorios y empresas de IA? ¿Cómo se garantizará la transparencia y la veracidad de las respuestas proporcionadas por asistentes inteligentes? ¿Qué papel jugarán los motores de búsqueda en un contexto cada vez más dominado por plataformas conversacionales? Estas preguntas desafían a toda la industria tecnológica, educativa y periodística a repensar sus estrategias y fundamentos. Mientras tanto, la simple dinámica de tráfico y monetización de páginas web se encuentra en un proceso de extinción gradual. Si actualmente la generación emergente ya accede a sus respuestas a través de IA, relegando las visitas a sitios web, es probable que los modelos de negocio que se sustentan en el clic tradicional deban transformarse o desaparecer. En esta encrucijada, la innovación tecnológica no es la única protagonista; la regulación, la ética y la voluntad colectiva de preservar un ecosistema digital diverso y saludable serán determinantes en cómo evolucionará la web.